“El grito ´Libertad e Igualdad´ no sacudió los ánimos por vez primera en las calles de París, sino en la Atenas de Pericles”. Así empezaba la emisión radiofónica que transmitía el “Norddeutscher Rundfunk” en Alemania Federal el 6 de marzo del 1956. El título, sobre todo en aquellos meses, era muy evocador: "La libertad griega". Y para tratar el tema, se invitó a uno de los grandes filólogos alemanes, el venerado y en ese momento más que octogenario, Max Pohlenz[1], que acababa de dedicar su último libro[2] a ese tema, tras haber sido testigo a lo largo de su vida de las etapas más dolorosas de la historia alemana reciente.
Nacido durante el surgimiento del gran Reich, dos años después de la victoria sobre Francia en Sedan (1872), Pohlenz había vivido el shock de la Primera Guerra Mundial, el advenimiento del nazismo, la catástrofe de la Segunda Guerra y la división de las dos Alemanias. Por lo que había seguido a su propio país en una decadencia progresiva y dramática.
Al comienzo de 1956, la política internacional se encontraba en una turbulenta conmoción. En enero, las elecciones francesas habían registrado el inesperado éxito de los partidos de inspiración socialista: en la mayor potencia del continente europeo, los comunistas habían alcanzado nada menos que 25% de los votos. En febrero se había llevado a cabo en Moscú el significativo XX Congreso del Partido Comunista Soviético, el cual afirmó la demolición completa de la figura política e histórica de Stalin tan sólo tres años después de su muerte. Los partidos comunistas del mundo que habían enviado a sus propios delegados a Moscú comprendieron que la restructuración interna del partido soviético entrañaba una fase política nueva, todavía difícil de descifrar. Algunos meses después, entre octubre y noviembre, se consumaba la célebre Revolución de Hungría que fue sofocada con sangre por los tanques de la Armada Roja. Este evento tuvo un enorme eco en todo el mundo y señaló para muchísimos militantes comunistas un punto sin retorno[3].
En un contexto de esta naturaleza, hablar en la radio de la “libertad griega” significaba evocar el símbolo que occidente, con razón o no, había elegido desde hacía tiempo como la bandera de la “democracia”. Y el famoso “Epitafio para los caídos” de Pericles, recreado por Tucídides (II, 35-46), constituía, sin lugar a dudas, el documento emblemático y más mitificado. No era casual que desde las primeras palabras de la trasmisión se afirmara una continuidad entre Pericles y la Revolución Francesa, como si se tratase de valores universales y homogéneos. Pero, ¿a qué se refería Pohlenz al trazar esta única línea milenaria de Atenas a París? ¿Cuál era su propósito inmediato?
Panecio y Pericles: de la exaltación del Führer a la polémica contra la República Democrática Alemana
Al igual que no pocos de sus colegas alemanes, Pohlenz era un nacionalista de sentimientos firmes y a menudo jactanciosos, que había repudiado desde el fondo de su corazón a la República de Weimar, considerándola una traición al espíritu germano. Durante los años del nacionalsocialismo escribió páginas que se leen hoy con innegable incomodidad y rindió, como muchos otros intelectuales alemanes (e italianos), un costoso tributo de equilibrismo y condescendencia. Tampoco tuvo miramientos para plegar la interpretación del mundo antiguo a la propaganda del presente (aunque es siempre difícil medir el grado de sinceridad u oportunismo de este tipo de lecturas). El repertorio es amplio: de la exaltación del estado militar espartano como modelo de educación para la juventud alemana, hasta el rescate de Demóstenes, belicoso y fanático de la pureza de la nación. Cada época de la historia griega le ofrecía un material actualizable: de la Esparta antigua a la Atenas clásica, hasta el mismo umbral del dominio macedonio.
