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Número 94

MBK por MBK: escribir en la época bioestética

Mehdi Belhaj Kacem

«Sigo siendo literario en la medida en que yo mismo nunca dejo de contar la historia de mi vida».

Curriculum vitae. Figura del «Trickster». Ha estado en casi todas partes, siendo el «maestro del sigilo» por excelencia al que ningún «campo» es impermeable. Desde el extremismo político neosituacionista hasta las corrientes literarias trendy, desde tales o cuales escuelas filosóficas hasta las estancias comunitarias duras o simbólicas, nunca se ha sentido a gusto en ningún sitio. Su cuestión, su lengua, y lo que ésta crea: un dispositivo existencial que transgrede todos los dispositivos cerrados (¿su «Yo»?). Futuro filosófico «confirmado», sin ánimo de ofender. En el encuentro con otras técnicas existenciales de sí y otras prácticas de escritura.

«Empecé hace seis años en un starting block con los escritores destacados destinados, como suele decirse, a “abrirse camino”. Otros se embolsaban las grandes fortunas, mientras que las preguntas que yo hacía me relegaban y me situaban al margen de lo difícil e incomprensible. No importa, pero es una constante lucha…».

Estado de la cuestión. Literatura: nadie puede publicar y lograr que se hable de sí mismo sin hablar de «sí mismo» (autobiografía monologada, «autoficción»). Culto a la anécdota, autorreportaje compulsivo, chantaje vitalista del registro «en bruto». Neoacademicismo «autorista» de la tercera generación de cineastas de la nouvelle vague. Artes plásticas: síntomas similares agravados aún más; exhibicionismo, revocación de la figuración, instalacionismo cooperativo, ideología de la transparencia, imperativo categórico de no reducir las cuatro dimensiones «naturales» (línea, superficie, volumen, tiempo) en la propia obra. Punto focal del «cuerpo», que la filosofía, por su parte, sólo consigue negociar mediante comienzos muy tímidos. Filosofía, pues: infantilismo generacional, pedantería estudiantil, coquetería, procrastinación, inmenso quiste de intimidación edípica bajo el legado aplastante de «padres» excepcionales. Efectos secundarios retardados: postración filial ante los «maestros del pensamiento», más tardíamente aclamados que los ya muertos, y a menudo los más mediocres. Política: horizonte alucinatorio de las posibles parusías del buen viejo apresamiento político. Triangulación edípica de nuevo, en torno a la seriedad sociologista, a un paleomarxismo resurgido de sus cenizas por mediación del «situacionismo», retorno más discreto y diseminado (pero más coherente) a los cuestionamientos foucaultianos. Miles de proclamaciones jadeantes de borrón y cuenta nueva (que se quedan en nada); e incluso de la «Gran Noche» redentora, con la esperanza de poner orden finalmente a la «pasividad» contemporánea; reptaciones nihilistas de poca monta, pescas insidiosas en aguas turbulentas (Auschwitz, el «musulmán»), etc. Así que trazado de un paralelismo entre lo «biopolítico» como horizonte de indiscernimiento entre la existencia y los procedimientos de dominación, y lo «bioestético» como imperativo de pura transparencia de la existencia a sí misma. No se trata de una estética «nueva», sino del concepto de captación de lo que ya está ahí, y ha estado ahí durante mucho tiempo. Cualquier réplica a la actual hegemonía bioestética sólo puede ser bioestética en sí misma, es decir, tomando la «existencia» como materia prima, y sin ninguna «mediación» aparente. Esta primera táctica retórica, con sus connotaciones despreciativas, no es de fiar; el «autor» es plenamente contemporáneo de ella, y en gran medida participa en ella.

«Como no procedo de una interioridad filosófica consagrada, me dedico a violar, chingar, “dar por el culo” como diría Deleuze, y hago niños por la espalda […]. Los mejores pasajes de Estética del caos son los que producen más conceptos y convulsionan el lenguaje de manera que sea lo más emotivo posible».

Estética del caos. Clara orientación reciente hacia lo «filosófico», desorientando a los admiradores de lo «literario» y atrayendo la mirada ceñuda de los filósofos. Con Estética del caos, para alguien que ha soportado todo esto desde dentro, el reto era, ciega e intuitivamente, redefinir de arriba abajo el concepto mismo de estética. Deseo cándido de un niño entre dos siglos, que cae como una fruta madura en el devenir-moderno mismo de la «estética»: esfera de inmunodeficiencia terminal de todos los criterios de juicio (Kant, eminencia gris del Romanticismo, con quien comienza la crisis). Sucede que esta crisis (casuística generalizada: «para acabar con el juicio de Dios»; su cadáver: el juicio a quemarropa de una humanidad abandonada a su suerte) hace estragos absolutamente en todas partes, pero la estética y su devenir ofrecen una visión incomparable. Dramático suplicio «subjetivo», hacerse cargo de y «encarnar» esta inmunodeficiencia durante unos años; sobrevivir a pesar de todo. Este libro. Literatura: una vez más «cuento» mi «vida», como todo el mundo. Crítica social: acabar con los esquemas procesuales hegemónicos de representación (sincronicidad; transparencia; consenso; información). Filosofía: «metafísica» del cuerpo como gesto de disociación de su miserabilismo flácido; corporalidad como concepto de la aprehensión originaria de la percepción; concepto de corporrealización más que de «subjetivación». Política: inmoralizar la idea de revolución, desinfectarla de su espíritu de seriedad y de su virtuosa casuística, aunque sea desmoralizando a sus oxidados turiferarios. Experiencia poética: inmunodeficiencia frenética, pérdida generalizada de reflexividad; la operación no puede consistir, por tanto, en una creación inmunológica en el sentido de sistema, moralismo (incluso, por no decir sobre todo, «revolucionario»), interiorización o repliegue, sino en la maximización de esta misma inmunodeficiencia. Convertir su desintegración profiláctica en contaminación indiscernible, o perecer (Nietzsche, Artaud, buenos guías). Desafío (retomado en la segunda mitad del libro) de producir un pensamiento conceptual que opere también a través de los «afectos»; escándalo o incomprensión por parte de algunos (mesas redondas televisadas sobre lo «ilegible», revistas de prensa neopoujadistas) ante los «excesos» hermenéuticos, a su juicio dependientes de cierta corriente posheideggeriana; sin ver la rítmica convulsiva impresa en el lenguaje («poesía»). A condición de añadir: no hay nada en ella (en términos conceptuales) que no sea estricto.

