El artista nigeriano Emeka Okereke es el fundador del proyecto Invisible Borders cuya búsqueda es desmitificar espacios y distancias en y desde África. Esta búsqueda tiene lugar a través de viajes con una furgoneta y cinco otros artistas a bordo, realizando viajes de larga duración, de dos a tres meses, para explorar regiones y conocer espacios. El proyecto comenzó con un viaje en carretera desde Lagos, la capital de Nigeria, hasta Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina. Emeka Okereke se define a sí mismo como una persona frontera, en tránsito, híbrido, cuya búsqueda es y se ejerce mediante el movimiento con el fin de problematizar ideas preestablecidas de distancia. En un viaje que hice en febrero de 2017 a la ciudad de Lagos tuve la oportunidad de conocer y entrevistar a Emeka en su departamento ubicado en Bariga, uno de los barrios más poblados del Lagos Continental.
¿Qué es un camino para ti?
Mi filosofía básica es que el movimiento lo es todo. No sé si hay otra manera de resumir esta vida, aparte del movimiento. Dondequiera que vaya es lo que veo. La otra parte de la pregunta, de la narración, es que tratamos constantemente de detener este movimiento. Y eso es a causa de nuestros miedos; el miedo es una de nuestras emociones más fuertes, el miedo a lo desconocido, pero lo desconocido es también donde se encuentran todas las bendiciones. Una cuestión de doble filo, para las personas que no tienen nada a lo que aferrarse: es lo desconocido que les da un sentimiento de esperanza, algo que esperar. Sin embargo, para las personas que tienen mucho, es lo desconocido lo que les hace temer que lo perderán todo. Es esta tensión, en este espectro, la que causa los problemas que ahora tenemos en el mundo. Los-que-tienen tienen miedo de los-que-no-tienen y, por supuesto, a veces los-que-no-tienen aspiran a ser como los-que-tienen. ¿Qué es un camino para mí? Me doy cuenta de que en realidad soy muy afortunado de ser un artista porque todavía no tengo nada, así que puedo tenerlo todo. No estoy interesado en adquisiciones materiales, sino en la experiencia de ser y en buscar comprender la vida. Así pues, como africano que nació después de la Independencia, en ese marco poscolonial, y después de haber viajado a lugares como Europa, mi primer instinto fue resistir y decir «el colonizado», la esclavitud, etc. Como una medida de autopreservación, uno quiere hacerlo. Sin embargo, con el tiempo te das cuenta de que la única manera en que puedo ser útil es en la vida que vivo, que se mueve constantemente y que aspira a una suerte de estado híbrido.
Como la idea de la creolización desarrollada por Édouard Glissant…
Exactamente, ser ese espacio intermedio, el intersticio. El espacio que Homi Bhabha diría intermedio, transitorio. En donde hay espacios para la producción de nuevos conocimientos, porque la función de la ignorancia es establecer categorías: el negro, el blanco, el otro. Y cuando haces eso…, no estoy diciendo que no hay razón para hacer eso, pero cuando haces eso, se convierte en una función de nuestra ignorancia, no de lo que es posible.
Por eso me gusta la noción de creolización, porque es esta idea de reconocer que hay alteridad, pero no es la del deseo de un yo puro.
Es por eso que Invisible Borders es un proyecto poscolonial, que aspira —en cierta medida— a ser un proyecto posracial. No porque queramos descartar todas las posiciones de desigualdad, marginación, subyugación. No lo queremos. Sin embargo, me he dado cuenta de que soy más fuerte, mucho más poderoso si hago un llamado a mi cultura, a mi experiencia como africano. Ya no acepto entrar en una habitación o en un recinto y pensar que soy una minoría. ¿Por qué debo sentirme como una minoría? Debo ser el que se siente más fuerte. Es una manera mucho más proactiva de mirar al híbrido. Además, ya no le doy tanta importancia a lo que pienses de mí, a tus categorías. Al igual que James Baldwin dijo: «Tú eres el nigger, es tu problema, no yo». Y eso es muy poderoso. La gente siempre está proyectando sus miedos sobre ti y me doy cuenta de que tus miedos no tienen ningún efecto sobre mí hasta que los acepto; lo que significa que uno mis temores con los tuyos.
¿Qué significa eso?