Acrobacia vertiginosa y, por cierto, una de las más embarazosas fue la interpretación que hizo de la filosofía helénica. En este sentido, basta pensar en su libro dedicado a Panecio y al De officiis de Cicerón. Este estudio, que está bien provisto científicamente, se publicó en 1934 con un título espeluznante: Antikes Führertum (La condición del Führer en la Antigüedad, N. del T.) [4]. Además, al presentar este libro al lector, su autor reivindicaba los estudios de la Antigüedad con el mérito de haber anticipado, ni más ni menos, el reciente y “profundo cambio político”. Y, por tanto, haber sabido interpretar la “profunda mutación” en la vida espiritual del pueblo alemán antes de que se incorporara a las formas políticas existentes (recordemos que hablamos de 1934, apenas un año después de la Machtübernahme [la toma del poder, N. del T.] de Hitler). La interpretación de Panecio le ofrecía un ejemplo: desde hacía tiempo en la filología alemana se había abandonado la lectura que descubría en el filósofo un ideal “supranacional, metapolítico, de humanidad” y, en su lugar, se había comprendido que “el ideal de Panecio no era una ´humanidad´ genérica, sino el predominio del hombre superior (das Führertum des hochgesinnten Mannes), el cual se coloca como obligación moral al servicio del pueblo (Dienst am Volke)”. Así, Panecio se convertía, por medio de Pohlenz, en un exegeta ante literam del Führer.
Es interesante observar que en esta fase hasta la imagen de Pericles se pliega a la misma ideología, y ofrece a Pohlenz trazos útiles para la edificación del modelo del hombre superior. Muestra una especial admiración por el "autoritarismo" de Pericles, el comando absoluto sobre la ciudad, la imagen acabada del hombre fuerte y la plena realización de aquello que Gramsci habría definido como el "capo". Ante las palabras articuladas y enaltecedoras, aunque también a menudo malentendidas del "Epitafio", el escritor alemán prefería si acaso la cruda definición con la cual Tucídides develaba el aparente carácter democrático del siglo de Pericles: "en el dicho era una democracia, pero en los hechos era el gobierno del príncipe" . Años después realizaría una lectura distinta de aquel texto.
Debe decirse que el conservador y nacionalista Pohlenz, crítico de Weimar y defensor del "hombre fuerte", no solicitó jamás la credencial del NSDAP. El discurso de 1932 que Hitler dio en su ciudad, Göttintgen, lo perturbó. Al contrario de lo que ocurrió el año siguiente el 12 de marzo de 1933 en las elecciones en Prusia, en las cuales fue candidato de la llamada “Lista 5”, que reunía a la derecha nacionalista de la DNVP y del “Stahlhelm” bajo el nombre de “Kampffront Schwartz-Weiß-Rot” (Frente de lucha negro-blanco-rojo) [5]. Durante los años del régimen navegó abiertamente alternando faenas, a medias entre el incendiario y el nicodemita, y confinando al ámbito privado la propia oposición. Lo que sobretodo le disgustó fue la política antisemita del nazismo, la cual muy pronto alcanzó niveles paroxísticos y criminales. En este frente, su postura no dio concesiones y no sólo eso: se dedicó a socorrer a colegas y estudiantes hebreos que caían bajo la persecución.
Durante y después de la guerra, continuó produciendo estudios impresionantes, vastas síntesis que ofrecieron al mundo cultural europeo la búsqueda de un renacimiento, una guía para orientarse en el mundo de los valores clásicos. En este sentido, recordemos Der hellenische Mensch (El hombre helénico) de 1947, que presenta una dedicatoria altisonante y célebre. Ante la derrota –no sólo material– de su país, ofrecía su libro sobre el hombre griego al “hombre alemán/ en el momento de su más profunda urgencia/ con fe en su resurrección”.
La misma carga civil y necesidad de actualización se perciben también en su último libro, La libertad griega, donde busca condensar decenas de lecturas y análisis para desdibujar los contornos del mayor legado de los griegos al mundo occidental. El punto clave se puede formular con estas palabras: “Característica fundamental del hombre helénico es el fuerte impulso para autodeterminarse”[6]. Pohlenz sostuvo siempre que la herencia más sobresaliente de Grecia es el doble concepto de libertad política y de libertad individual como consecuencia de un enérgico Selbstbestimmungsdrang (ímpetu de autodeterminación). De esta manera, la Atenas de Pericles se convertía ante sus ojos en una forma de “liberalismo” primigenio (aún en términos económicos). Mientras que en la vertiente individual, el concepto de autodeterminación otorgaba al hombre una independencia y autosuficiencia interiores, incluso en relación con lo divino.
