Número 88

La lengua umbría

Observaciones sobre la profesionalización del lenguaje

Ilya Semo Bechet

You’re loyal to a word, a name. Not to a living entity of flesh and blood.
Philip K. Dick

1. En el camino de identificarme como un profesional, que en nuestros días comienza con la ecografía y termina quién sabe dónde, no puedo evitar dar la espalda al cultivo de la confianza en la llana conversación. Aunque podría decir: «yo por eso abandono la universidad», desgraciadamente esta forma de renuncia absolutamente válida no cumpliría con su propósito argumental. El lenguaje de cada día que es empleado hoy dentro y fuera de las universidades está permeado de un discurso profesionalizado fabricado en masa por una megaindustria de contenidos lingüísticos cuasi-universalmente distribuidos por canales virtuales de comunicación. Esta idea se aprecia mejor cuando, por medio de un estudio comparativo del habla ordinaria en distintas épocas, se alcanza a percibir una discreta integración de la deriva coloquial en categorías curvas de hipercomprensión.

2. Con la ayuda del panfletista sin lengua materna Ivan Illich, y su gente afín, me gustaría compartir algunas observaciones sobre la manera en que una sustitución del habla cotidiana por un lenguaje sobreproducido y teledirigido afecta mi forma de vida. Illich se consideró siempre a sí mismo historiador y escribió, entre otras cosas, muchos libros de historia. Yo no hablo aquí como historiador sino como un lector de Ivan Illich interesado por otra parte en la investigación filosófica. Entiendo por investigación filosófica el ejercicio de contrastar las imágenes de mis pensamientos con el álbum de los paisajes de lenguaje que aprendemos a ver con el uso de expresiones comunes en la conversación cotidiana. 1

Los historiadores de los que hablo aquí notan que una serie de confusiones surgen en el lenguaje ordinario cuando los expertos de distintas ramas le incorporan a éste nuevos recursos lingüísticos, con aprobación institucional, destinados a enmendar su incapacidad de captar la realidad del mundo industrializado. Si estas confusiones cuentan o no como problemas filosóficos invito al lector o lectora a juzgarlo por su cuenta.

3. David Cayley escribió de Ivan Illich: «lo peor, decía, es que el sobrecrecimiento técnico e institucional coloniza y ensombrece las habilidades más esenciales de la gente: hablar en sus propias palabras, sorprenderse, morir su propia muerte». 2 Menciona esto recordando su libro Tools for Conviviality, de 1973, del que André Gorz escribió una reseña en Les temps modernes titulada «Libérer l’avenir». Este libro, que en español se llama La convivencialidad, habla de «los oráculos de los expertos» y la «alquimia del porvenir», en una época en la que «existe la tendencia a confiar al cuerpo de especialistas la tarea de sondear y anunciar el futuro». 3

Los expertos en desarrollo en la década de 1970 redactaron listas completas de aserciones sobre el futuro con planes detallados para ejecutarlas. La idea entonces era, a grandes rasgos, incrementar la productividad de los bienes de servicio: escuela, salud, transporte, etc. Entre las cinco amenazas y media que enumera Illich cuando examina los pronósticos del discurso profesionalizado de la época, la cuarta es: «por la complejidad que genera, el proceso de producción amenaza el derecho del hombre a la palabra». 4

4. Los lógicos aún se preguntan cuál será el valor de un enunciado cualquiera acerca del futuro. Puesto que tradicionalmente operan con solamente dos valores, verdadero y falso, intuyen que ese valor podría ser algo entre los dos, pero no saben qué.

5. Al ser escolarizada, una persona aprende que el valor de su conocimiento depende de la aprobación de su servicio a la escuela por una autoridad institucional. Conforme esta persona aprende a repetir un discurso que la llevará a alcanzar un estatus profesional también «rechaza su capacidad innata de captar lo real». 5

Cuando la complejidad del mundo que resulta de la hiperproducción planificada de bienes de servicio desborda la realidad cotidiana, la habilidad esencial de la gente de hablar en sus propias palabras pierde en parte su capacidad independiente de dar sentido. En este escenario, el discurso profesional de los expertos se presenta como la única opción para explicar esa realidad desbordada. Sin embargo, al profesionalizar los medios para entender, explicar y compartir el entorno inmediato de la gente, paradójicamente, la pérdida de las capacidades de significación básicas de la gente se profundiza aún más.

6. ¿A qué equivale el contenido de una expresión verbal cuando la práctica cotidiana en una «relación industrial» es la reacción «estereotipada del individuo a los mensajes emitidos por otro usuario a quien jamás conocerá a no ser por un medio artificial que jamás comprenderá»? 6

7. La convivencialidad, la propuesta de Illich en el libro que lleva ese nombre, corresponde a una reacción disimétrica entre hablantes: en vez de intercambiar estereotipos con otros usuarios del lenguaje, empleo mi capacidad de tomar a alguien por su palabra en la conversación. Las explicaciones de los expertos deben acabar en algún lugar. 7 Una investigación convivencial, aunque no se restringe al ámbito del lenguaje, aplica a los reflejos incondicionados de la «relación industrial» el remedio de la atención que implica conversar con alguien al mismo tiempo que hago un esfuerzo por entenderle.

Un lenguaje es convivencial cuando nadie necesita un diploma para entenderlo y al uso exclusivo de este lenguaje podría limitarse una sociedad convivencial. En la medida en que la conversación implica la convivencia se encuentra guiada por ella. Puedo decir también: la convivencia establece un límite claro del sentido de los enunciados en una conversación. Los enunciados del discurso profesional se vuelven borrosos porque tienen puesta su mirada siempre más lejos del límite convivencial.

8. Diríamos que el discurso profesional no tiene tiempo de conversar porque su objetivo es innovar, la dimensión que le es propia es la planeación del futuro, no la convivencia en el presente. En el contexto del discurso lo nuevo es mejor que dejarse sorprender y «nada escapa a lo obsoleto, ni siquiera los conceptos». 8

9. La inadecuación del lenguaje coloquial a la realidad desbordada por la super producción de bienes de servicio no es interpretada por el experto como un desliz de las comunicaciones fuera de los límites de la convivencia, sino como un síntoma de la obsolescencia de esa forma de expresión. Para hacer frente a esta supuesta falta el discurso profesional debe equiparse de nuevos y mejores conceptos que los que pueden aprenderse con el uso en la conversación de cada día.

10. En la década de 1980, con La convivencialidad atrás por casi unos diez años, Illich detecta por primera vez la existencia de términos pre-equipados por expertos en distintos ejemplos de «palabras clave», proponiéndose «discernir las condiciones bajo las cuales una red de palabras clave puede implantarse en el habla cotidiana».