Cuando estudiaba en París, a veces entraba en una tienda de abarrotes y me encontraba con un hombre negro —un guardia de seguridad— y empecé a tener mucho cuidado de no ofender a la otra persona, era muy cuidadoso de dejar en claro que no estaba robando nada. De la misma forma en que Baldwin habló de cuando visitó una pequeña ciudad en Europa y fue mirado como a un extraño. Pero para ser visto como un hombre negro es diferente, hay una mirada especial. ¿Qué hacemos contra eso? ¿Cómo nos lo contamos a nosotros mismos? ¿Cómo podemos poseerlo?
Así, los viajes que realizamos desde Lagos a Sarajevo fue lo más proactivo que hicimos jamás. En primer lugar, pretendíamos desmitificar la distancia entre África y Europa. Nunca ha estado tan lejos; ¡está justo ahí! Esta decisión fue política, la distancia se creó con un propósito particular de subyugación, para explotar a la gente. Con esta supuesta distancia todas las relaciones entre África y Europa podrían hacerse bajo la alfombra; así es como Grecia se convirtió en el centro de la civilización.
La narración de la historia y la geografía…
Exactamente. Por lo tanto, para nosotros la idea del viaje estaba llena de todas esas preguntas, pero dentro de un proyecto juguetón, activo y simple que está tratando de no quedar atrapado en la política en la medida de lo posible. Hay otras narrativas que han sido mercantilizadas y queríamos alejarnos de eso. Cuando viajamos a Europa, estábamos conscientes de nuestro cuerpo, nuestro cuerpo negro, el flâneur negro. Cuando estuvimos en Europa recuerdo una imagen muy fuerte. En la frontera entre Austria y Eslovenia, aparcamos nuestra furgoneta, nos paramos en la frontera y pasamos algún tiempo allí, nos fotografiamos, comimos, hicimos algunas cosas. Le dije a mi gente: «¿Ven lo que estamos haciendo ahora? No estamos haciendo mucho, pero el simple acto es altamente político, porque: ¿qué estamos haciendo aquí? ¿De qué manera?». Normalmente, en cualquier lugar en donde se encuentre una persona negra debe haber una razón y, a menudo, es que no debería estar allí.
Se trata de encontrar puentes. Lo que es realmente interesante es que normalmente no se piensa en hacer un viaje por carretera Lagos-Sarajevo. Está fuera del sentido común.
Fue utópico en primera instancia. Llegamos allí y la gente nos preguntaba: «¿Por qué Sarajevo?». «¿Por qué no?», les respondía. ¿Necesito otra respuesta aparte de esa? ¿No puedo viajar a Sarajevo? ¿Lo ves? Es altamente político. El «¿Por qué no?» es una respuesta perfecta. No necesito validar mi decisión. Y siempre se nos ha pedido que validemos, que nos expliquemos.
También es parte de desafiar las fronteras. ¿Cómo desafiarlas? Por supuesto, siempre hay fronteras y es la estrategia y la creatividad las que nos ayudan a luchar contra ellas.
Creo que es así como la gente entiende el proyecto ahora; en el sentido de una verdadera invisibilidad. No hay un intento de masificarlo. No se busca hacer de él algo concreto. No hay manera de encontrarlo. No hay una ruta particular. No hay lugar para encontrarnos. Empezamos aquí en Lagos, pero tenemos artistas de otros cinco países. Lo encuentras tal como lo encontraste tú antes de conocernos. Y espero que dentro de veinte o treinta años la gente conozca sobre él y lo encuentre en todos. Estoy seguro de que si miras por aquí en Lagos debes haber conocido al menos a un artista que ha hecho un viaje por carretera, quien te informará sobre el proyecto. Los encuentras en todas partes. Es como magia, aparece y desaparece.
Siempre que estés en el camino te encuentras con tantos momentos mágicos, particularmente con gente sabia. ¿Podrías contarme alguno que te venga a la mente?
