Durante los siglos XV y XVI, Florencia vivió diversos y tumultuosos cambios políticos, los cuales establecieron un mayor número de gobiernos de facto que de iure. Por ejemplo, el de los Médici, que gobernaron durante sesenta años, y sólo fueron destronados en 1494, cuando el rey Carlos VIII invadió a Italia y el fraile dominicano Girolamo Savonarola, quien instituyó una República Cristiana de cariz religioso, fue asesinado cuatro años después. En 1502, Soderini fue elegido gonfaloniero vitalicio hasta 1512, año en que fue expulsado y los Médici volvieron a Florencia. Estos se quedarían allí hasta el saqueo de Roma en 1527, cuando los expulsaron y la república fue reestablecida. En ese mismo año murió Maquiavelo.
Pocock describe la tensión política de ese momento, revelando en qué consistía el problema de la obtención del poder y la legitimidad para hacerlo aceptable y duradero. En semejante contexto, tanto los principados como las repúblicas eran “doubtfully legitimate and historically fragile”, ya que si los primeros no tenían un poder capaz de legitimarse por la ley o la religión, puesto que lo habían adquirido recientemente, las repúblicas fácilmente se perdían en divisiones fraccionarias hostiles. Es importante comprender que el Regnum Italicum (774-962) durante la dinastía Carolingia había logrado sobrevivir a lo largo de todo el Sagrado Imperio Romano (962 – 1500). Por esto, entre los siglos XIV y XVI “the Regnum was a world of its own”, en el que ninguna forma de gobierno había sido establecida[2]. Estas ciudades, en Lombardía y Toscana (Florencia) –Venecia era un caso distinto[3]–, eran gobernadas por sus ciudadanos y no por un hombre o una familia, lo que llevó a cuestionar si esa no era una forma de gobierno mejor y más natural para el hombre.
Entre 1435 y 1437, el humanista Leonardo Bruni, uno de los seguidores de Petrarca y miembro de la Cancillería Florentina (1410-1411), tradujo la Política de Aristóteles y usó el término republica en lugar de política según la traducción de Moerbeke[4], no sólo en un sentido genérico, aplicable a cualquier constitución, sino también para describir un estado libre[5]. Maquiavelo, no obstante, asistió al comienzo de la subyugación de algunas Repúblicas Italianas y fue testigo del cumplimiento de otras, lo cual explica su “vivere civile”[6] y su búsqueda de un fundamento filosófico para la república[7]. Ese fue el momento maquiavélico, el contexto político y cultural en el que produjo su narrativa y reunió a la historia para reflexionar sobre su propio tiempo[8]. Según Pocock, estudios recientes han demostrado que entre los grandes nombres de la Antigüedad, Cicerón, con su idealización del sistema de la república, es la figura paradigmática del “filósofo” para el “republicanismo clásico”, tal como se reconstituyó en Italia[9]. Pero también hay que tener en cuenta la versión de Salustio para el ocaso y la caída de la república romana: “Polybius foretold, Sallust began to witness, and Tacitus, Plutarch, and Appian completed narrating the demise and suicide of this system […] and Leonardo Bruni completed the grand narrative” [10]. Machiavelli then continued to cultivate this literature of libertas et imperium, writing accordingly about its assumptions and criteria”[11].
¿Cuál es la importancia de Esparta, en este contexto de la revitalización republicana? Al hablar de “Sparta Rediviva”, Rawson reconoce un inequívoco renacimiento de Esparta en ese período[12], y muchas referencias en las obras del Renacimiento lo confirman. Sin embargo, fue Maquiavelo quien le dio “a place in the modern world that she had not yet had” y lo mismo puede decirse de Licurgo, quien recibió “a newly urgent evaluation”[13] debido a su importancia simbólica, ya que fue el organizador del modelo de gobierno y educación espartano, sin el cual el mito de esta polis no sería concebible. Este redescubrimiento fue motivado no sólo por la koiné política, que estaba en busca de la definición de la mejor forma de gobierno, sino también por la recuperación material de autores clásicos como Platón, Jenofonte y Plutarco, quienes habían dedicado diversas obras a Esparta. Pero habría de ser el historiador griego Polibio en el sexto libro de sus Historias[14], quien resultaría ser el más influyente para el análisis maquiavélico de la constitución espartana como lo veremos más adelante.