Distingue palabras clave como «humanidad» y «transporte» de otros términos técnicos como «Coca-Cola» o «automóvil». Mientras que el término técnico es siempre un neologismo con «el mismo significado en todas las lenguas», hay unas palabras clave que son invenciones nuevas y se deslizan históricamente hacia el lenguaje ordinario, y hay otras que formaban ya parte del habla pero en el pasado no constituían una clave, en general su estudio exige «cierta comparación entre las lenguas». Ejemplos de palabras clave del primer tipo son «sexo», «energía» y «desarrollo»; y ejemplos del segundo son «hombre» y «trabajo». 9

11. Las palabras clave son parte de un discurso profesionalizado, es decir que, ya sea previa o posteriormente a su encarnación en el lenguaje, su institución ha sido aprobada y promovida por procesos de escolarización e instrucción.

Illich descubre este tipo de palabras como parte de una dificultad metodológica para escribir la historia de la expresión emblemática «género vernáculo» porque las palabras clave «distorsionan» el «habla vernácula» en la que es empleado originalmente este término. Aunque el libro El género vernáculo saca a este término todo el brillo posible, su autor no puede evitar declararse desde las primeras páginas «atrapado en una red deformante de palabras dominantes». 10

12. Palabra clave, keyword, es ya una descripción del comportamiento de esta familia de términos. Este tipo de palabras actúan como claves de nuestro lenguaje, como si nuestro lenguaje fuera un edificio con muchos niveles y para subir al siguiente hubiera que utilizar cada vez una contraseña.

13. El lenguaje es a veces laberíntico, pero ello no implica la existencia de contraseñas especiales para orientarse en su uso.

14. Lo cierto es que ninguna palabra, por más científicamente equipada, podría llevar a cabo una función de este tipo, a no ser porque, disfrazada de llave, se le considerara en realidad como un bloque en la construcción del edificio.

15. En 1988, el lingüista de Friburgo Uwe Pörksen, amigo de Illich, publica Plastikwörter. Die Sprache einer internationalen Diktatur, cuyo título tuvo muchas dificultades para ser traducido al inglés y que yo traduciría al español como «Palabras plásticas. Los dictados de una lengua amorfa». 11 Este libro describe de manera detallada el comportamiento de una serie de términos importados de la ciencia, la economía y la administración al ámbito del habla cotidiana.

Dos de las características de la palabra plástica son: «A. Se origina en la ciencia y se parece a un bloque para construir. Es un estereotipo. B Tiene una función inclusiva y es una “clave para todo”». 12 Una constelación de ejemplos nos puede ayudar a ver los parecidos de familia entre las palabras que Pörksen tiene en mente: «sexualidad», «relación», «desarrollo», «intercambio», «información», «comunicación», «energía», «espacio», «estructura» y «sistema». 13

Considera si alguna de estas palabras es para ti conspicua, es decir, si vienen a la mente ejemplos con los que podrías enseñarle a un niño cómo se emplea ese término en nuestro lenguaje.

16. Según los cálculos de Pörksen en esa época, las palabras clave que ha descubierto a través de estudios históricos no rebasan tres docenas.

17. Desde el punto de vista de una historia conceptual se observa cómo, aunque con una consistencia propia en el ámbito delimitado de ciertas disciplinas, cuando estos conceptos son implementados por un profesional en la esfera cotidiana, se vuelven difusos e inconsistentes. 14

18. El primer tipo de inconsistencia filosófica en la que siempre puedo pensar caracteriza una de las confusiones provocadas por la popularización de las palabras plásticas: «uno toma la palabra por la cosa». 15

19. La función «sexualidad» en el discurso profesionalizado del analista es originalmente un objeto o energía psíquica con su propia consistencia explicativa en el ámbito de la psicología. En el plano de la vida cotidiana esta consistencia adquiere un grado desproporcionado de adaptabilidad inconsistente y transformación ilimitada. Tengo «sexo», «sexualidad», «orientación sexual», «necesidades sexuales», «enfermedades sexuales», «atracción sexual», «sexualizo», «soy sexualizada/o», etc. 16

¿Cómo explicaría sin ambigüedades esta palabra a un niño que me pregunta por su significado? Irónicamente, con el fin de no causar confusión, encargo esta tarea a una distribución institucional y escolar apropiada del discurso profesionalizado. Esto es consecuencia del hecho de que la palabra «sexualidad» en una expresión cualquiera, no puede ser evaluada y comprendida por cualquiera, sino solamente por una persona que ha recibido la formación institucional que requiere para utilizarla. En la medida en que los criterios del uso correcto de este término pueden ser definidos solamente por una persona que posee un diploma, esta palabra ha dejado de ser desde ese momento una herramienta de convivencia.

20. En el libro de Pörksen los estereotipos del discurso profesionalizado «reforman» y «colonizan» las «regiones más remotas de la vida diaria», de la «lengua ordinaria» o «vernácula». Una amorfa «mezcla de esferas» nubla la sensibilidad de la diferencia entre dos regiones de lenguaje remotas entre sí, «la esfera de la expansión ilimitada de la capacidad técnica y teórica y la esfera limitada de la vida diaria». 17 Al mezclarse estas esferas la conversación es invadida por estereotipos con una amplia capacidad de resonancia cuyo empleo es inseparable de una dependencia a la explicación profesional y la instrucción teórica.

21. En cuanto paisajes de lenguaje remotos, el plano conceptual y la esfera coloquial se corresponden con paradigmas de consistencia diferentes, en otras palabras, son inconmensurables entre sí.

22. Podemos comparar a las palabras que resultan de la imposición especializada de conceptos en expresiones coloquiales con las deformaciones que se producen cuando uno proyecta una imagen plana sobre una esfera.

23. Lo menos que puedo hacer al emplear un término teórico en una conversación es suspender mi juicio acerca del significado que adquiere en este contexto, es decir, debo dejar que la atmósfera de la conversación determine la gramática de su significado. De por sí pareciera que, aunque puedo usar un término profesional, no tengo el derecho inmediato de juzgarlo, como si al enunciarlo viniera, por así decirlo, previamente firmado por otro. No obstante, el hecho de que, mientras no alcance un cierto estatus educativo, no puedo juzgar este tipo de discurso, ello no implica que este discurso no contenga distintos tipos de juicios.

24. El diagnóstico clínico es un ejemplo de juicio verbal profesional que se establece sobre una sensibilidad íntima de malestar.

25. El malestar que Illich refleja en algunos de sus últimos escritos, hacia finales de la década de 1990, tiene que ver con la tendencia reciente del diagnóstico a proporcionarnos una imagen de gráfica estadística de la sensibilidad de malestar, acompañada por su interpretación profesional. Se refiere en especial a las proyecciones de enfermedades que realizan los estudios genéticos, tal como los ha estudiado la genetista Silja Samerski, y suele llamar a esta imagen gráfica «ícono».

