Número 82

Presentación

¿Qué posibilidades abre una aproximación entre la historia conceptual y la teoría crítica? En el trayecto de tal intersección irrumpen cavidades y brechas que sugieren una discontinuidad con la propia historización de los conceptos en su sentido tradicional. El cruce entre ambas sugiere, en principio, dos perspectivas que inauguran un horizonte de reflexión que sitúa en su decurso menos afirmaciones que dudas, buscando zanjar los límites de toda historia conceptual. Por un lado, se encontraría una extensión de lo que cabe entender y poner en práctica bajo la rúbrica de la historia conceptual y, por otro, la de una forma u orientación autorreflexiva de la historiografía. En otras palabras, se trataría de una articulación entre una historia crítica en cuanto postura dentro de la historiografía y una crítica histórica en cuanto actividad reflexiva de la historia. Este expediente propone una exploración de las coordenadas que pueden fijarse en ambos sentidos como resultado de esta mutua interrogación entre la escritura de la historia y las genealogías de la teoría crítica.

Desde el pensamiento de Reinhart Koselleck, la historia conceptual se planteó como una crítica de las maquinarias conceptuales producidas por la Ilustración y, en particular, del concepto moderno de historia. Cabe señalar que el proyecto teórico e historiográfico de Koselleck entraña posibilidades de mayor profundidad y amplitud de lo que es posible observar en las más extendidas derivas actuales de la historia conceptual, frecuentemente acotadas al estudio lingüístico y semántico de conceptos políticos y jurídicos. La veta fenomenológica de Koselleck —su interés por la relación entre palabras y cosas, lenguaje y vida, conceptos y sociedad— no ha tenido suficiente eco en la historiografía contemporánea, lo que permite que sus postulados teóricos contengan posibilidades y alcances que no han sido del todo explorados, o que lo han sido —y desde hace largo tiempo— sólo desde aquello que hasta ahora se ha considerado como sus márgenes.

La crítica, según lo rastrea Koselleck en su estudio sobre la patogénesis del mundo burgués, está etimológicamente emparentada con el concepto de crisis a partir de una acepción fundamental, donde el término refiere a una actividad del pensamiento tendiente a separar, a marcar una separación o una diferencia con base en la cual se formula un juicio; es decir, la crítica como separación y enjuiciamiento.1 Separar, añadimos, allí donde los discursos articulados a la operatividad del poder y a la reproducción de los órdenes establecidos tienden a reunir, identificar y trazar líneas de continuidad. Separar es, pues, como sentencia Walter Benjamin, interrumpir el continuo, establecer la discontinuidad y, para ello, la teoría crítica, en sus distintas vertientes, procede mediante la producción de conceptos ya que éstos no se encuentran acabados. Se debe reconocer, por tanto, que la operación que emprendió Koselleck al destituir el horizonte de sentido de la Ilustración en el que se situaban conceptos «fundamentales», no finalizaba en reconocer la intensidad política de esos conceptos y de sus usos en situaciones determinadas. Muy al contrario, el despliegue de su pensamiento invitaba a la formación de un constructo político novedoso que podía afectar directamente al tiempo del ahora, y que inauguraba una separación insalvable con la insatisfacción de un pasado que se hacía evidente.

Si con Hegel se abre esa posibilidad en la construcción de conceptos como los de religión, dialéctica o sociedad, la historia conceptual tiene ya en sus propias raíces un sentido crítico que fue continuado por escritores como Marx (valor), Nietzsche (lenguaje), Benjamin (arte), Norbert Elias (civilización), Löwith (filosofía de la historia), Foucault (humano), Jaeger (humanismo), Agamben (nuda vida); y en latitudes más próximas con O’Gorman (América), Bolívar Echeverría (barroco), René Zavaleta (ideología) o Fanon (racismo). De ahí que la separación que se realiza con la historización de los conceptos incluya ya una diferencia que es problemática y que conduce a la propia actualidad del concepto, es decir, que se historizan conceptos porque éstos nos resultan extraños, problemáticos y poco cercanos. En la diferencia de esa separación se instala también la posibilidad de construir una nueva politicidad en el concepto o, en otras palabras, la actualización de su conflictividad, que es a su vez condición de posibilidad de toda historia.

De ese modo, el concepto como separación crea al mismo tiempo un nuevo paradigma que se aísla del horizonte del que ha formado parte sólo en la medida en que, exhibiendo su propia singularidad, vuelve inteligible un nuevo conjunto desde el cual se reconocen las irreductibles singularidades que se encuentran en contradicción y que él mismo debe constituir. En ese sentido se podría afirmar que sólo existe la crítica cuando se delata el encubrimiento que se produce en el nombramiento de una intensidad política hegemónica, misma que acaba por instituir un lenguaje enajenado y capturado. Es la insatisfacción que produce el alejamiento lo que hace de esa separación una actividad genuina, liberando al concepto de su simulación y vinculándolo a los referentes políticos y sociales que actualizan su historia. De otro modo, el concepto amenazaría con desaparecer en todo presente que no se reconozca aludido por sus intensidades, acaso por sus silencios.