El objetivo de este trabajo es analizar las reflexiones que hace Maquiavelo sobre Licurgo, los riordinatori (Solón y Numa Pompilio) y los fundadores (Mosés, Rómulo y Ciro) en los Discorsi della Prima Decada di Tito Livius para intentar comprender su noción de legislador. Asimismo, veremos que, en el Il Principe, el legislador puede verse como una figura arquetípica del “príncipe”. En un segundo momento, reflexionamos sobre la recepción de la eunomia política de Esparta y las comparaciones de ésta con la Serenissima Repubblica di Venezia, un mito de estabilidad política y resistencia en esos tiempos tumultuosos de la Italia de Maquiavelo. El legislador, figura demiúrgica que origina un nuevo orden, es por sí mismo el resumen de los conflictos que intervienen en el acto de fundación, los cuales seguirán latentes mientras se mantenga el nuevo orden establecido. La Virtú parece ser la única manera de enfrentar y convivir con el momento de fundación y la violencia presente en el nuevo orden, ya que la Fortuna es la única que comanda la historia, pues no hay cabida para una dimensión teleológica en el horizonte histórico.
Maquiavelo: reenvío biográfico
En 1498, pocas semanas después de la ejecución de Savoranola en la Piazza della Signoria en Florencia, Maquiavelo fue electo Secretario de la Segunda Chancería de la República Florentina. En la dedicatoria de El príncipe presenta su método de análisis de la realidad política de su tiempo: “quanto la cognizione delle azioni degli uomini grandi, imparata da me con una lunga sperienza delle cose moderne”[15].
Las obras más conocidas de este autor son El príncipe, posiblemente escrito en 1513, y Los discursos sobre la primera década de Tito Livio que suelen fecharse entre 1513 y 1517, aunque su cronología precisa sigue siendo un tema a discusión[16]. A pesar de que algunas referencias a El príncipe van a incluirse en este estudio, nos detendremos sobre todo en el texto de los Discursos. La preferencia por Livio puede justificarse con facilidad: desde el punto de vista literario, ya Petrarca, el más importante de los humanistas, había elegido a Cicerón y a Livio como modelos, y Bondanella sustenta que “the ideas contained in Livy’s works were […] not mere academic topoi, but they represented a major political idiom of the times”[17]. Uno de los temas principales cuando se trata de discutir el pensamiento maquiavélico suele ser la aparente contradicción de sus más conocidas obras: en El príncipe parece defender el sistema del principado, mientras que en los Discursos propone el modelo republicano romano. Por lo tanto, ¿Es un teórico del principado o de la república?[18]
Se puede contestar de manera empírica, según el título del capítulo nueve de los Discursos: “Es preciso que sea uno solo el que organice de nuevo una república o el que la reforme totalmente”[19]. En el tiempo en que Maquiavelo escribía, como dice Pocock, los príncipes eran “ineradicable from the political landscape”, por lo que solo podía concebir la expulsión de los franceses y los españoles de Italia por obra de cualquier “Caesar-like figure who should be both conqueror and legislator”[20]. Esa era su principal intención con El príncipe, y en ella reside también nuestro propósito: demostrar que el introduttore, sea fondatore u ordinatore, tiene que ser un hombre capaz de introducir su ordini (instituciones), al igual que un fundador (fondatore) como Rómulo o un legislador (reordinatore) como Licurgo. Aunque en El príncipe, Maquiavelo sólo nombra a “Moisè, Ciro, Romulo, Teseo, e simili” en los Discursos esa distinción no es tan clara, ya que uno puede encontrar juntos a los fondatori y los ordinatori, como se lee en el pasaje siguiente: “Se podrían citar numerosos ejemplos de lo dicho como Moisés, Licurgo, Solón y otros fundadores de reinos y repúblicas, los cuales pudieron, atribuyéndose tal autoridad, redactar leyes adecuadas al bien común”[21].