26. «El diagnóstico ya no da una imagen que pretenda ser realista, sino una maraña de curvas de probabilidades organizadas en un perfil». 18

27. Una nota sobre el realismo del ícono. Intuyo que esta exigencia de realismo tiene que ver con el carácter cotidiano de una conversación contrario a la excepcional experiencia de una explicación profesional. Cuando participo en una conversación asumo una actitud realista en la que, independientemente de toda cuestión metafísica, o bien expreso lo que pienso y hago un esfuerzo por escuchar, o abiertamente entro en conflicto con quien hablo. El juicio realizado por un biomédico a partir del análisis estadístico representado en un ícono paraliza en cambio toda posibilidad de conversación en este sentido.

Sin embargo, según lo que pienso, el ícono sigue siendo realista porque mi reacción ante él también lo es. Asumo que la estadística indica algo concreto. Pero este realismo es de un tipo distinto al de la conversación. Es el realismo operativo que uno experimenta cuando recibe una instrucción o, también, un instructivo. En este caso, el mensaje clínico es la mezcla confusa de dos juegos de lenguaje diferentes: recibir una explicación y dar una instrucción. De modo que, para mí, no es que el ícono estadístico carezca de realismo, se trata de un realismo particular, en el que para seguir una serie de pasos, no hace falta que yo entienda el significado completo de las palabras empleadas.

Los íconos inundan la esfera cotidiana por medio de elementos visuales virtuales y, al igual que la palabra plástica, estas imágenes requieren una cierta familiaridad con el discurso profesional para poderse digerir.

28. Debemos a Barbara Duden y Silja Samerski, la historiadora del cuerpo y la especialista en genética, un estudio detallado del caso particular de los «genes» como un «ícono público» susceptible de producir confusión en el ámbito cotidiano. 19 En este estudio las autoras presentan una serie de observaciones sobre una voluminosa recopilación de conversaciones que tuvieron con los habitantes de un pueblo alemán con «grandes laboratorios de biología molecular» que ellas «van a llamar Heudorf». 20 Las observaciones sobre la conversación con la gente del pueblo y los médicos en la clínica se complementa con el análisis del proceso por medio del cual los médicos interpretan los resultados de los estudios genéticos y se los explican a la gente.

El eco de la palabra gen en las nociones de cada día revela que la plasticidad del término se presta a una serie de abusos gramaticales. Una vez instalados en el lenguaje coloquial los «genes» son una palabra empleada en los juegos de lenguaje más variados: referir a un ícono gráfico, indicar características del pasado, hacer predicciones sobre el futuro, mencionar atributos individuales, prescribir, determinar y, también, las enfermedades se «sientan» sobre ellos. El carácter homónimo de estos distintos usos en la esfera cotidiana conduce a imaginarse con la palabra una extraña figura que unifica funciones gramaticales incompatibles. Además, la maraña de confusiones gramaticales en la que la palabra «genes» pierde sus contornos, pretende instalarse como una respuesta aparentemente satisfactoria a la pregunta: «¿Quién soy yo?». Una «fisura semántica» entre «esferas de significado heterogéneas» inunda el término «genes» cuando éste es transferido por un profesional del ámbito científico al habla popular. 21

29. En el pueblo de Heudorf la dependencia al discurso profesionalizado ha alcanzado un nivel singular. Si quiero asegurarme de evitar que mi salud se exponga a riesgos debo regular mi forma de vida de acuerdo con recomendaciones médicas basadas en probabilidades genéticas.

30. La historia del cuerpo que previamente Illich y Duden habían investigado de manera conjunta mostraba que, independientemente del estado de desarrollo de la ciencia clínica, en otra época las mujeres podían emplear el lenguaje coloquial de los humores para expresarse acerca de su malestar en términos de las proporciones sentidas de su cuerpo. 22 El médico debía escuchar la voz, más que inspeccionar el cuerpo, y ofrecer a la paciente un remedio a la desproporción en vez de la cura de una enfermedad.

La consultoría genética, en cambio, es un adiestramiento para interpretar y sobrellevar los resultados de una prueba estadística con el fin de tomar decisiones informadas sobre la aplicación de medidas técnicas sobre mi cuerpo. Silja Samerski ha estudiado por años los efectos de esta instrucción en la vida de las mujeres embarazadas usuarias de este sistema de pruebas. 23

31. La colisión de un discurso profesionalizado con el lenguaje coloquial pone a la mano un tipo de decisión basada en un sentido desencarnado, una probabilidad. Aquí la palabra «sentido», aunque apela a una experiencia sensorial, tiene el significado que recibe en la expresión gráfica, «el sentido en que apunta una flecha». Otro efecto de la colisión es que, en este caso, el empleo de estereotipos como los «genes» en la conversación, tiende a generar desde una mezcla confusa de esferas de significado hasta un conflicto desproporcionado de carácter emotivo.

El pronóstico profesionalizado de una enfermedad que sigue el modelo del ícono contribuye a atrofiar las proporciones sentidas de un cuerpo por medio del lenguaje.

32. Al regresar sobre las observaciones de Silja Samerski relativas a los casos de la influencia del ícono sobre las mujeres embarazadas que hacen uso de los servicios de análisis genético, Illich comienza a notar la creciente tendencia a establecer el valor de las decisiones y las personas a partir del paradigma de la «probabilidad». «No es de la decisión a favor o en contra de la continuación de su embarazo de lo que yo hablo sino de la seducción que tiene la mujer a identificarse a sí misma y también a su fruto con una probabilidad. Una identificación de su elección con un billete de lotería». 24

Cuando compro un billete de lotería no cabe la posibilidad del errar, sólo la mala suerte juega un papel. Si comparo la noción de decisión con esta acción puedo decir que su significado pierde con ello las proporciones que le son propias.

33. La institución del paradigma de la probabilidad es parte de la transición histórica que, de acuerdo con Illich, vivimos en el presente. Para entender esta transición Illich se embarca en una historia de la función de probabilidad como perversión del significado de la «noción» de contingencia, que por cierto «no adquiere plena expresión sino hasta finales del siglo XIII». 25 Hacia esa época, la noción común de contingencia inunda cada aspecto de la vida hasta que el mundo entero comienza a ser considerado él mismo como contingente. Cuando algo es contingente en lengua vernácula significa que «no es un azar ni es lógicamente necesario, sino que, más bien, es un puro obsequio». 26 Aunque la filosofía franciscana intenta mantener la idea de un mundo contingente, un mundo como gracia u obsequio divino, viva hasta sus últimas consecuencias, sus formulaciones enigmáticas comienzan a redundar en la arbitrariedad. En consecuencia, desde el siglo XIII, una serie de reformas institucionales apoyadas en la innovación filosófica de una causa instrumentalis, sirven para instaurar los sacramentos religiosos como un deber cristiano. La vivencia del encuentro deja de ser un obsequio y comienza a ser un efecto asegurado por la mediación de un instrumento, legal o material, operado por el sujeto, la causa o la razón de ser de ese efecto. 27 Un suceso contingente en el francés o el inglés popular de épocas posteriores se identifica más y más con un azar arbitrario en vez de una gracia, un obsequio.