Esa idea recorre toda su producción. Ya en 1921, escribiendo la reseña del Platón de Wilamowits, llegaba a hablar del “perickleischer Liberalismus” (liberalismo pericleano), al cual se habría opuesto el “socialismo de Platón”[7]. Pero estas descarnadas definiciones, que expresaban la realidad política de los primeros años cincuenta, ofrecían ya en aquel tiempo una analogía histórica funcionalmente opuesta. Entre 1954 y 1955, habían tenido lugar eventos que habían desatado no pocas preocupaciones en los ambientes del Pacto del Atlántico y entre las burguesías de Europa: Francia había sufrido una grave derrota en Indochina, mientras que la Unión Soviética ya le había anunciado al mundo que disponía de la bomba de hidrógeno, lo que igualaba su arsenal con el de Estados Unidos en la carrera armamentista nuclear. El año siguiente, en 1955, se celebraba el Pacto de Varsovia entre los países satélites de la Unión Soviética como una respuesta casi inevitable ante el Pacto del Atlántico.
Eventos como éstos, vistos con preocupación en Europa occidental, debieron parecerle todavía más amenazantes a un alemán conservador como Pohlenz, que además vivía en una ciudad históricamente situada en pleno centro de Alemania, pero que en ese tiempo, con la división de las dos repúblicas, se encontraba directamente sobre la frontera oriental: de Göttingen a la República Democrática Alemana (RDA) no había más que unos cuantos kilómetros. Para él, el contraste entre los dos bloques era una experiencia cotidiana y no libresca. Uno de sus fieles alumnos, Heinrich Dörrie, gran estudioso de Platón, había sido capturado por los soviéticos durante la guerra y se hallaba todavía prisionero. Basta estudiar la extensa correspondencia entre ambos, la cual se puede consultar en su Nachlass en la Niedersachsische Staats-und Universitätsbibliothek para entender el papel que tuvo en su liberación. En tal sentido es por demás significativo que exactamente el nombre de Dörrie, puesto en libertad en Alemania hasta 1953, sea evocado al comienzo de La libertad griega.[8]
En el trasfondo de este nuevo escenario, muy distinto al de la política alemana de los años treinta, Pericles termina por representar en ese momento un modelo completamente diferente respecto al pasado. Ahora el πρτος νρ que Tucídides había descrito, no representa tanto al "hombre fuerte", al autoritario Führer de la comunidad ateniense que había llevado su ciudad al predominio político, militar y cultural sobre Grecia, sino al inventor del liberalismo, al opositor de cada forma estatal que sofoca la libre iniciativa privada, al teórico no sólo de la democracia entendida como forma política que da el poder al pueblo, sino también de un sistema de vida en el cual las exigencias del Estado no sobrepasan las del individuo.
Toda la historia griega de los siglos VI y V, y en especial la época de la Atenas de Pericles, se pliega a una lectura sutil, eficaz y modernizante. Para Pohlenz existía el conflicto entre dos mundos contrapuestos, Esparta y Atenas, dos bloques reales y exclusivos en cuya descripción cualquier radioescucha habría reconocido sin dificultad una contraposición mucho más actual y familiar (además de estereotipada).
He aquí las palabras que el “Norddeustscher Rundfunk” hace resonar en su transmisión[9]:
En Esparta, en la cual un pequeño Estado de señorío debía hacer siempre un ajuste de cuentas con la insurgencia del pueblo reducido al vasallaje, se formó muy pronto un estado totalitario militarizado –un “Estado-campamento” [Laagerstaat], como lo llamaban los mismos griegos– que empleaba para sus fines a cada uno de los ciudadanos desde el nacimiento a la muerte, sometiendo hasta el matrimonio y la familia al bien del Estado, y no reconociendo ningún derecho a una vida privada individual. Este estilo de vida ordenado con tanta severidad, este Kosmos, se conservó incluso durante la gran guerra, y los espartanos con su tendencia al conservadurismo no ejercieron exigencia alguna para modificarlo.
Totalmente distinta era la situación para los atenienses, inclinados por naturaleza al progreso. Ya en el año 594 Solón había ampliado algunos derechos fundamentales para los ciudadanos pobres, y debido a que durante la guerra del mar éstos habían tenido la oportunidad de demostrar su propio valor militar, se constituyó una forma estatal que fue llamada, con un nuevo término, “democracia”.
