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Desventurados los que divisaron a una muchacha en el Metro y se enamoraron de golpe y la siguieron enloquecidos y la perdieron para siempre en la multitud. Poque ellos serán condenados a vagar sin rumbos por las estaciones y a llorar con las canciones de amor que los músicos ambulantes entonan en los túneles. Y quizás el amor no es más que eso: una mujer o un hombre que desciende de un carro en cualquier estación del Metro y resplandece unos segundos y se pierde en la noche sin nombre.
Óscar Hahn
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