El sentido vernáculo de la noción común de contingencia se va desvaneciendo conforme el moderno paradigma racional de la causalidad toma su lugar, hasta que, en nuestro presente, resurge bajo la forma matematizada de «probabilidad dentro de unos códigos genéticos». 28

34. Voy a hacer una pequeña digresión aquí hacia la ciencia ficción para buscar una analogía de la idea que intento plasmar, espero que no se malinterprete como un pronóstico. El ocaso del paradigma causal que comienza en nuestro presente, ha llegado a sus últimas consecuencias en la novela de Philip K. Dick, Lotería Solar, hacia principios de mayo de 2203: «La desintegración del sistema económico y social fue lenta, gradual y abismal. Llegó tan profundo que la gente perdió incluso su fe en las leyes naturales. Nada pareció ya estable o fijo, el universo fue un flujo resbaladizo. Nadie supo lo que venía después. Nadie podía contar más con nada. La predicción estadística se volvió popular… en sí el concepto de causa y efecto se había desvanecido. La gente perdió la fe en la creencia de que podían controlar el ambiente; todo lo que quedaba era secuencia probable: buenas chances en un universo de azar aleatorio». 29

En la novela de Dick un «sistema de nueve planetas» es gobernado por una lotería cuya función principal es sortear las profesiones de cada individuo y los puestos de poder político. Minimax, el teorema probado por el cibernético John von Neumann en 1928 para reducir al mínimo la probabilidad de pérdidas en un worst case scenario, ha alcanzado el estatuto de una «ley pragmática». El personaje de Pellig es el cuerpo inanimado de un asesino alterado por un equipo de químicos para ser teledirigido aleatoriamente por estrategas expertos como máquina de guerra. 30 La popularización de la estadística y la desencarnación de las decisiones en este mundo posible conforman una descripción conspicua de ciertos presupuestos del mundo actual en el que vivimos.

35. En el laboratorio genético de nuestros días vemos el paso de la ciencia estadística a una cultura popular y con ello la manipulación de la deriva coloquial por íconos, categorías curvas cuyo rango de comprensión asimila esferas de significado inconmensurables. Estas categorías se instituyen como características de las personas desde su primera ecografía. Para Illich, este paso es constitutivo de un cambio de era, en la que la noción histórica de «herramienta» que acompañó y justificó la aparición del paradigma de causalidad, y que culmina con el concepto de gravedad o ley natural, ahora cede su lugar al estereotipo moderno de «sistema». 31

36. De acuerdo con Illich, desde la década de 1980, hemos entrado en una «era de sistemas» en la que «el ámbito de lo que sólo los expertos pueden hablarnos» se ha extendido enormemente sobre el lenguaje. El ícono o «visiotipo» que produce una «parálisis visual», integra la información de un sistema en un elemento visual no susceptible de predicación ordinaria. La palabra plástica «población» en su forma icónica de «curva poblacional» es un ejemplo de ello. 32

37. Actualmente los estragos de una pandemia global han tenido como efecto la popularización de la expresión «aplanar la curva» como un modelo supuestamente adecuado para guiarme en mis actividades diarias, en la toma de decisiones y en la comprensión general de la situación. 33 Pero, ¿cómo podría yo comprender una situación a partir de un ícono sobre el que no puedo hacer más que una descripción inconspicua? «Las palabras comunes no pueden aplicarse a los visiotipos y pretender hacerlo sólo genera confusión. No se encuentran en el ámbito del conocimiento personal. Al parecer me incluyen, pero yo no puedo incluirlos en lo que verdaderamente conozco». 34

38. El ícono está diseñado como un servicio institucional destinado a satisfacer por medio de un programa de pasos a seguir una necesidad inmaterial de aclaración de una inquietud existencial. Para encubrir su condición de instrucción, el ícono se presenta bajo la forma de una imagen explicada en términos de una cadena de palabras plásticas cuya coherencia es dependiente de la distribución correcta del discurso profesional en el habla común.

39. Cuando veo un término que es distribuido y explicado en un canal virtual de comunicación debo tener cuidado de que no sea el término que necesito escuchar. Lo que podríamos llamar una actitud escéptica ante la palabra plástica es un entrenamiento recomendable en la práctica de una iconoscepsis, una prudencia ante el ícono, que Illich rescata en su historia de la «evolución de la imagen como medio de formación e información». 35

Iconoscepsis . Piensa en las diferentes formas en que reaccionamos a distintas imágenes. Cuando miro una imagen pedagógica me comporto como si recibiera la instrucción de almacenar esa imagen en algún lugar de mi memoria. Si contemplo una pintura rupestre puedo asumir más bien la actitud de alguien a quien le están haciendo una pregunta, por ejemplo, colocando una mano sobre mi barbilla. ¿Qué tanto tiene que ver la diferencia de actitudes con que considero al segundo tipo de imágenes como más primitivo?

40. No obstante, antes de saltar a los manuales antiguos de meditación para encontrar remedios a la desproporción informática, se puede también escuchar a la gente, en particular, a quienes practican la conversación en los márgenes del discurso profesionalizado.

41. Platicando con Sofía Olascoaga previamente a la preparación de estas observaciones, ella atrajo mi atención sobre un autor de numerosos ensayos y textos sobre la cultura andina, Grimaldo Rengifo. Sofía me señaló en esa ocasión las similitudes y las diferencias que el PRATEC, la institución de «crianza andino-amazónica de la diversidad» de la cual Rengifo es miembro, guarda respecto al CIDOC, el centro de investigación que Illich fundó en Ocotepec en 1965 junto con Valentina Borremans. 36

42. El artículo de Rengifo «Hacemos así, así» en la antología Regeneración de saberes en los Andes, es un ejemplo de investigación filosófica sobre la práctica, difundida entre los campesinos del Cuzco, del aprendizaje como conversación con la naturaleza.

43. El saber escolar almacenable del que depende la distribución del discurso profesional se enfrenta aquí con una cultura en la que no se establece una «relación de conocimiento» con otras formas de vida sino una «de empatía, de un entroparse, vincularse, entretejerse». 37

Imaginarse una lengua es imaginarse un tejido de vida.