¿En términos de una experiencia notable? Creo que hay muchas. Es interesante lo que le sucede a un cuerpo cuando decide cruzar una frontera. En primer lugar, hay el temor de lo que se extiende más allá. Entonces recordamos que esta frontera es sólo una frontera para nosotros, pero hay personas que viven constantemente en estas fronteras, habitando estos espacios que llamamos fronteras. Esto es muy importante porque muchas veces establecemos dicotomías, preconceptos de lo que es posible y, sin esperarlo, surge una nueva percepción de lo que ocurrirá. Hay una distancia, un espacio transitorio. Es A o B, normalmente no prestamos atención a lo que está en medio. Olvidamos que es un espacio que podemos habitar porque hay quien ya habita ese espacio. En el viaje por carretera conocimos a muchas personas que estaban en la frontera; todo lo que necesitas es adaptarte en ese momento a quién eres y hacia dónde te diriges. Habitar ese espacio transitorio. Por ejemplo, cuando llegamos a la frontera entre Nigeria y Camerún, el camino —una carretera transafricana— era prácticamente inexistente. Después de la independencia de los tres países ninguno de ellas la reparó y estábamos conduciendo durante la temporada de lluvias. No había ningún otro camino. Nos preguntamos: «¿Vamos a abandonar el proyecto?». Estamos tratando de salir de Nigeria para ir al Congo y ¡el camino no existe! Nos dijeron que necesitábamos encontrar otro camino, pero yo pensé: «¡Ésta es una carretera transafricana! ¡Esto es exactamente de lo que estamos hablando! ¡Este camino debe funcionar!». Estamos de pie frente a la historia por la que estamos divididos. ¿Qué vamos a hacer? ¿Vamos a regresar?
Y, de repente, algunos chicos de la comunidad salieron y dijeron: «Mira, si realmente quieren ir, vamos a ayudarles a sacar con palas el barro de la carretera. Vas a tener que pagarnos, por supuesto, pero lo haremos». Dijimos: «Bien, hagamos esto». ¡Era sólo un kilómetro de barro que bloqueaba la carretera! Estuvimos cuatro días cavando barro, pasando tiempo con estos chicos. Para mí, el proyecto ocurrió justo allí. Míranos: fotógrafos, intelectuales, escritores, cineastas, todos usando las palas, trabajando. El tipo de trabajo que nunca tomamos como artistas, estamos todos en nuestras vidas, soñando y hablando del mundo cuando en realidad la materialidad te está llamando. Ya no vamos a trabajar en nada abstracto. Esto es lo que aprendes en los viajes por carretera. El encuentro con personas que nos ayudaron a deconstruir nuestra noción de lo que significa ser alfabetizado o no serlo.
Estoy en la frontera diciéndome: sé que hay otro conocimiento. Hay uno que se puede adquirir leyendo libros, y hasta que no se es utilizado, este tipo de conocimiento no es digno. Simplemente está congestionando tu sistema. Podemos prescindir de él. Ése es otro de los grandes aprendizajes que he tenido en estos viajes: se puede vivir sin todo este conocimiento adquirido. De hecho, es una ilusión pensar que este conocimiento nos aporta algo a nosotros como individuos. En realidad, es una carga, que es útil sólo cuando se aplica a algo útil. ¿Cómo usarlo? ¿Cómo explotarlo? En el uso real. Aparte de eso, es más útil pasar nuestro tiempo en experiencias reales de la vida, aprender a ser un ser humano.
Tengo curiosidad de que continúes refiriéndote al miedo. La tensión entre el miedo y la esperanza, el miedo en el cuerpo cuando se cruza un lugar en particular. Supongo que has tenido, a lo largo de tu vida, un trato personal con el miedo. Me pregunto si tienes una nueva reflexión sobre el miedo. Una postura personal en el asunto…
Es una pregunta interesante porque después de cinco años de viajar en la carretera la gente —mis amigos— me preguntan: «¿Por qué estás haciendo esto?». El último viaje que hicimos fue al interior de Nigeria, viajamos a la zona donde Boko Haram actúa y, por supuesto, hubo algunas personas que tuvieron que regresar; algunos de los patrocinadores del proyecto querían cambiar la ruta del viaje. Yo les respondí: «Tuvieron el itinerario y estuvieron de acuerdo. ¿Ahora quieren cambiarlo?». Uno de ellos me llamó y me preguntó: «¿Por qué es tan importante que vayas allí? ¿Por qué?». Y yo le dije: «Porque allí es donde está el proyecto. Por eso es importante. Es donde nos enfrentamos con nuestro miedo». Y de eso justamente se trata el proyecto, del miedo. Enfrentarlo. Vivir con el hecho de que lo enfrentaste. Creo que ésa ha sido mi relación con el miedo. El miedo es parte de nosotros, es un propulsor. Si lo aceptas y no luchas en su contra éste te retiene, si no le permites que cambie tu punto de vista puede ser un catalizador. Puedes hacerlo mejor, puede agudizar tus sentidos y ayudarte a ser más consciente.