Se trataba de una Constitución en la cual todo poder procedía del pueblo y era ejercido por éste de manera directa. Todas las magistraturas y el Consejo fueron reducidos a simples órganos de la asamblea popular que tenía un poder definitivo; asimismo el cumplimiento de la justicia le fue confiado a jurados extraídos del pueblo mediante sorteo.
Pero aquí, a nosotros no nos interesan tanto las formas externas de la Constitución, sino el espíritu que la animaba. Y es éste el que nos habla aún hoy del discurso que, según Tucídides, pronunció Pericles en memoria de los caídos, y que sin duda reproduce las líneas de pensamiento del gran político.
Tras la caída de los pisístratos en Atenas, los tiranos fueron exaltados por llevar a la ciudad la isonomía. Con este término no se entendía sólo la igualdad ante la ley, sino también la de los derechos políticos, y fue la emergente democracia la que pudo pronto afirmar ser la única capaz de garantizar esta igualdad. Después adquirió otro principio dentro del propio programa, que se refería no sólo a las relaciones recíprocas entre los ciudadanos, sino también a las del individuo con la comunidad. Fue sobre este aspecto que se reveló como una profunda oposición al Estado que hasta entonces había tenido la supremacía. El Kosmos espartano secuestraba a las personas y tenía por obvio el derecho y el deber de regular incluso la vida privada de los ciudadanos.
La sensibilidad ateniense se contraponía con firmeza a este principio: pretendía que el individuo tuviera una vida autónoma y libertades personales. Igualdad y libertad se convirtieron en las insignias de la nueva democracia y mostraron una enorme fuerza de atracción que se ha mantenido intacta a través de los siglos. Todo esto fue posible gracias a que detrás de los eslógans de la política había una idea vencedora: el ideal de una forma de vida comunitaria humana. También fue posible porque la guía de la joven democracia se mantuvo por decenios en las manos de un hombre que en primer lugar conservó y secundó este ideal, sabiendo arrastrar consigo a sus conciudadanos.
El "Epitafio por los caídos" puede mostrarnos con qué profunda conciencia persiguió Pericles este objetivo. Determina ante todo, cómo quiere entender esas dos palabras con frecuencia amenazadas por el peligro de la banalización. La igualdad es la condición previa para que la voluntad de todo el pueblo pueda cumplirse, pero no es una homologación mecánica que se limita a contar las opiniones y a practicar la masificación. Es la igualdad sobre todo la que coloca a todos en las mismas condiciones de partida y abre una vía libre a los valientes.
Para Pericles la libertad llega a ser una fuerza que penetra y construye la vida entera de la ciudadanía y se opone de manera consciente a la forma de vida espartana. El Kosmos espartano pudo, es verdad, mostrar consistencia y fuerza imponentes, pero estaba fundado en el mando y la obediencia, en el sometimiento de la vida personal individual. En la Atenas de Pericles los ciudadanos no son mantenidos en estado de presión y de perenne adiestramiento militar, sino que en lugar de la coacción obraba algo más valioso, la libre dedicación a aquello que el individuo tenía por necesario para la comunidad.
De aquí surge el verdadero sentido de pertenencia al Estado, que obedece a la exclusiva y espontánea voluntad, y no sólo a la ley y a la imposición y, tanto en la paz como en la guerra, orienta todas las fuerzas al bien común. A hombres de tal hechura, el Estado puede con tranquilidad otorgarles libertad plena, tanto en la expresión de las opiniones personales en público, como también la libre organización de la propia vida privada, pues puede confiar en que sus ciudadanos no abusarán jamás de ella en perjuicio de la comunidad. Por esto, en Atenas no existió ningún dominio, ningún ambiente de sospecha recíproca entre ciudadanos. Al contrario, el Estado propició el libre desarrollo de la personalidad, ya que sólo por esta vía pueden expresarse todas las fuerzas que descansan en la ciudadanía […] El aspecto más sobresaliente de este ideal de Estado es la consideración consciente de la personalidad individual, la cual constituía algo del todo nuevo para Grecia y, en resumidas cuentas, para el mundo entero. Este principio no era connatural, de hecho, ni siquiera a la misma esencia de la democracia, ya que ésta sólo establecía la supremacía de la totalidad, pero no formulaba indicación alguna sobre las relaciones entre el Estado y el individuo. Por consiguiente, esta novedad tenía sus propias raíces dentro del sentimiento de libertad de los atenienses, y era el producto de una concesión personal de su hombre guía. Pericles es el precursor del liberalismo moderno.