44. «Aprender» no es transmitir un conocimiento por medio de un sistema escolar en la forma de un servicio, sino una «modalidad de conversar» que consiste «en seguir y ser seguido, en criar y ser criado». 38 La «empatía conversadora» con las plantas, los animales y otras personas tiene un efecto doblemente criador, por ejemplo, al sembrar la chacra el campesino cría el maíz y la papa al mismo tiempo que es criado por ellos. 39

45. O bien «la mano conoce la semilla» o bien alguien «no tiene mano» para la siembra, pero en estos pueblos no se dice de alguien que «nosabe sembrar». 40 Las formas de expresión coloquial son parte de un tejido de vida que hace imposible la asociación de ideas entre un «saber» y un «estado mental».

46. «El saber se revela, brota en lo criado y no en un discurso, está encarnado y hace parte de una manera de vivir». 41

47. El significado de la palabra vernácula quechua «yachay» que resuena entre los campesinos del Cuzco, entreteje los significados de las palabras saber y vivir, por lo que en ese contexto aprender equivale a tener una vivencia. 42 Este término no es «prerrogativa» de una forma de vida específica, cuando el curandero dice «el que te ha curado es la planta» es porque la planta también sabe-vivir. 43 La confusión de la palabra «saber» con una cosa o un objeto, incluso podría decir con una onda, que puede ser almacenada, transportada y transmitida por un sistema, se disuelve en el contraste con el paisaje de lenguaje esbozado por el «yachay». 44

48. La utilidad de palabras plásticas como «desarrollo» no se entropa en el tejido de las vivencias porque se llega a conocer solamente en los espacios designados para la enseñanza y la asesoría profesional. No pueden ser consideradas conceptos porque su origen no está propiamente ligado a la experiencia y tampoco pueden ser consideradas como nociones comunes porque no tienen sus raíces en el suelo de la conversación. El carácter neutro de estos estereotipos hace posible que se constituyan como contenedores de un saber almacenable y transportable de región en región como si no pertenecieran a ningún paisaje específico, como si no tuviera un tono, un color.

49. Si las palabras vernáculas son al habla lo que el adobe de cada lugar es a la morada vernácula, la palabra plástica es al lenguaje lo que el cemento a la internacional polite architecture de la unidad habitacional industrial. En contraposición al carácter neutro, incoloro, de los estereotipos clave, la semántica doble del yachay vernáculo, saber-vivir, hace de este término una palabra tornasol.

50. Compara la gama de formas de vida que cada una de estas expresiones evoca: «desarrollo personal» y «crianza del yachay».

51. Cuando el saber «es una vivencia y no un conocimiento articulable conceptualmente», el modo de compartir ese saber, la crianza, no asume la forma de una explicación sino de una incógnita. «Las campesinas aymaras dicen por ejemplo: “No sé cómo he criado pero he criado”». 45

52. Los términos del discurso profesionalizado producen una dependencia en su usuario a la explicación profesional que los acompaña. En la crianza de las palabras, en cambio, «no hay explicaciones» porque se aprende «mirando, oyendo, haciendo e imitando». La ausencia de explicaciones que insinúen modelos cognitivos de comprensión marca un límite a la incorporación de términos profesionales en el habla.

53. Al limitar el aprendizaje a mostrar y no a enseñar, la lengua andino-amazónica se mantiene dentro de los límites de un lenguaje convivencial. La explicación desaparece del horizonte de formación y con ello, la posibilidad de circulación del recurso lingüístico del estereotipo plástico.

La fórmula de compartición de un saber-vivir en la conversación no es un programa de paso por paso con términos técnicos, sino algo más bien similar a la expresión coloquial mira y aprende.46 En el contexto de la manera en que se aprende de los padres a interpretar las señas del cielo que indican el tiempo de la siembra, Santos Cahuana de la comunidad de Huayllapampa, dice: «Algunas cosas podemos aprender de nuestro pensamiento, y otras cosas viendo, así se aprende o escuchando también; nosotros los del campo no estudiamos para aprender, nosotros hacemos así, así». 47

54. Una actitud antiprofesional es característica de su forma de vida, los campesinos y campesinas del Cuzco «a menudo enseñan» lo que saben pero no «por iniciativa propia» sino solamente «si son requeridos» para hacerlo. 48

55. El ícono empleado por los modelos genéticos de proyección en sus diversas modalidades se encuentra a su vez con una barrera vernácula. El modelo de la «psicología genética» según el cual la vida se desarrolla por etapas es destituido por la vivencia de un «afloramiento de formas de vida diferentes sin que una forma sea considerada inferior respecto a una forma futura». 49

56. En cuanto al estatus que se le da a la forma de pensamiento andino-amazónica, Rengifo especifica que la antropología y las ciencias sociales, con el fin de no considerar como inferior este modo de aprendizaje al del modo de transmisión del conocimiento científico, establecen una diferencia no en las cualidades del saber que resulta de cada modalidad particular sino en los «objetivos» de cada uno: «Mientras que para los campesinos sería la “reproducción social” su base constitutiva, la lógica científica se halla centrada en la acumulación de conocimientos sin relación estrecha con la producción social». 50

57. De acuerdo con Illich el concepto marxista de reproducción tan solo encubre la diferencia entre las actividades de subsistencia de los pueblos y el trabajo realizado principalmente por mujeres explotadas bajo el régimen de la producción industrial. En El trabajo fantasma, de 1980, Illich intenta llamar la atención sobre la diferencia entre un «complemento» del trabajo asalariado y las actividades autónomas de subsistencia, que las categorías de análisis y las palabras clave de las ciencias sociales tienden a mezclar. Este complemento es el «trabajo sombra» y ejemplos de él son: «la mayoría de los trabajos domésticos que realizan las mujeres en sus casas o en sus departamentos; las actividades vinculados con sus compras; la mayor parte del trabajo que realizan los estudiantes “empollando” sus exámenes; el esfuerzo que se realiza para ir al trabajo y regresar de él». 51 Esta forma de selfservice se distingue de recoger leña, recolectar frutos silvestres o tejer en casa, porque, mientras estas actividades son exclusivamente útiles para quienes las realizan y sus prójimos, aunque de apariencia doméstica, el trabajo sombra contribuye tanto o más que el trabajo asalariado en agregar valor a la mercancía y aumentar la ganancia del capataz. Sin embargo, conceptos como «maternidad», «reproducción social» o «tarea doméstica» suscitan una serie de confusiones respecto a esta diferencia de significados. 52

58. Para sortear las confusiones que impiden ver la diferencia entre el trabajo sombra y la subsistencia Illich recurre a la historia de la sustitución eclesial y gubernamental de las «lenguas vernáculas» por una «lengua materna enseñada» que inició con el proyecto del humanista Antonio de Nebrija, presentado a la reina Isabel en 1492, de elaborar y difundir en el reino las reglas fijas de suGramática de la lengua castellana, la primera gramática moderna, como medida profiláctica ante las amenazas de la imprenta informal a la autoridad de la Corona española. 53 «La lengua materna enseñada oficialmente quizá sea el acontecimiento más importante —y sin embargo el menos estudiado— en el advenimiento de una sociedad hiperdependiente de bienes mercantiles». 54