En todos estos viajes, nunca iríamos sin investigar, concienzudamente. Siempre tomamos precauciones, pero siempre sabemos que nuestro objetivo, y nuestra voluntad, es enfrentar y trascender este miedo porque creemos que hay algo más allá del miedo. El miedo es como un espejismo, hay algunas amenazas reales, pero nunca se relacionan con aquel miedo. Tu miedo no permite que nada suceda. No te protege de nada. La precaución es algo que puedes adoptar sin rendirte ante el miedo. Lo que te sucede no se debe a tu miedo, no se trata de que no lo hayas escuchado. No, ésa no es la razón. La vida pasa. Cualquier persona podría morir aquí, un accidente podría suceder, un avión podría caer en esta casa, podríamos estar relajados viendo una película y ¡boom! No voy a vivir con el temor de que un avión pueda caer aquí, cualquier día. No voy a vivir así. Ésa es la relación que he establecido con el miedo, pero, por supuesto, a medida que envejezco, y después de tantos viajes, comienzo a pensar: «Ok, ¿y si mi suerte se ha acabado?». Comienzo a cuestionarme, si no estoy yendo demasiado lejos. Pero de nuevo, todo es parte del miedo.
Me gusta la idea de que el miedo está siempre en el futuro; es una imaginación en el futuro…
Es una imaginación visible, como un espejismo, lo ves. Puede ser personalizado, es algo que realmente ves, que visualizas. Por ejemplo, recuerdo cuando estuvimos durante cuatro días dentro de la furgoneta, en medio de un bosque. No había nada de luz, sólo oscuridad. Todas las tiendas cierran, las personas que trabajan con nosotros van a casa, nos dejan allí, nos quedamos a dormir en la furgoneta, la única protección que tenemos es a nosotros mismos. Si alguien viene, no hay nadie que nos proteja. Pero no queremos entrar en ese espacio mental. Reconocí en ese momento que necesitaba asumir los temores de los demás y decirles: todo va a estar bien. Cuanto más me lo digo a mí mismo, más lo creo. La gente está ocupada con sus miedos. Yo no tengo el lujo de tener miedo. Así es como funciona el miedo. Si se está siempre en una posición donde se tiene el lujo de tener miedo, se tendrá miedo. No significa que no te metas en problemas, puedes hacerlo, pero la verdad es que es posible que puedas salir y nada suceda. Eso fue lo que pasó. Salimos y la gente decía: «¡Ustedes están locos!». No, simplemente no tenemos el lujo de tener miedo. Estamos más bien en una situación donde el miedo no nos ayudará. El miedo sólo va a hacer ese momento miserable. Va a distraer. Lo que sucederá, sucederá. Todavía no ha sucedido nada. Hasta que no vea que eso suceda, aquí estamos.
El tema de la migración es uno de una relevancia política. El miedo debe ser atacado de manera activa. Eso es lo que realmente admiro en el proyecto.
¿Con qué fundamentos me dices: «No hagas esto»? ¿Has estado allí antes? No. Entonces, cuando vamos allí y volvemos con noticias, ¿no estarás contento de aprender de nuestras experiencias? Por supuesto que lo estarás. Sé que tienes buenas intenciones, pero dado que no estuviste ahí no me aporta ningún conocimiento. No es nada tangible. No has estado allí. Estoy inclinado a saber más de lo que tú sabes. Recuerda que no vamos a entrar en esto sin ser cautelosos, vamos a estar mejor preparados que tú que tienes miedo. El miedo te controla. Vamos a confiar en la información que la gente compartirá con nosotros, las personas que viven alrededor, las personas que tienen una vida allí. Hacemos nuestra investigación, preguntamos a la gente: «¿Qué piensas de nosotros que vamos a ese lugar? ¿Es seguro o no es seguro? ¿Deberíamos ir allí por la noche?». Y también escribimos sobre ello y reflexionamos. Todas éstas son las formas en que las personas son parte del proyecto y guían nuestro camino, y esto es muy importante para nosotros.