Así como la salvación del pueblo de Esparta dependía del regreso a las leyes de Licurgo, Florencia requería que volviese el momento de su fundación como se explica en el capítulo 9 de los Discursos. Mientras que Licurgo como legislador se presenta como el símbolo de un perfecto y completo comienzo, Roma cuenta con dos innovatori [Rómulo y Numa] que son imperfectos.
Licurgo, un mito hecho para parecer historia[22]
Las más impresionantes referencias a Licurgo las leemos en el primer libro de los Discursos en los capítulos 2, 6, 9 y 11. Pero antes de entrar en ellas hay que dedicar unas palabras a este legislador “amado de los dioses y dios más que hombre”[23], a quien le consideró “el mejor ejemplo de un legislador”[24]. Según el de Queronea, el oráculo de Delfos le había legitimado como legislador y prometido una constitución “que iba a ser mucho más fuerte que todos y cada uno de los demás sistemas de gobierno”[25]. De tal forma bendecido con la aprobación de Apolo, Licurgo ordenó que treinta de los jefes aterrorizasen a los del partido opositor, y así fue como ambos reyes de Esparta llegaron a aceptar la nueva constitución política, la gerusía, que iba a funcionar como “contrapeso”[26], en un equilibrio que mantenía los dos reyes, evitando la democracia o la tiranía.
Cuando, más tarde, el legislador percibio que las instituciones que había creado estaban establecidas con firmeza y que su sistema político había crecido lo suficiente para mantenerse por sí mismo, como el demiurgo platónico, se retiró para no volver más. Como la tercera contestación de la Pitonisa había dejado claro, el orden del cosmos constitucional espartano dependería de la obediencia al arquetipo original, como Maquiavelo también reconoce en Discursos I.9.
La primera aparición de Licurgo en los Discursos es en el segundo capítulo, titulado “De cuántas clases son las repúblicas y de qué clase fue la república romana”. Ahí se dice de Esparta que tuvo un comienzo “alejado de toda servidumbre externa”, gracias a la superioridad ética de su legislador, quien estableció buenas instituciones (ordini) en la correcta occasione –una palabra clave a la que volveremos. Por otro lado, Roma había experimentado muchos conflictos sociales antes de llegar a un estadio de estabilidad política. De hecho, su comienzo puede o no considerarse libre, ya sea que tomemos a Rómulo o a Eneas como su fundador. El último parece ser la opción de Maquiavelo, que así atribuía a Roma un comienzo libre semejante al de Esparta. Esta preferencia refuerza el principio de que el legislador debe ser alguien nativo, un individuo excepcional y buen conocedor de su pueblo, que no debe quedarse muy cerca de él, no sólo para evitar su propia corrupción, sino también para que consiga actuar de manera efectiva sobre el mismo.
En el mismo capítulo Maquiavelo sigue definiendo el mejor modelo político y distingue seis formas de gobierno: principado[27], aristocracia y democracia, acompañadas por sus antípodas, tiranía, oligarquía y anarquía. Sigue muy de cerca al historiador griego Polibio, quien, adoptando un método biológico de desarrollo[28], sugiere que es la misma dinámica, el proceso circular, anakyclosis, el que determina los cambios políticos, infiriendo que nada de lo que es humano es permanente[29]. Por eso concluye: “de modo que si el organizador de una república ordena la ciudad según uno de los regímenes buenos, lo hace para poco tiempo porque, irremediablemente, degenerará en su contrario”[30]. Ante esta inevitabilidad, ¿cuál es la solución constitucional? Polibio y Maquiavelo sugieren una resolución que, aunque es temporal, puede, de hecho, ser la mejor, como la historia de Esparta y de Roma lo han demostrado: la constitución mixta[31], una forma de gobierno “más firme y más estable, pues así cada poder controla a los otros, y en una misma ciudad se mezclan el principado, la aristocracia y el gobierno popular”[32].