«El juego: saber que siempre escribirás desde la experiencia, pero vivir esa experiencia sin nada de la alta vigilancia y la autovigilancia de la cocina literaria, del frenesí generalizado del secretito sucio, de las vidas tristes y las obras tristes, del lúgubre cómputo del coito…».

Redistribución de las cartas. Retranscribir la propia vida ya no significa contarla según las viejas recetas narrativas (sean cuales sean las cifras de ventas, la fecha no cuenta nada), sino ponerla a jugar. Dejar de ser, en la autosuficiencia de la promoción «letrada», el monóculo que se graba a sí mismo y a su entorno (este miserabilismo transparencial es una estética epocal muy determinada, con sus propios códigos y normas inalienables), prefiriendo la eternización extrañada de los fenómenos existencialmente captados (empirismo desvirgado, fenomenología libre, como decimos nosotros «free jazz»). Estética: lo virtual como invento técnico tan importante como lo fueron en su día el cine y la fotografía (y, por tanto, destinado a promover efectos igualmente revolucionarios y «nihilistas» en los sistemas de representación existentes; incluso, y sobre todo, entre los «creadores»). Una técnica que no se explota ni en forma figurativa, ni en forma narrativa, sino en forma de «juegos». Si adoptamos el punto de vista de que el juego se convierte en una categoría (bio)estética, lo que nunca fue, estamos dando el día libre a los procesos clásicos de narración y figuración, y convocando al instalacionismo a su devenir más inminente. Cualquier «obra» competirá, por supuesto, con los «juegos»; y podemos sospechar que la asunción del juego librará de sus engaños a todos los embaucadores que tejen narrativas sin creer en ellas (sólo creen en el beneficio que les aportará). Creo para algo distinto de la narración, la figuración o la instalación: para poner a jugar mi escritura como creación de un dispositivo existencial (¿no es ya el caso? ¿No es mejor decirlo?). Se trata también de la feliz asunción de un indiscernimiento de lo falso y lo verdadero, más que de una conciencia depresiva del «espectáculo» o del «simulacro». Filosofía política: un análisis ontológico del juego tiene todas las posibilidades, y más que posibilidades, de ir más allá de los pensamientos modernos más restrictivos y rigurosos sobre la ley (aporéticos: Derrida; al modo de lo kitsch neomesiánico nihilista: Agamben). Un intento de describir un arte que va más allá de la simple rendición a la incognoscibilidad trascendental de la ley (Kafka, Beckett, Blanchot, Nancy…). Pues ningún campo de investigación fenomenológica modaliza tan precisamente la ley como los juegos en el sentido más clásico. Poesía: «Me temo que no podemos deshacernos de Dios porque seguimos creyendo en la gramática». Intervenir aquí; interrogar a los textos literarios y poéticos del siglo pasado que intentaron despedirse de la gramática (un síntoma que nunca antes había existido en tal medida); enfrentarse a lo que hoy reaviva la cuestión (una revista, evidenz, núm. 2, de próxima publicación). Por qué la filosofía (incluido el «autor») se despide de la gramática mucho más tímidamente, si es que lo hace, que la poesía o la literatura.

Traducción del francés:
Alan Cruz

 

© Mehdi Belhaj Kacem, «MBK por MBK : écrire a l’age bioesthetique», en Magazine litteraire, núm. 392, 2000, pp. 52-54.

Sobre el autor
Mehdi Belhaj Kacem (1973) es un filósofo y escritor franco-tunecino. Su obra abarca temas como la ontología, la política y el arte, influenciada por pensadores como Deleuze y Badiou. Conocido por su estilo polémico, ha sido una figura destacada en el panorama filosófico contemporáneo francés. Entre sus libros destacan L’Antéforme (1997), Esthétique du chaos (2000) y Événement et répétition (2004).

Resumen
Este texto autobiográfico expone la trayectoria del autor en el pensamiento contemporáneo francés, destacando su papel como un trickster que ha navegado entre diversas corrientes filosóficas, literarias y políticas sin encajar en ninguna. Refiere su evolución hacia una «bioestética», una visión crítica de la estética contemporánea que aboga por la transparencia de la existencia y una ruptura con los marcos de representación hegemónicos.