Vi tu proyecto, el ensayo fotográfico «Explorar el vacío», y me pareció muy significativa la conexión del tiempo y la materialidad, al menos es así como yo lo leo. Especialmente la fotografía de los relojes en el tren, la manera en la que la infraestructura dice tanto. Además, lo que contabas sobre el haber estado en la frontera entre Camerún y Nigeria y cómo la propia infraestructura dice tanto sobre la historia y sobre la realidad. Encuentro estas reflexiones en ese ensayo…
«Explorar el vacío» es un cuerpo de trabajo que estoy explorando en todas partes. Es uno de esos cuerpos de obras que se hacen durante un período de tiempo, una suerte de diario. Es un proyecto que está explorando un vacío, explorando ese lugar intermedio. ¿Qué está pasando? ¿Cómo construir nuevos conocimientos y maneras de pensar al interior del vacío? Y, por supuesto, el tiempo juega un papel importante, de nuevo: estoy cada vez más interesado en la historia y el relato de la historia. Muchas veces me sorprendo imaginando la historia, es parte de esa subversión. La gente piensa que sólo se puede imaginar el futuro, pero también se puede imaginar la historia. No tengo muchas historias que sean proactivas sobre África simplemente porque no han sido narradas.
Estudié Historia y estoy absolutamente fascinada por cómo es que narramos y entendemos el tiempo. Hay una cita de Walter Benjamin que asegura que si no salvamos el pasado nunca estaremos liberados, nunca volveremos a conectar. Creo que las reflexiones sobre el afrofuturismo, de las que no tengo mucho conocimiento, podrían estar también relacionadas con este replanteamiento del pasado.
Sí, volver a imaginar el pasado. Ése es el único interés que tengo en la historia. Porque siempre he sabido lo que somos. Creo que nosotros —en África— vivimos en la repercusión del pasado, todavía estamos estancados por su causa. Acabo de darme cuenta de que muchas personas que viven en África quieren irse lejos, pero yo digo: «¿cómo puedes alejarte sin haber enfrentado el pasado?». La gente viviendo en Lagos se quiere ir, cerrar los ojos. Yo digo: «no puedes gobernar tu futuro sin gobernar tu pasado». Tienes que escuchar tu pasado porque tienes que curar tu pasado. No se trata de volver, no hay vuelta atrás en ese sentido. Se trata de imaginar. Incluso si es un mito, tiene que ser un mito que realmente funcione para ti.
Los europeos se mataron durante doscientos cincuenta años. Existieron Alejandro Magno, Napoleón, Colón, todos se dedicaron a conquistar. ¿Es realmente sorprendente que hayan aparecido en África? Es hora de dejar de preguntarnos: «¿por qué somos esclavos?». Se trata más bien de entender que era sobre todo su problema. Se mataron entre ellos y entonces comenzaron a buscar en otra parte. Es importante para mí tener esa visión clara, en lugar de la que me pone en una posición donde estoy constantemente observando los modos en que yo era una víctima. En lugar de pensar en cómo era una víctima, debería pensar en cómo evitar ser una víctima de nuevo. Estamos en la época colonial. La gente se está diciendo a sí misma que ya ha terminado. ¡No, no ha terminado! Deberías pensar en cómo evitar que la mierda vuelva a suceder. Detenerlo. Todo lo que Nkrumah dijo acerca del neocolonialismo está ocurriendo ahora mismo. Todos estos africanos que están en el poder ahora, que aparentan vivir en una era poscolonial, incluso los afrofuturistas o la gente que ha regresado de la diáspora, todos caen en ese marco neocolonialista. Porque no están pensando en el pasado, no están confrontando el pasado, no están reimaginando el pasado, no están viendo. Son una función de algo que ya está muerto. ¿Somos el futuro? ¿África es el futuro? Estamos en la mierda. Todavía no somos el futuro.
El asunto es que el tema es global. Creo que por eso es tan importante este miedo a las fronteras, y el miedo a lo remoto, porque somos individuos internacionales desde el día uno. Necesitamos reimaginar la historia de una manera más global. No como un caso estandarizado, sino teniendo cuidado de las intrincadas relaciones que están en todas partes.
