Este expediente es el resultado de una examinación de la idea de la crítica desde diferentes perspectivas y disciplinas, ya que se trata de un concepto central que participa o pertenece a la constelación de la modernidad como proceso histórico y civilizatorio global, en la que sin duda está imbricado todo nuestro mundo. Si la relevancia de la reflexión actual sobre la idea de crítica no reside en la originalidad del objeto —pues el protagonismo de la crítica en la historia del pensamiento occidental se remonta a finales del siglo XVIII—, radica más bien en el carácter de las elaboraciones del concepto y de los objetos, ideas y prácticas de la crítica que se llevan a cabo efectivamente. Éstas hacen visible en cada caso el momento histórico en el que se reformula y reelabora la pregunta por la crítica como objeto digno de la reflexión contemporánea y de la atención del mundo de lectores enmarcado como presente; de ahí, por otra parte, se desprende la actualidad de la cuestión y se hace patente la abrumadora diversidad de elaboraciones y propuestas, incluidas algunas que diagnostican una crisis de la propia crítica, de su concepto en relación con la realidad y la historia.
En la estela de una «historia general de la crítica», los textos que componen este expediente presentan una misma actitud, incluso un mismo método en el tratamiento de problemas diferentes y específicos; todos ellos son elaborados por sus autores desde el privilegio del presente, ese mirador desde el que se descubren como posibilidad y como imperativo conocer, reconocer, reflexionar y accionar por deber como las vías necesarias de o hacia una modernidad real.
Este número se abre con un ensayo titulado «Significado y destino de la crítica en el giro ontológico» de Daniel Pucciarelli. El autor presenta una tensión entre crítica y ontología que podría dar consistencia al concepto de giro ontológico contemporáneo y resituar el concepto de crítica frente a su crisis en versiones correlacionalistas. El significado y el destino de la categoría de crítica y de las tradiciones «umbilicalmente» asociadas a ella serán algunos de los problemas y debates que el autor despeje en el campo que constituye el estatuto actual de la ontología, en el que introduce la necesidad de la contingencia como clave de una ontología positiva, capaz de conciliar nuestra experiencia ordinaria, la posibilidad del discurso racional y la ciencia moderna con una ciencia desiderativa o programática del «ser en cuanto ser» mediante la conservación del dispositivo crítico.
En «Consideraciones sobre la nueva historia intelectual de lo político», Andrés Luna reflexiona sobre la historicidad, la actualidad y los problemas de la crítica, y los medios y recursos de esta actitud en la encrucijada de la historiografía y la filosofía. Esta inquietud se concreta en el examen de las propuestas teórico-metodológicas de Quentin Skinner, John Pollock y Elías J. Palti sobre la llamada «nueva historia intelectual de lo político». Luna interroga el carácter crítico de esta historia intelectual, tomando como referencia la formulación que va de Kant a Foucault, es decir, las preguntas fundamentales sobre el modo en que se conciben las condiciones de posibilidad del pensamiento como problema histórico y como posicionamiento estratégico frente a los poderes que hacen de éste el objeto preferido de la interrogación crítica.
En «La creación autónoma de la música», Margarita Muñoz expone las condiciones humanas, sociológicas y técnico-musicales, así como las consecuencias artísticas, estéticas y políticas del ejercicio crítico en el vasto universo de la tradición musical tonal. A partir del Tratado de armonía de Arnold Schönberg y de las perspectivas que ofrece, identifica el esfuerzo y el movimiento en sentido autónomo como contrapartidas de la aceptación cotidiana, inconmovible e inconsciente de la comodidad en las prácticas de escucha y creación artístico-musical; esfuerzo y movimiento en los que la autora distingue la huella del pensamiento kantiano en la teoría schönbergiana y en los fundamentos mismos de la notable obra Pierrot Lunaire, que se conviene en un paroxismo teórico-práctico y crítico frente a la mentalidad nueva alienada como sistema.
En «La negación radical de Nietzsche y su crítica a la modernidad», yo reviso el punto de inflexión en el pensamiento de Nietzsche representado por la escritura de Más allá del bien y del mal. A la luz de su crítica de la historia del pensamiento occidental, pero sobre todo de la moral que produce, se despliegan los valores que componen esa traditio y las maneras efectivas en que se ha dado forma al pensamiento de los seres humanos, a la realidad material e histórico-cultural de la existencia de los pueblos, a la voluntad de poder que, desde la perspectiva de Nietzsche, también podemos entender como vida. Es, pues, a partir de la identificación entre voluntad de poder y vida como puede entenderse la radicalidad de la crítica de Nietzsche como negación absoluta de aquello que ha negado absoluta o determinadamente la vida.
En «El concepto de fantasmagoría en Walter Benjamin», Jorge Reyes distingue en la obra de Benjamin el imperativo (kantiano-kafkiano-paterno-superyóico) del «deber ser» crítico como huella y destino. Sobre esta base, Reyes presenta la crítica como principio metodológico, pero también histórico, político y productivo, frente a la identificación de la estructura mítica que se expresa en las relaciones de poder en todos los ámbitos de la existencia condicionada por el capitalismo contemporáneo, para lo cual se precisa el concepto y la forma expresiva de la fantasmagoría como condición general de la modernidad, como medio, ruta o camino de lo críticamente moderno.
Así, ya como condición de posibilidad teórica y práctica de la modernidad, como dispositivo irrenunciable para la fundación de nuevas ontologías, como historización crítica, como movimiento que cimbra lo dado tanto en el ámbito de las ideas como en el de las prácticas artísticas de producción-reproducción, como medio y arma de la construcción fantasmagórica y revolucionaria de sociedades y realidades, como práctica moderna del razonamiento o como modo de resistencia a los mundos ya administrados, el espíritu de la crítica insiste en su ser imperativo como su modo de ser en las sociedades contemporáneas. Hoy, cuando asistimos a una nueva convulsión del mundo administrado por la racionalidad económico-política capitalista que encamina nuestras sociedades y existencias hacia una catástrofe asegurada, insistimos en la idea de la crítica como necesidad imperiosa, exponiéndose, más bien, como territorio de crisis y disputas en las que se compromete el ser del pasado, la producción social, artística, estética y política de la memoria, la historia y el presente y, sobre todo, como ejercicio del legítimo derecho a participar críticamente en la concepción del proyecto de un mundo en el que es necesario pensar, conocer, reflexionar y escribir por nosotros mismos.
Jorge Carlos Badillo Hernández