Se impone, pues, la necesidad de ampliar esos márgenes, remontar nuevas genealogías de lo que puede entenderse como historia conceptual y abrir en ella sitio para algunos cauces soterrados o ignotos que conducen lejos de la erudita pretensión enciclopédica y de la reducción lingüístico-semántica de la historicidad de los conceptos. Frente a estas tentativas, un acercamiento entre la historia conceptual y la teoría crítica, en la formulación antes señalada, sugiere, en términos generales, una reflexión sobre los entramados de la relación entre conceptos e historicidad de las formas de vida, así como sobre las condiciones de posibilidad de la apropiación de su historia desde el umbral del presente. Doble operación de la historia conceptual: en la historización de un concepto se encuentra la desvinculación de su referente más próximo que encubre aquello que sólo la crítica puede reconocer y que se corresponde con la separación de una tradición inoperante y con la actualidad de su conflicto, es decir, con la postulación de un nuevo concepto. Lo anterior puede tener lugar por vías diversas.

Ahora bien, la tarea de la crítica ha sido también definida como una búsqueda de los límites: separar es siempre delimitar. Esta perspectiva es central en el ejercicio de la crítica que se remonta a Kant, misma que, como referente para las aproximaciones que explora este expediente, sugiere un enfoque de la relación entre conceptos, experiencia y subjetividad. Koselleck mismo hace eco de Kant cuando afirma que no hay experiencia sin conceptos, y viceversa, de lo cual deriva la premisa antropológica de que los conceptos posibilitan el despliegue temporal de la experiencia, su inteligibilidad como pasado y su proyección como horizonte de expectativas.2 Allí se perfila la pregunta por el concepto como una formación histórica, condición de la experiencia posible y, por extensión, de la constitución de la subjetividad. En este sentido, puede plantearse una historia conceptual bajo el signo de una crítica cercana a la reelaboración foucaultiana del problema planteado por Kant, donde el ejercicio de delimitación se dirige a la forma y función del concepto en la configuración y operatividad de los dispositivos de formación y administración de los cuerpos, de orientación de los comportamientos y del deseo, de producción y ordenamiento del discurso, de codificación de los gestos y las miradas. En aproximaciones de esta índole, el ejercicio de una historia conceptual de signo crítico se propone identificar el límite histórico de los conceptos como formaciones de la experiencia, mostrarlos en su carácter contingente allí donde se presentan como naturales o necesarios, en aras de visibilizar las posibilidades de su trasgresión y de interrumpir el continuo de la subjetivación como sujeción.

En otro sentido, una historia conceptual orientada por la teoría crítica sugiere como un aspecto central la perspectiva de la negatividad y la ambivalencia. Una negatividad entendida, en principio, como aquello que se resiste o no es susceptible de ser nominado o conceptuado, aquello que queda fuera o es excluido en la constitución del concepto y que, no obstante, es su condición de posibilidad. Lo anterior, sin embargo, se encuentra atravesado por la ambivalencia del concepto, su carácter a la vez epistémico y mudo, reflexivo y cerrado sobre sí; en suma, por la ambivalencia del trabajo posible de la negatividad como apertura de la diferencia en el concepto. En efecto, la propia genealogía de la historia conceptual remite ineludiblemente a Hegel, para quien lo uno y su negación quedan apropiados en el concepto y la multiplicidad de la que se compone queda totalizada en su unidad. Frente a esta operación —en la que Koselleck aún se reconoce y de la que no termina de hacerse cargo—, la historia conceptual próxima a la teoría crítica pone la mira en ese afuera cuya exclusión posibilita la unidad del concepto; en la irreductible multiplicidad de las historias que quedan totalizadas en su universalidad; en el trabajo de una negatividad que no termina por armonizarse o resolverse en una síntesis, sino que mantiene abierta la perspectiva del conflicto y la contradicción inherentes a la constitución del concepto. Se trata, pues, de una historización guiada por un principio cercano a lo que se concibe como la tarea de una dialéctica paradójica, buscando ésta no sólo la sustitución del principio de unidad en el concepto, sino la posibilidad de reconocerlo en sus contradicciones para encontrar la postulación de diversas experiencias y expectativas que se silencian en dicha unidad.

El actual número tiene como propósito indicar algunos lugares en la cartografía de los cruces posibles entre historia conceptual y teoría crítica. La crítica inicial a la Ilustración puede ser una línea de referencia en torno a la construcción de conceptos —como lo fueron los de historia, crisis, revolución—, pero esta línea permite una conversión que se introduce en horizontes de sentido más amplios que conducen a una crítica actual. De ahí el sentido de los conceptos tratados en este expediente: estado de naturaleza, población, raza, exergo, indio, aura. Nos parece que los textos reunidos muestran la pertinencia de la exploración de la historia conceptual y la teoría crítica en sus interpelaciones mutuas y la fecundidad de las perspectivas teóricas e historiográficas que su acercamiento posibilita. En conjunto con los textos que se reunirán en el segundo volumen (núm. 83 de Fractal), el expediente aquí presentado se instala desde sus inquietudes y propuestas como un intersticio más entre pasado y presente.

Juan Carlos Álvarez García Cano y Andrés Luna Jiménez


1 Reinhart Koselleck, Crítica y crisis. Un estudio sobre la patogénesis del mundo burgués, trad. de Rafael de la Vega y Jorge Pérez de Tudela, Madrid, Trotta, 2007, p. 241.

2 Reinhart Koselleck, «Historia de los conceptos y conceptos de historia», en Revista Ayer, núm. 53, 2004 (1), p. 28.