Ex-Absurdo
Daniel Sada .- Sé que te importan un pito las predicciones que
yo haga, pero no olvides que soy un hombre muy especial, soy,
digamos, visionario... Mmm... con siniguales poderes para
vislumbrar las cosas, y además casi nunca me equivoco.
Acuérdate Trinidad que tenerme como amigo es como tener...
del equívoco al dilema de ir retrocediendo a poco,
en infusa duermevela: él dizque escucha abstraído
tratando de hacer re-cuentos sólo por no hacerles frente
a los sucesos del día, tan cruciales como vagos, y
aún menos a
las ínfulas de... Soy agudo como nadie...
Formotón
Asai
Mario Bellatín .- Los
depósitos manejados por el gremio de carniceros se
levantaban cerca de los muelles de la ciudad. A partir de
las diez de la
noche aquella era una de las zonas urbanas más desoladas.
Entre un depósito y otro existían pequeños
locales abandonados que alguna vez sirvieron de merenderos
para trabajadores. Casi todos contaban con sótanos
espaciosos donde en determinados días de la semana
se producían los Altares. Para saber dónde se
iba a llevar a cabo el siguiente Altar, existía una
complicada red telefónica por medio de la cual se daba
a conocer el tipo de espectáculo que se iba a producir.
Los datos sólo podían conocerse horas antes del comienzo
de una sesión.
El
imperio del adios
Federico
Campbell.- Uno. Parecía que lo estaba viendo desde lo alto de una colina:
Jordán descendía en su jeep a lo largo de la
brecha peninsular, de norte a sur, tras un disparadero de
polvo que a veces lo ocultaba. El sol caía a plomo
y el jeep que había conocido las arenas de Iwo Jima
o Guadalcanal se entregaba a la libertad de la planicie desértica
entre batallones de cirios y chollas que lo dejaban pasar
sin los estallidos de la artillería. ¿En qué
otra cosa podía pensar Jordán al volante? No
era inimaginable que evocara el pasado militar de su máquina:
las explosiones de las granadas que le arrojaban los soldados
japoneses, la rauda estampida cuando servía de ambulancia
y sacaba de la línea de fuego a un infante de marina
destripado, el hierro de sus costados que servía de
trinchera las llantas hundidas en la arena en
el momento del desembarco..
La
clave Morse
Federico Campbell.-Nos
asomábamos por la ventana ya muy entrada la noche.
El silencio del barrio era el de la madrugada. Sólo
un farol tembeleque arrojaba su mortecina luz ámbar
sobre la calle. Abajo, enfrente de nosotros, un chevrolet
amarillo que llevaba las letras Taxi en la portezuela
permanecía quieto. Las sombras de dos hombres se recortaban
borrosamente en el interior del taxi.
¿Quiénes
son?
Párrafos
de la ciudad
Mauricio Tenorio.- Uno. Llueve sobre el asfalto de una tarde de julio. No hay verde
y campo en el domingo de este valle. Deambulo entre las líneas
que son uniones de las masas pesadas de concreto; los pies
palpan las rugosidades e imperfecciones de un suelo rajado
por las venas de árboles: piso los respiraderos de
un mundo que abajo muere. Debajo está el valle sin
bordes, el que tuvo a la ciudad domada, acorralada por el
campo. Hasta aquí, no más ciudad, no más
campo. Arriba veo mojarse a un mundo entero que no remata
y vuelve a reiniciar cada esquina. Mis pisadas repasan los
pasos del nadie en particular que, en historia, es la procesión
de todos los que fueron. Aquí van mis pies al compás
acelerado de pares y pares de piernas, extremidades de un
solo semblante: el de esta ciudad mojada en julio.
Etiqueta sonámbula
Luigi Amara,- Rara vez me invade el insomnio, esa enfermedad
de fatigados. Pero cuando lo hace, cuando me atrapa en sus arenas metafísicas,
estiro el brazo fuera de las sábanas para esperar el canto de
los pájaros en compañía del Manual de urbanidad
y buenas maneras de Antonio Carreño.
Como es de suponerse, he meditado lo suficiente al respecto de este
comportamiento sistemático que cualquiera juzgaría, muy
atinadamente, "un tanto trasnochado".