El primer ejemplo que se conoce sobre de la eficacia de este modelo es Esparta, como afirma Polibio[33], que es retomado por Maquiavelo: “Licurgo […] dando su parte de poder al rey, a los nobles y al pueblo construyó un estado que duró más de ochocientos años”[34]. Abordar la complejidad de la noción de constitución mixta requiere dedicar un ensayo entero al respecto; sin embargo, para los fines que aquí nos conciernen sólo recordaremos algunos de los aspectos relacionados con la peregrinación histórica de la idea de mixtura constitucional, algo que G. Scott considera, en el campo de la historia de la teoría constitucional, “the most influential contribution of the Greeks”[35]. La más antigua referencia a ella quizás pueda detectarse en Tucídides[36], pero luego Platón y Aristóteles la aplicaron a la teoría constitucional de manera rigurosa y desarrollaron sus fundamentos teóricos, trabajo que continuó Dicearco, discípulo de Aristóteles. Por último Polibio le dio una formulación completa en el siglo II a.C. y, en el contexto romano, hay que considerar el tratamiento de Cicerón en su República[37].
Polibio analiza la constitución mixta de Roma en un tiempo en que la urbe había ya extendido su poder más allá del Mediterráneo Occidental y faltaba poco para tener a Grecia bajo su control. Según el historiador griego, la constitución mixta de los romanos es distinta de la de los espartanos en la medida en que la primera tuvo un desarrollo natural, desde el conflicto entre la aristocracia y el pueblo, y de hecho la resolución de cada problema representó un paso gradual. Eso fue preferible a la imperfección inicial, la cual hubiera sido consecuencia de una constitución impuesta a Roma por un individuo que fuera otro Licurgo[38]. Esos caminos condujeron, según Polibio, a diferentes mecanismos de política interina o como lo explica Hahm: “unlike the Spartan constitution in which the kings and the people prevented excessive growth in each other by opposition […], the Roman constitution prevented any part from carrying out its function without the cooperation of both the other parts”[39]. Un ejemplo de esto es que los cónsules no podían ejercer sus funciones sin la colaboración del Senado y del pueblo[40].
No es fácil determinar el origen de la influencia de Polibio sobre el pensamiento de Maquiavelo, y es posible que éste haya sacado provecho de conversaciones orales con amigos que conocían al autor griego en su lengua original[41]. Como notaron Bondanella y Bondanella, la traducción italiana de Polibio surgió no antes del 1546, después de la muerte de Maquiavelo[42]. El autor de El príncipe nunca aprendió griego, aunque Florencia era uno de los centros de la escolástica griega en toda la Europa. Queda claro que el florentino ve el mismo tipo de oposición entre Esparta y Roma, y observa que ambas son susceptibles a desaparecer como cualquier otro modelo político[43]. Pero los dos, Polibio y Maquiavelo, reconocen que también Roma tuvo que tener un ordinatore que, a pesar de no haber dado una nueva política a la ciudad, emprendió algo capaz de determinar la resolución de los conflictos y de garantizar su éxito –en este caso específico, la reforma de la religión: “porque ella produjo buenas costumbres y las buenas costumbres engendrador buena fortuna”[44].