Para entender la diferencia entre trabajo fantasma y subsistencia vernácula hay que entender la diferencia entre una lengua gratuita y un lenguaje capitalizado sometido a la inversión, distribución y explotación económica. Mientras que la lengua vernácula es confeccionada en casa, la lengua materna nacionalmente uniformada la enseña un educador a quien se le ha pagado para que reproduzca el discurso de un publicista que ha sintetizado en un libro de texto el dictamen de un consejo administrativo. La lengua vernácula se aprende en el comercio común de la conversación con gente que dice lo que piensa y piensa lo que dice. La lengua materna es transmitida como un «flujo de palabras unilaterales» a través de canales virtuales de comunicación para las masas. El discurso moderno gramaticalmente perfeccionado que aprendemos en las universidades equivale a una mercancía que hace de los alumnos tributarios del psicoanalista, el farmaceuta y los burócratas. Las lenguas que se hablan en las comunidades pobres no industrializadas del mundo sirven noblemente a la realización de todas las actividades cotidianas sin la necesidad de la circulación de diccionarios y gramáticas impresas. 55 La lengua materna oficial, ingeniada por la Iglesia y la Corona española, a partir del siglo XV, y luego importada a América Latina como mercancía costosa, es el «lenguaje de la farsa». 56 Las palabras de una lengua vernácula florecen del entorno cercano en el que es posible frecuentar a la gente y hablar sin la mediación de un discurso, es el habla que «en la mayoría de las culturas» se deriva «de la conversación de la vida cotidiana, de la escucha de disputas y de canciones de cuna, del chismorreo, de los cuentos, de los sueños». 57

59. La relación que existe entre el discurso profesionalizado y la conversación de cada día es análoga a la relación entre la producción industrial y las actividades de subsistencia. Cuando la producción industrial crece arroja su sombra sobre la subsistencia, disolviéndola en una nueva forma de trabajo no remunerado que, en el proceso de facilitación, transporte y preparación para su consumo doméstico, agrega valor a la mercancía. En el fogón se cocina un huevo para comer, en la estufa se prepara una mercancía para su consumo. Esta forma de trabajo no remunerada o shadow work, como la llama Illich, genera una dependencia al dinero y a la producción que antes de ella no existían. La estufa, por ejemplo, requiere de la compra y distribución de gas o electricidad.

Análogamente, llamo lengua umbría al conjunto de confusiones verbales que brotan de la mezcla entre esferas de significado inconmensurables cuando la conversación ordinaria de la gente es eclipsada por el discurso profesionalizado. Al quedar el lenguaje coloquial en un estado de indigencia, éste es rápidamente capturado por una dependencia y un sentimiento de inferioridad frente a la jerga de los expertos. «El habla usual de los norteamericanos —dice Illich—, de los franceses o de los alemanes se ha vuelto un ensamblaje heteróclito de dos suertes de lenguajes: de una lengua fáctica, uniformizada, que se enseña y se proporciona como una mercancía, y una vernácula, coja, caótica, despedazada, que lucha por sobrevivir. La lengua materna que se enseña ha adquirido un monopolio radical sobre el habla, de la misma forma que el transporte lo ha hecho sobre la movilidad o, de manera más general, la mercancía sobre los valores vernáculos». 58

60. Las confusiones verbales que resultan del uso de palabras clave como «trabajo» y «empleo», 59 cuando éstas recubren el significado de actividades cuya forma no les corresponde, promueven la idea de que el discurso profesionalizado expresa más de lo que puede decirse en cualquier conversación. La noción misma de lenguaje, que sólo puede esclarecerse bajo la forma de un tejido convivencial, aparece como un edificio con varios pisos en el que, para subir a uno, necesito primero pasar por otro que le antecede en orden. Sin embargo, este símil no puede sino representar inadecuadamente la actividad desordenada del lenguaje en la conversación. Incluso si se llegara a demostrar un ordenamiento ideal para todo lenguaje no habría mutatis mutandis ningún perjuicio en el habla usual: «De hecho, todas las proposiciones de nuestro lenguaje coloquial están, tal como están, ordenadas de manera lógicamente perfecta». 60

A veces necesito una llave no sólo para entrar, sino también para salir de un edificio.

61. Lo que intento es recuperar las proporciones de la conversación en los límites de la desproporción informática, no como se dice a la luz de su esencia, sino a partir de la sombra que es arrojada sobre ella. 61

62. La aclaración de las confusiones verbales producidas por el empleo de palabras plásticas en la conversación pasa por una investigación convivencial en la que éstas son confrontadas con un juego de lenguaje encarnado por dos personas o más. Por medio del estudio de la historia Illich intentó incrementar las posibilidades de cuestionamiento crítico de esta forma de investigación, colocando muchas veces a sus estudiantes en un estado de zozobra frente a las certidumbres que les permiten, por ejemplo, usar sus teléfonos con toda naturalidad. 62

63. Lo más obvio suele ser lo más reticente a volverse explícito. Cuando un estereotipo adquiere el estatus de una certidumbre surge en la historia un género de obviedad particularmente elusivo. Este género de enredo gramatical equivale no a la bruma del malentendido, sino a una perversión del significado de las palabras.

Bibliografía

Barbara Duden, Heterosomática. Apuntes de una historiadora de los cuerpos de las mujeres (inspirada por las «columnas danzantes» de Joseph Rykwert), Tepoztlán, Planetaria, 2016. Conferencia en la Universidad de Pennsylvania el 28 de marzo de 1996, publicada originalmente en RES. Anthropology and Aesthetics, núm. 47, primavera de 2005, pp. 247-250.

Barbara Duden y Silja Samerski, «“Pop-Genes”: The Symbolic Effects of the Release of “Genes” into Ordinary Speech», en Francesca Molfino y Flavia Zucco (ed.), Women in Biotechnology, Creating Interfaces, Springer, Roma, 2008.

Philip K. Dick, Solar Lottery, Boston/Nueva York, Mariner Books, 2012.

Ivan Illich, Los ríos al norte del futuro. Conversaciones con David Cayley. Alios Ventos, México, 2019.

_____, «No nos dejes caer en el diagnóstico y libranos de los males de la salud», traducción de la «Lezione magistrale» en el Simposio de Bolonia «Enfermedad y salud como metáforas sociales» que tuvo lugar del 25 al 28 de octubre de 1998. Consultado el 1 de febrero de 2021 en https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=595.