Es del todo evidente que aquí Pohlenz tiene en mente un modelo específico: Esparta es la imagen del mundo comunista y de la RDA, así como Atenas es la del mundo occidental y Alemania Federal.
En su libro La libertad griega escribe:
En Esparta, la idea política del "socialismo" encuentra su expresión más precisa. Son dominantes sólo los fines del Estado y, por lo tanto, la supremacía es más una omnipotencia y se afirma sin miramientos a costa de la libertad del individuo. Pericles, en cambio, si bien parte de la preeminencia de la comunidad, está convencido de que ésta puede alcanzar su fin supremo siempre y cuando a cada ciudadano le sea concedida la libertad de desarrollar la propia personalidad[10].
Esta entusiasta interpretación, sin lugar a dudas anacrónica y modernizante, parece un intento de refutar el famoso documento de "La libertad de los antiguos comparada con la de los modernos" (1819), de Benjamín Constant, en el cual se afirma lo contrario, que el mundo antiguo no habría conocido jamás el concepto moderno de la libertad personal.
De esta manera el 6 de marzo de 1956 se ofrecía a los radioescuchas alemanes una versión muy distinta y militante de Pericles, que lo presentaba como el campeón del “liberalismo” y de la iniciativa privada contra la coacción estatista del “socialismo real”.
Pericles en el teatro (pero no en la televisión)
Medio siglo más tarde, en noviembre de 2003, la televisión italiana censuró a Tucídides. ¡Y no fue una censura comunista! El caso, más grotesco que grave, ocupó durante algún tiempo el debate público siempre más interesado en preguntarse de qué trataba y qué fin tenía la sátira. Los hechos eran simples. La transmisión más escuchada el domingo por la tarde a través de la red de la televisión del Estado ("Domenica in" RAI 1) había invitado al actor cómico Paolo Rossi a llevar a la pantalla un fragmento de su espectáculo teatral que en aquel momento tenía éxito en todo Italia. Las negociaciones entre Rossi y la RAI transcurrieron de manera óptima hasta que se le pidió al actor que entregara por anticipado el texto de su intervención. Rossi seleccionó una de las partes más eficaces de su espectáculo: “El monólogo de Pericles”. Cuando los funcionarios de la RAI lo recibieron perdieron todo el entusiasmo. El texto fue considerado “demasiado fuerte” y se le reprobó. A tres días del inicio de la transmisión el contrato fue anulado y el actor no pudo salir al aire.
Pero , ¿en qué consistía “El monólogo de Pericles”? Una vez más se trataba de un fragmento del "Epitafio por los caídos" que Tucídides atribuye al gran político ateniense, ahora inscrito en un espectáculo que destacaba el compromiso cívico y consagrado ya desde el título a la “Constitución” (véase: "El señor Rossi y la Constitución")[11]. La idea del actor italiano, muy eficaz en el plano escénico, estaba en plena sintonía con los tiempos. Justo en ese año, el 28 de mayo de 2003, se daba a conocer el primer borrador del proyecto de la nueva Constitución Europea. Al principio de su preámbulo aparecía una frase del "Epitafio" que le daba una vuelta de tuerca al texto original: una definición de la democracia bastante distante no sólo de la situación política de la Atenas de Pericles, sino también de la literalidad de las palabras de Tucídides, traducidas con cierta liberalidad[12].
No obstante, el aspecto más relevante del “Monólogo de Pericles” escénico era que el "Epitafio" según Tucídides, aceptado como un documento fundacional de la «democracia» y de la «libertad», estaba siendo sometido a fines políticos opuestos a aquellos que 50 años antes habían caracterizado la trasmisión radiofónica de Pohlenz. Ahora, el objetivo, polémico de hecho, ya no era la RDA y el bloque comunista, sino el Presidente del Consejo de Ministros italiano, Silvio Berlusconi, quien había hecho de la “libertad”, del “liberalismo” y de su lucha anticomunista su (desgastada) bandera ideológica y su mayor capital político.