Sin importar las diferencias entre Esparta y Roma, ambas requirieron a un legislador. En los ejemplos clásicos Licurgo y Numa fueron acreditados por la asistencia divina para sus reformas: el primero fue legitimado por el oráculo de Delfos[45], y el segundo, por las bodas celestiales con la diosa Egeria[46]. Esto constituía un topos de las vidas de los legisladores griegos antiguos, una mentira política en el sentido platónico, corroborada por Plutarco[47]. En cuanto al uso de la religión, Maquiavelo no lo considera la carcterística más importante del príncipe: “a vederlo e udirlo, tutto pietà, tutto fede, tutto integrità, tutto religione. E non è cosa più necessaria a parere di avere che questa ultima qualità”[48]. Numa, en un período de stasis, va a restaurar la religión, la política y la moralidad, estableciendo las funciones de todas esas áreas con el fin único de alcanzar una nueva racionalidad política[49]. Pero aún hay que preservar algunos elementos de continuación, tales como la costumbre y la religión, sin los que la reforma no logrará ser efectiva ni duradera en el tiempo. Licurgo hizo lo mismo cuando integró a los dos reyes en el nuevo orden político.
Con la ayuda de estos artificios o también comparándole con un dios, como la Pitonisa una vez declaró a Licurgo[50], el legislador es el ejecutante del nuevo orden, semejante al demiurgo que crea un sistema capaz de mantenerse después de su creador y que, de hecho, debe ser continuado por sus sucesores: “Que es preciso que sea uno solo el que organice de nuevo una república o el que la reforme totalmente”[51]. Al revés del príncipe, el legislador no participa en el nuevo orden político y su exilio es un punto vital para el establecimiento de las leyes. Según Lewis: “this implanted the laws more deeply into the fabric of the society, and places them off-limits to the manipulations of would-be law-changers”[52]. Cuando el legislador se marcha, la gente obedece solo a las leyes, sin la fuerza de su personalidad[53].
Uno de los más ilustres amigos de Maquiavelo, el historiador Francesco Guicciardini – o “el Tucídides de Italia” como le llamó Voltaire [54]– escribió sus impresiones sobre los Discursos[55]. En torno de la cuestión del legislador, renegó sobre la violencia de Rómulo y prefirió a Licurgo como el único ejemplo del reordinatore que cumple su acción sin dejar corromperse, aunque admitió que el gobierno mixto es el mejor modelo de gobierno como se comprobó en Roma, Esparta y, por último, Venecia.
En El príncipe, los más excelentes ejemplos de introduttori son Moisés, Ciro, Rómulo y Teseo; más tarde, en los Discursos, Maquiavelo va a añadir a Licurgo, Numa y Solón como muestras de fundadores de repúblicas y políticas porque fueron innovatori, todos los que se enfrentaron a “nimici tutti coloro che degli ordini vecchi” y sólo consiguieron “tepidi difensori tutti quelli che degli ordini nuovi”[56]. La resistencia a un orden nuevo puede conducir a un acto de violencia como el fratricidio de Rómulo, pero, como subraya Maquiavelo en los Discursos, “aunque le acusan los hechos, lo excusan los resultados”[57]. De la misma manera en El príncipe aplica el mismo principio a todo el “hombre que se eleva al principado”[58].
Uno puede considerar que hay un leve déficit de juicio moral en la aparente atemporalidad de semejante acción, en un tiempo de excepción en el que toda la estructura política se suspende, como bien demostró Leo Strauss en su Natural Right and History: “Civil society cannot even aspire to be simply just. All legitimacy has its root in illegitimacy; all social or moral orders have been established with the help of morally questionable means; civil society has its roots not in justice but in injustice”[59]. No obstante, la tensión entre legitimidad e ilegitimidad es una constante en el pensamiento sobre la acción política de Maquiavelo, lo cual deja claro que el conflicto y la violencia inherentes a la fundación se harán siempre presentes en la política. Este es un punto de vista influido por el momento histórico concreto del autor, como se dijo ya: en el Regnum Italicum ninguna forma de gobierno había sido jamás establecida del todo, pues los principado y repúblicas conseguían legitimarse con dificultad y por eso resultaban frágiles en un sentido histórico[60].
El desarrollo constitucional de Roma demuestra que la estabilidad es el resultado de un conflicto entre fuerzas antagónicas, y que su buen mantenimiento se debe a la monopolización de la violencia, la cual ha estado presente desde la fundación y continúa emergiendo en cada conflicto político. Así que, con base en esta constante inestabilidad, el príncipe puede armarse de las mejores armas y de las mejores instituciones para lograr obtener el apoyo popular[61].