_____, Obras reunidas. Volumen I, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 2015.

_____, Obras reunidas. Volumen II, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 2015.

Uwe Pörksen, Plastic Words, The Tyranny of a Modular Language, Pennsylvania, The Pennsylvania State University Press, 1995.

«Coronavirus: ¿qué es “aplanar la curva “y por qué es tan importante para “retrasar y contener” la propagación del covid-19?», en BBC News Mundo, 12 de marzo 2020. Consultado el 1 de febrero de 2021 en https://www.bbc.com/mundo/noticias-51835806.

Grimaldo Rengifo, «Hacemos así, así», en La regeneración de saberes en los Andes. Aprendizaje campesino andino , Lima, PRATEC, 1998, pp. 83-108.

Ludwig Wittgenstein, Philosophische Untersuchungen, Fráncfort del Meno, Suhrkamp, 2017.

Notas

1 Cf . Ludwig Wittgenstein, Philosophische Untersuchungen.

2 David Cayley, «Introducción», en Ivan Illich, Los ríos al norte del futuro, pp. 42-43.

3 Ivan Illich, «La convivencialidad», en id., Obras reunidas. Volumen II, p. 386.

4 Ibid., p. 418.

5 Ibid., p. 440. «La escuela, ya se enseñe en ella marxismo o fascismo, reproduce una pirámide de clases de fracasados», ibid., p. 443.

6 Ibid., p. 384.

7 «Las explicaciones se acaban en algún lugar. Die Erklärungen haben irgendwo ein Ende». El límite de complejidad de una explicación yace en el juego de lenguaje que la explicación implica. Si quiero explicar a un niño que el color de un círculo que señalo es rojo, primero tiene que haber entendido que por cierto señalo el color y no la forma del círculo. Puedo decir también: el juego «señalar un color» está implicado en la explicación del color del círculo y constituye su límite. La explicación profesional del lenguaje de los servicios implica y está limitada por la asimilación de la actividad de «dar un discurso profesional», L. Wittgenstein, op. cit., §1.

8 I. Illich, op. cit., p. 447.

9 I. Illich, «El género vernáculo», en id., Obras reunidas. Volumen II, pp. 186-187.

10 Id.

11 Uwe Pörksen, Plastic Words, prefacio a la edición en inglés.

12 Ibid., p. 23. La palabra plástica es además «inconspicua», ibid., p. 59.

13 Pörksen afirma en su libro que las palabras plásticas pueden ser siempre hiladas en series vacías de proposiciones tautológicas con una pseudocoherencia. En vez de presentar un ejemplo citado, me arriesgo aquí al ejercicio de conectarlas yo mismo en el juego de una secuencia imaginada: «La sexualidad es una energía. Las relaciones sexuales son parte del desarrollo personal. La comunicación es la base de una relación. La información es la base de la comunicación. Un sistema de intercambios se constituye de información. El intercambio ordenado requiere de un espacio y estructura. El sexo es un intercambio, etc.». Esta serie es una caricaturización ejemplar de lo que llamo «discurso profesional».

14 Ibid., pp. 35-36. Pörksen difiere con la idea de que las palabras plásticas sean tratadas como conceptos porque ellas ya no provienen más de la experiencia y parecen vaciadas de su historia antes que llenas de una. Una historia de los conceptos en su propio plano de inmanencia, sin embargo, ayuda en la investigación filosófica a pensar en maneras de aclararse el uso de las palabras plásticas.

15 «one takes the word for the thing», ibid., p. 76. O también, «Cada palabra tiene un significado. Este significado está coordinado con la palabra. Es el objeto por el que esa palabra se tiene Jedes Wort hat eine Bedeutung. Diese Bedeutung ist dem Wort zugeordnet. Sie ist der Gegenstand, für welchen das Wort steht », L. Wittgenstein, op. cit., §1.

16 La palabra plástica, ¿es sustantivo, verbo, adjetivo, o pura metamorfosis? La plasticidad del estereotipo, su capacidad de transformar su gramática, se alcanza a ver mejor cuando la comparamos con la elasticidad de palabras mil usos que atiborran amplias regiones de lenguaje con su eco. Ejemplos de palabras mil usos son truc (coso, cosa) en francés, o aide (ándale, venga) en djudezmo. Las palabras mil usos tienen un campo semántico amplio pero una gramática precisa, el contexto puede determinar completamente su modo de empleo. La palabra plástica, en cambio, participa de distintas funciones gramaticales y es, por así decirlo, inmune al contexto, mantiene una reducida ambivalencia semántica en situaciones variadas. Compara la ambigüedad particular a cada expresión: «j’ai un truc» y «tengo sexo».

17 Ibid., pp. 77-81 y «Prefacio».

18 I. Illich, «No nos dejes caer en el diagnóstico y líbranos de los males de la salud».

19 Barbara Duden y Silja Samerski, «“Pop-Genes”: The Symbolic Effects of the Release of “Genes” into Ordinary Speech», en Francesca Molfino y Flavia Zucco (eds.), Women in Biotechnology, Creating Interfaces, pp. 161-170.

20 Ibid., p. 163.

21 Ibid., p. 164. También en ibid., p. 168 se elabora un problema en los predicados de oraciones con esta palabra: «Invariablemente en la plática del genetista, la persona, la persona a la que se dirige y la predicación divergen, pertenecen a esferas de significado incompatibles». No es que la palabra «genes» sea aplicada de forma distinta en distintos juegos, o de forma «incorrecta» en el habla común, sino que es poco claro cuál es la forma de aplicación que le corresponde en un juego cualquiera. En la frase «hay un defecto en mis genes», la palabra «genes» invoca a la vez un problema hereditario, un mal pronóstico y una deficiencia en mi cuerpo. ¿A cuál de las tres me refiero? ¿La precisión de esta referencia, depende realmente del contexto? Para aclarar la idea de un abuso gramatical puedo comparar esa frase con otra que no requiere ninguna explicación, por ejemplo, «hay un chicle en mi zapato».

22 Barbara Duden, Heterosomática, pp. 8-10, se refiere a las fuentes en las que mujeres en Alemania en 1720 expresan su «experiencia de la carne», en paralelo con «los protocolos de consulta» establecidos por el médico barroco John Pelagius Storch (1681-1751).

23 «La consultoría genética es un servicio educativo que entrena a la gente para volverse supuestos consumidores informados y responsables de pruebas genéticas, preparados también para hacer frente a sus resultados. El objetivo del crash course en bioestadística y genética que puede durar de una a dos horas no es cumplir con una conducta profesionalmente prescrita sino con “la asistencia individual para llegar a una decisión”. Los genetistas motivan a sus clientes para que tomen su propia decisión, después de ser preparados profesionalmente para ello. En el caso de las mujeres embarazadas, la clientela principal de los consejeros genéticos, esta decisión es históricamente única: la mujer embarazada es interrogada en vista de su perfil de riesgo actual si quiere conservar su embarazo o condicionar su continuación a resultados de pruebas posteriores», B. Duden y S. Samerski, op. cit., p 166.