Dos años antes, el 13 de mayo de 2001, Berlusconi había derrotado en las elecciones a la cabeza de la coalición de centro-derecha con una amplia mayoría parlamentaria. Es pertinente recordar que en Italia es el Parlamento el que controla de manera directa a la televisión del Estado y señala sus directrices. Por lo tanto, cada vez que se modifica la mayoría política, también cambian las autoridades de la RAI (y por ende, las de sus tres redes: RAI 1, RAI 2 y RAI 3). Dado que Berlusconi era propietario de las tres emisoras privadas más importantes, su control sobre el sistema televisivo se volvía total: como empresario controlaba el sistema privado; como político, el público.
Con esto se explica la inmediata censura infligida al “Monólogo de Pericles”. Evidentemente el llamado que hace el texto a la “libertad”, a un sistema político gobernado por las “mayorías” y no de las “minorías”, y a la necesidad de acoger lo “extranjero”, debieron sacudir las conciencias de los censores. Pero sobre todo, debió impresionarles la descripción de la democracia como un sistema en el cual el político “no se ocupa de los asuntos públicos sólo para resolver sus cuestiones privadas” y “respeta a los magistrados y a las leyes”. En efecto, cuando Rossi llegaba a este pasaje en el teatro, el público estallaba siempre en un gran estruendo. Por lo visto, se quería evitar que la numerosa audiencia televisiva tuviera la misma reacción: el texto de Tucídides y su exaltación -no poco idealista- de la democracia era “demasiado fuerte” para entregarlo a las conciencias de los ciudadanos.
Sin embargo, como todas las censuras burdas, este acto despertó una reacción que volvió al “Monólogo” todavía más célebre de lo que hubiera sido si se hubiese trasmitido en un programa habitual del domingo por la tarde: la prensa se volcó sobre el caso[13]; otros programas televisivos invitaron al actor; algunos periodistas dieron desahogo al más mordaz sarcasmo, imaginando las escenas de desesperación de los censores a la vista de un documento político explosivo, redactado por desconocidos adversarios de Berlusconi, el desconocido Pericles y el todavía más desconocido Tucídides. Desde entonces el “Monólogo de Pericles” circula ampliamente en internet en la versión leída por Paolo Rossi, y es retomado de manera periódica en los momentos de mayor tensión política (la última ocasión fue en noviembre de 2011 cuando Berlusconi entregó su dimisión).
He aquí el “Pericles” que triunfó en los teatros italianos:
Aquí en Atenas procedemos así: nuestro gobierno favorece a las mayorías en lugar de a las minorías, y por eso se le llama democracia.
Aquí en Atenas procedemos así: las leyes garantizan una justicia igual para todos en sus disputas privadas, pero nosotros no ignoramos nunca el mérito de la excelencia. Cuando un ciudadano se distingue, entonces será llamado a preferencia de otros para servir al Estado, pero no como un acto de privilegio, sino como una recompensa al mérito, y la pobreza no constituye en impedimento.
Aquí en Atenas, procedemos así: la libertad de la cual gozamos se hace extensiva a la vida cotidiana. No sospechamos el uno del otro, ni molestamos jamás a nuestro prójimo si a él le gusta vivir a su manera; nosotros somos libres, libres para vivir tal y como nos gusta, y aún así estamos listos para afrontar cualquier peligro. Un ciudadano ateniense no descuida los asuntos públicos cuando atiende sus asuntos privados, sino que no se ocupa de los asuntos públicos para resolver sus cuestiones privadas.
Aquí en Atenas procedemos así: se nos ha enseñado a respetar a los magistrados y a las leyes; y a no olvidar jamás a aquellos que reciben ofensas. También se nos ha enseñado a respetar aquellas leyes no escritas que residen en el sentimiento universal de lo que es justo y de lo que es el sentido común.