Mira a Bosnia-Herzegovina, por ejemplo, cuando Susan Sontag escribía sobre esas guerras. Europa central podía justificar todas las atrocidades de lo que sucedió ya que esa región fue considerada como no europea. Creo que tenemos que reimaginar esa relación y, en ese sentido, mirarnos a nosotros mismos como conectados, no para borrar nuestras subjetividades; siempre debemos conservar nuestras subjetividades. De hecho, ése es el tipo de dominación imperante: la supresión de las subjetividades de la gente.
Y la libertad de sí mismo, de realmente explorar el yo. Eso es lo que me parece tan importante y difícil; si realmente existiera la libertad de sí mismo no habría necesidad de guerra.
Exactamente. Es muy importante que pensemos el miedo a las fronteras. «¡No puedes cruzar!»: éste es el mayor de los problemas. Porque en cada ocasión que exista ese miedo —donde se marca la línea—se trata de colocar un lugar en el espacio de lo remoto, lejos de ti.
El día en que bombardearon el aeropuerto de Estambul yo estaba allí. Acababa de tomar un vuelo. Mis amigos me preguntaban: «¿Dónde estás? ¿Dónde estás?». Acababa de aterrizar en Lagos. «¿No escuchaste que el aeropuerto fue bombardeado?». Yo reflexioné acerca de que eso es lo que estamos pensando: que Estambul está lejos, pero no. Es un lugar en donde todos coincidimos. Tengo un interés particular en este caso porque podría haber muerto allí. Todos tenemos una estaca. Cuando ocurren estas cosas, todos tenemos una estaca. No tenemos que esperar hasta que un camión estalle en nuestro mercado de Navidad para que podamos entender esto. Tenemos que reimaginar realmente la relación con los demás. Y la única manera de hacerlo es a través de personas como nosotros, personas que se mueven constantemente, las personas que están en una mejor posición para pensar porque están en constante movimiento.
Hace poco estuve leyendo Los condenados de la Tierra de Fanon, y me gusta la idea que propone en la que dice que el colonizado es el sujeto internacional. Mediante la colonización se fracciona el territorio global, por lo cual el colonizado es de entrada global. La identidad ya es internacional.
Éstos son los pensamientos. Creo que las vidas de Fanon, Césaire, Bhabha o Nkrumah nos han dado lo suficiente con lo que podemos vivir a lo largo del siglo. Ni siquiera hemos aprovechado una fracción de todo ese conocimiento. Ahora la tarea es encarnar esos pensamientos. Ellos articularon las ideas para nosotros. Al leerlos te das cuenta de que han hecho el pensamiento por ti, así que ahora es nuestra tarea encarnarlos, activarlos. Aquí es donde se sitúa todo: Invisible Borders, mis proyectos personales, todos están situados en este discurso y lo que he ampliado, es decir, la condición de lo híbrido, la descolonización, la creolización.
Todavía no hemos explotado esta fuente de conocimiento, de reflexiones. Sin embargo, creo que no debemos apresurarnos, debemos permitir que sea parte de nuestras vidas, no algo que se convierta después en una mercancía. Ésa es la visión que espero para Invisible Borders, que se constituya en un proyecto. Prefiero morir antes de que sea mercantilizado. Todo lo que hemos escrito está subido en la red, en diferentes sitios web. El Internet no va a ninguna parte, así que vamos a seguir utilizándolo, para reunir a la gente para pensar en la noción de movimiento. Porque no se trata tanto de fronteras, sino de movimiento y de supresión de conflictos. La tensión entre el movimiento y la supresión del movimiento es lo que está arruinando nuestro mundo. Está el movimiento del espíritu, el movimiento de la mente, y está la gente que constantemente suprime este movimiento. Invisible Borders consiste en explorar lo que está en medio de todo eso. Tenemos un nombre muy vago: Invisible Borders. No decimos África: el proyecto transafricano llega más tarde. No es algo que puedas asir. Es trans. Está en ese estado de trans. Jugamos con la idea del transafricanismo, pero ese carácter no nos interesa demasiado. Es un movimiento transafricano.
Traducción del inglés:
Frida Robles