24 I. Illich, op. cit.

25 I. Illich, Los ríos al norte del futuro, p. 108. «Y empleo el término “noción” en lugar de “categoría”, “concepto”, “idea” o “palabra” en un intento de expresar el involucramiento de sentimientos en ello: sentimientos con relación al yo, al otro, y al mundo, así como cierta plasticidad conceptual y lingüística», ibid., p. 111.

26 Ibid., p. 108. «Ante la cuestión de por qué Dios creó el mundo, Agustín respondió con la sorprendente aseveración quia voluit, porque ello le complació, porque tal fue su voluntad, porque así lo quiso. Podría decirse lo mismo usando una expresión coloquial mexicana cuyo sabor es intraducible al inglés: porque le dio la gana».

27 Ibid., p. 116.

28 Ibid., p. 110.

29 Philip K. Dick, Solar Lottery, p. 18.

30 Ibid., pp. 28 y 84.

31 I. Illich, op. cit., pp. 118-119.

32 Ibid., pp. 188-198.

33 «A medida que el coronavirus se propaga a más y más países, las autoridades sanitarias están intentando evitar un rápido aumento en el número de casos. “Aplanar la curva” es una forma crucial de detener el desbordamiento de los servicios de salud y limitar el número de muertes en general. Italia es un excelente ejemplo de un lugar que lucha por hacerlo. Pero, ¿qué significa realmente la expresión? El brote de covid-19 parece estar convirtiendo a todo el mundo en un “experto” en salud». Cf. «Coronavirus: ¿qué es “aplanar la curva “y por qué es tan importante para “retrasar y contener” la propagación del covid-19?».

34 I. Illich, op. cit., p. 190.

35 Ibid., p. 152.

37 Grimaldo Rengifo, «Hacemos así, así», p. 84. «El aprender se convierte así en un acompalar, en un entroparse con la danza que los otros bailan, en un acto de recreación donde afloran nuevas formas de hacer las cosas que se adecúan a las circunstancias particulares que uno vive», ibid., p. 104.

38 Id.

39 Ibid., p. 90. «El hombre cría a la naturaleza al tiempo que es criado por ella», ibid., p. 102.

40 Ibid., p. 100: «Emeterio Tucto de la comunidad de Cashapampa, Cajamarca, comenta, en el castellano rural caramarquino, lo suguiente: “Pa’ arrojar semilla siempre existe una buena mano. Hay mueres que son buenas pa’distribuir semilla de papa, olluco, mashua. Si tienen buena mano todito crece. Vuelta pa’ arrojar trigo, cebada, son los mayores, lo tienen bien calculao… la mano conoce la semilla y la chacra, igualito es pa’echar guano”: En Terrones J. Cómo aprenden los campesinos. Indea. Cajamarca. Octubre 1998. Manuscrito 4pp».

41 Ibid., p. 103.

42 Ibid., p. 90: «En quechua la palabra yachay significa, entre otras cosas, saber y vivir».

43 Ibid., pp. 98-99.

44 La palabra está circunscrita a un paisaje específico: «Es obvio que este saber no tiene la pretensión de ser universal ni verdadero para todo lugar. Es un saber local y circunstancial que se rehace y recrea en cada momento», ibid., p. 95.

45 Ibid., p. 103.

46 «…aprenden de ellos viendo y haciendo (qawaq y qatipaq en quechua ayacuchano)», ibid., p. 94.

47 Ibid., p. 101. También en ibid., p. 132: «Aquí cada quien, si desea, recrea un saber pidiendo, solicitando que alguien le muestre lo que sabe. Lo que hace éste, cuando es solicitado, es mostrar diciendo: “así lo hago” es decir muestra la dirección y no los pasos». O también: «Si he agotado los fundamentos, he llegado a roca dura y mi pala se dobla hacia atrás. Entonces me inclino a decir: “Yo nomás así le hago”. (Recuerda que a veces requerimos explicaciones no por su contenido, sino por la forma de la explicación) Habe ich die Begründungen erschöpft, so bin ich nun auf dem harten Felsen angelangt, und mein Spaten beigt sich zurück. Ich bin dann geneigt, zu sagen: “So handle ich eben”. (Erinnere dich, da ß wir manchmal Erklärungen fordern nicht ihres Inhalts wegen, sondern der Form der Erklärung wegen ». L. Wittgenstein, op. cit., §217.

48 G. Rengifo, op. cit., pp. 102-103.

49 Ibid., p. 94.

50 Ibid., p. 85.

51 I. Illich, «El trabajo fantasma», en id., Obras reunidas. Volumen II, p. 135.

52 Ibid., pp. 143-145.

53 Cf. Ibid., pp. 67-91.

54 Ibid., p. 82.

55 Cf. Ibid., pp. 92-111.

56 Ibid., p. 107.

57 Ibid., p. 102.

58 Ibid., pp. 107-108.

59 «Hoy en día “trabajo” y “empleo”, son palabras clave. Hace tres siglos, ni una ni otra tenían su sentido actual. Las dos eran todavía intraducibles en numerosas lenguas no europeas. La mayoría de las lenguas nunca han tenido una única palabra para designar todas las actividades consideradas útiles. Algunas poseen un término especial para designar las actividades remuneradas. Dicho término tiene por lo general una connotación de gratificación, corrupción, tasación o extorsión de intereses. Ninguna de esas palabras recupera lo que llamamos “trabajo”. Desde hace tres decenios las agencias del gobierno de Yakarta intentan imponer un término único, bekerdja, den lugar de la media docena de palabras que emplean para designar las actividades productivas. Sujarno había considerado ese monopolio de un término único como un paso decisivo en la creación de una lengua malasia para la clase obrera. A los planificadores del lenguaje los siguieron relativamente los periodistas y los dirigentes sindicales. Pero la gente continuó empleando términos diferentes según las actividades de las que hablaban: familiares, comunitarias, astringentes, burocráticas, fueran o no remuneradas. De un extremo al otro de América Latina, la gente experimenta menos dificultad en efectuar la tarea retribuida que se le asigna que entender lo que el patrón quiere decir por trabajo», ibid., p. 136.

60 L. Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus, 5.5563.

61 «Es como si se hubiera tomado la fotografía de una escena, pero sólo se pudieran ver de ella algunos detalles dispersos; aquí una mano, allí un pedazo de rostro, o un sombrero —lo demás está oscuro. Y es como si yo supiera con toda certeza lo que representa la figura completa. Como si pudiera leer la oscuridad», L. Wittgenstein, Philosophische Untersuchungen, §635.

62 D. Cayley, op. cit., p. 48.