Aquí en Atenas procedemos así: al hombre que no se interesa en el Estado lo consideramos inocuo pero inútil. Aunque son pocos los que son capaces de dar vida a una política, todos somos capaces de juzgarla. No consideramos la discusión como un obstáculo en el camino de la democracia. Creemos que la felicidad es el fruto de la libertad, pero que la libertad es sólo el fruto del valor. En definitiva, yo proclamo a Atenas la Escuela de la Hélade donde cada ateniense crece y prolonga en sí mismo una feliz versatilidad, la fe en sí mismo y la disposición para afrontar cualquier situación. ¡Y es por esto que nuestra ciudad está abierta al mundo y nosotros no expulsamos jamás a un extranjero! ¡Aquí en Atenas procedemos así!
Cualquier italiano −sin importar su preferencia política− entiende sin dificultad el porqué los censores serviles y demasiado solícitos pudieron temer a este “monólogo” y porqué todos, incluyendo a los electores de centro-derecha, identificaron de inmediato a Berlusconi como el blanco. En cambio, es menos sabido que este texto tiene poco que ver, en un sentido literal, con el original de Tucídides; la reelaboración del texto es tan profunda que casi es imposible cotejarlo con el griego. Por ejemplo, la frase “Un ciudadano ateniense […] no se ocupa de los asuntos públicos para resolver sus cuestiones privadas” está del todo ausente en Tucídides −aun cuando describe a la perfección el más grande vicio político de Berlusconi. Es obvio que no tiene ningún sentido esperar de un actor cómico el respeto filológico al texto. Es útil en cambio, registrar una vez más la exaltación del "Epitafio" de Pericles como manifiesto ideológico de la “democracia” y el pánico suscitado en los censores por su gran fuerza evocativa. Funcionaba en los años 50 contra los comunistas y funciona hoy contra el más grande enemigo de los comunistas.
Desde el año 2003 a la fecha, la parábola política de Silvio Berlusconi conoció todavía múltiples éxitos. En las elecciones del 13 y el 14 de abril de 2008, su coalición reportó una sonada victoria que le concedió un amplio apoyo parlamentario, lo cual se debió en parte a una ley electoral que asignaba un conspicuo premio de mayoría. La crisis económica de 2011 sacó rápidamente a la luz la evidente incapacidad de su gobierno para afrontar las necesidades del país y garantizar la competencia y dignidad en el escenario internacional.
El 7 de noviembre de 2011, cuando ya la presión de los mercados financieros y la crisis política interna había llegado a su punto más alto, se transmitió en un canal televisivo competidor, tanto de la RAI como de las televisoras de Berlusconi, un programa de título nada equívoco: “¡In nome di Dio, vattene!”. No era otro que la repetición del enfático e inaudito título con el cual el Financial Times de dos días antes se había dirigido a Silvio Berlusconi: “In the name of God, Italy and Europe, go!”[14].
Al principio de la transmisión fue leído el “Monólogo de Pericles”, sin que en esta ocasión existiera censura. De nuevo resonó −y no solamente en el teatro, sino desde los estudios de un programa televisivo con gran audiencia− la descripción de una sociedad tan distinta a la realidad histórica de Atenas, pero también tan diferente de la desastrosa realidad política italiana-. Cinco días después, el 12 de noviembre de 2011, Berlusconi entregaba su dimisión.
Traducido del italiano por María R. Pimentel
NOTAS
[1]El texto de la transmisión “Griechische Freiheit. Wesen und Wirken eines Lebensideals” se conserva todavía en la Niedersachsische Staats-und Universitätsbibliothek de Göttingen; en la clasificación: MS Pohlenz, 209.
[2] Max Pohlenz, Griechische Freiheit. Wesen und Werden eines Lebensideals, Quelle & Meyer, Heidelberg, 1955. (El libro ha sido traducido al italiano y al francés.)
[3] Para una visión de conjunto véase: Luciano Canfora, 1956. L’anno sparatiacque, Sellerio, Palermo, 2008.
[4] Max Pohlenz, Antikes Führertum. Cicero De officiis und das Lebensideal des Panaitios, Teubner, Leipzig-Berlin, 1934. El libro ha sido traducido al italiano, aunque se ha suprimido del título la referencia al Führer. La fórmula, sin embargo, le era muy clara al autor que la repite en el título de un breve artículo enviado a la revista Forschungen und Fortschritte, que se dirigía a un público tanto de humanistas como de científicos: "Ein antikes Führerideal".
