hace unos dos millones
ochocientos mil
años
por aquí, en Ledi-Geraru
el sol
daba vueltas alrededor de la tierra
los animales olfateaban estrellas y distancias
los árboles hablaban con los cielos
quedó la mandíbula
de alguien
fósil entre el polvo
y con cinco dientes
más allá a doce kilómetros
encontraron a Lucy, desnudada
por los milenios
y por el otro lado, bajo el cerro
otra mandíbula: la de un hipopótamo
contemporáneo de la danza de las bestias
más aquí metemos la lejanía
en el corazón
tocándonos las mismas costillas
con la misma respiración asombrada igual
ante este cielo
ante este desaparecer
1
el gato amarrado a la lumbre
en la mañana hiriente de promesas
cumple con las escaladas de lo inmóvil
sueña en pilares abatidos
2
Tenía unas pequeñas astillas y no sabía dónde llevarlas. Ignoraba si debía bajarlas del granero o más bien subirlas detrás del cerro. Y de pronto, porque era agosto, comenzó a ventear. Todo se puso más complejo, la verdad, pues ahora ¿a dónde llevaría al mes de agosto, dónde pondría el viento que sin querer ya llevaba entre las manos? ¿Y las pequeñas astillas?
3
una vez tuve un alambre
cuando aún no había aprendido nada
y era su herrumbre del color
de los amores muy huidos
se parecía a un nudo
al amanecer en el umbral
del garabato o
no era nada más
que otro alambre derramado
disparo tras disparo
4
Ni me quedo aquí ni voy allá.
Sin embargo hago mis maletas, con perseverancia.
Siempre amanezco en otra parte, en la que quiero quedarme para siempre.
Eso me suele pasar cuando muevo un lado del aquí hacia dentro de sí mismo. Es cosa de uno, a lo sumo dos centímetros y medio. El allá queda atrapado fuera de sí —por no más de dos milímetros. Entonces caigo en alguna parte, no sabría decir cuál es ¡aunque me es todo tan familiar!
No reconozco nada, sin embargo. ¿Habré ido de veras a alguna otra parte? De ninguna manera. Si ya lo dejé bien claro: ni me quedo aquí ni voy allá.
5
se acecha a un garabato como a un tigre
que fuera pasando cerca de uno
de pronto la mordida irremediable
traza su alfabeto propio de dolor
y en la llanura imperturbable
queda uno acechando el cielo
la palabra de dios
el garabato
el tigre
6
Siempre estoy a punto de ser una hormiga.
Me desprendo aquí y allá de cualquier eventual caparazón, pues me rebelo, de hecho, ante la sola posibilidad de llegar a ser más bien una tortuga.
Cuando me pisan, ya siendo una hormiga, simplemente me muero, sin problemas. Como cualquier hormiga, hacendosa y resignada a ser pisada. Pero igual más tarde me levanto, me des-aplasto y llevo una hoja verde entre mis mandíbulas enormes.
Busco luego un punto, sin vacilar. Mis patas se comunican con los astros que rigen un socavón infinito. Y tan secretos son ellos, que prefiero morir antes que revelarlos.
Y volver a resucitar.
7
caigo
y habito
La clase tiene lugar
una tarde de verano. No es la única.
El niño ya ha hecho páginas de palotes
páginas de redondos inclinados
entre las líneas horizontales
del cuaderno con hojas de papel sábana
la tarde está afuera el niño
está obligado
a la h, a la m, a la p o a la o
línea tras línea mientras
la señorita de lentes que viene
mira por la ventana. Imagina el mar.
Cuaderno tras cuaderno
hay que evitar las tachaduras
los tachones las manchas
de la realidad llena de pájaros
escribir clara, legiblemente, escribir
en caligrafía Palmer el método universal
de la buena letra escribir trazar
signos en acción.
Afuera rueda la pelota. Los gritos
del barrio cruzan los follajes. La eme
de mamá empieza
con un tirabuzón. La elle
de lluvia se detiene
en los cristales. La señorita se va.
El cuaderno queda abierto.