[5] Cfr. Cornelia Wegeler, "...wir sagen ab der internationalen Gelehrtenrepublick". Altertumswissenschaft und Nationalsozialismus. Das Göttinger Institut für Altertumskunde 1921-1962, Böhlau, Wien-Köln-Weimar, 1996, pp. 84-88.
[6] Son las palabras exactas del exordio de Griechische Freiheit, p. 5.
[7] Gern hätte ich auch das Moment betont gesehen, daß Platos Sozialismus eine Reaktion gegen den perikleischen Liberalismus ist. Reseña de Platón de Ulrich von Wilamowits, publicada en Göttingische Gelehrte Anzeigen 183, 1921, pp. 1-30. (Se puede leer también en Max Pohlenz, Kleine Schriften, vol. I, Olms, Hildesheim, 1965, pp. 559-588.)
[8] Max Pohlenz, Griechische Freiheit, p. 3: “Herrn Oberstudiendirektor und Herrn Dozent Dr. Heinrich Dörrie, dem in die Freiheit Heimgekehrten, danke ich herzlich”. No se entiende porqué en la traducción italiana estas palabras han sido omitidas.
[9] Traduzco directamente del manuscrito inédito conservado en Göttingen (cfr. nota 1).
[10] Max Pohlenz, Grieschische Freiheit, p. 33 (tr. ital. p. 43).
[11] Se hizo también un libro: Paolo Rossi, Il signore Rossi e la Costituzione, Kowalski, Milán, 2003 (pero se omite el "Monólogo").
[12]Un análisis de la cita de Tucídides en la Constitución Europea y otras consideraciones se encuentran en Luciano Canfora, La democrazia. Storia di una ideologia, Laterza, Roma-Bari, 2004, pp. 11 (tr. española: La Democracia. Historia de una ideología, Crítica, Barcelona, 2004). Para una opinión distinta: Mogens Herman Hanse, "Thucydides’ Description of Democracy and the EU-Convention of 2003", en Greek, Roman and Byzantine Studies 48, 2008, 15-26. Sobre la figura de Pericles y su "Epitafio", y en general sobre la historia política de Atenas entre los siglos V y IV, véase: Luciano Canfora Il mondo di Atene, Laterza, Roma-Bari, 2011.
[13] Véase el artículo del 28 de noviembre que escribió Curzio Maltese en:
http://www.repubblica.it/2003/k/sezioni/spettacolo_e_cultura/domenicarossi/domenicarossi/somenicarossi.html
[14]http://www.ft.com/cms/s/0/9c118294-06fc-11e1-90de-00144feabdc0.html#axzz1jAq2AWG1.
Bibliografía
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Luciano Canfora, Il mondo di Atene, Laterza, Roma-Bari, 2011.
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Mogens Herman Hansen, "Thucydides’ Description of Democracy and the EU-Convention of 2003", en Greek, Roman and Byzantine Studies 48, 2008, 15-26.
Curzio Maltese, "´Domenica in´ censura Paolo Rossi che recita Pericle", La Repubblica, 28 de noviembre 2003.
Georg Peter Landmann, "Das Lob Athens in der Grabrede des Perikles", en Museum Helveticum 31, 1974, pp. 65-95.
Max Pohlenz, Antikes Führertum. Cicero De officiis und das Lebensideal des Panaitios, Teubner, Leipzig-Berlin, 1934.
Max Pohlenz, Der hellenische Mensch, Vandenhoeck & Ruprecht, Göttingen, 1947.
Max Pohlenz, Griechische Freiheit. Wesen und Werden eines Lebensideals, Quelle & Meyer, Heidelberg, 1955.
Max Pohlenz, Kleine Schriften, voll. I-II, Olms, Hildesheim,1965.
Max Pohlenz, "Platon", en Göttingische Gelehrte Anzeigen 183, 1921, pp. 1-30. (Reseña del libro de Ulrich von Wilamowitz-Moellendorff.)
Paolo Rossi, Il signor Rossi e la Costituzione, Kowalski, Milano, 2003.
Ulrich von Wilamowitz-Moellendorff, Platón, Weidmann, Berlin 1919.
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