Basándose en el principio de la inconstancia de la naturaleza humana y en su tendencia para seguir al interés particular contra el bien común, el acto de fundación se presenta como el momento definitivo, donde la política resume mejor la gran paradoja de la razón y la violencia[62]. No obstante, la acción de los innovatori no conseguiría el mismo grado de cambio si no aconteciera en determinada occasione como en el caso de Hierón de Siracusa[63]. Siempre hay un dualismo temporal detrás de cada momento importante de la historia: occasione y virtù. La occasione tiene que ver con la habilidad del ‘‘hombre que se eleva al principado” para analizar su propia situación presente, lo que requiere un diálogo con los autores clásicos, a los cuales ya pertenece, como confesó a Francesco Vettori[64]. Estos son excelentes ejemplos que enseñan a utilizar a artificios como la religión para legitimar el poder político. Por otro lado, la virtù en ambos sentidos, el pagano y el cristiano, es necesaria para enfrentar todas las dificultades que provienen del desarrollo del orden.“It was aggressive, audacious, daring, aiming at the masculine domination of a feminized fortuna”, nos dice Pocock[65].
En tanto que el desmantelar un orden existente es una de las funciones del legislador, es esencial que éste posea virtù, la capacidad de controlar la incertidumbre que su misma innovación ha creado[66]. Por eso no hay espacio para la tyche o cualquier otro determinismo teológico en la concepción Maquiavélica de la historia[67], y una acción es considerada virtuosa siempre que haya producido un cambio eficiente en la correcta occasione. No obstante, como reconoce Aurelio, el grado profundo de premeditación que se exige del príncipe no es nunca suficiente; al contrario, crea un modelo imposible de alcanzar[68]. Una vez más, ¿es posible ver algo de adynaton en la figura del legislador, como nos la ha transmitido la tradición? De hecho, aunque consideremos la existencia histórica de Licurgo, no es posible que la misma persona haya sido responsable de todas las reformas que la tradición le atribuyó. Así, su figura tal y como es transmitida por la tradición está más próxima de la figura del archegetes que de un ser humano, siendo un “dios más que hombre”[69]. De esta forma, si aceptamos que el legislador es el arquetipo de la figura del príncipe, ambos son adynata. El primero ha creado un demiurgo de naturaleza cuasi divina y, a la luz de éste, Maquiavelo ha construido al “único que [organiza] de nuevo una república o el que la [reforma] totalmente”, o sea, el príncipe, del cual se tiene un nivel de expectativa sobrehumana, en la medida en que se exige un grado de premeditación que nunca es suficiente.
En este caso por lo menos puede decirse que el mito se asemeja a la historia[70]. Después de Maquiavelo, el tema del legislador tuvo una tremenda influencia en el pensamiento republicano, sobre todo en Montesquieu y Rousseau[71], quienes subrayaron la importancia de éste no sólo como el fundador de las instituciones políticas republicanas, sino también como salvador de repúblicas decadentes[72]. En ese tiempo, durante los fríos días del invierno de 1777-1778, " the darkest moment of the American Revolutionary War", Alexander Hamilton, integrante de la Continental Army, comandada por el General Washington, tuvo tiempo de leer las vidas plutarquianas de Teseo, Rómulo, Licurgo y Numa; y, de entre ellas, la de Licurgo fue considerada “by far the most memorable of these lives”[73]. Sus notas personales confirman su atención al trabajo de legislador de Licurgo, a la estructura del gobierno espartano y a sus leyes fundamentales, al sistema de propiedad privada y a sus prácticas educativas. Estas son las notas de un joven general, que luego habría de tornarse en uno de los Founding Fathers.
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Notas
[1] Agradezco al profesor Christopher Pelling, al profesor Anton Powell y al profesor Philip A. Stadter la ayuda que me brindaron para realizar este texto.
[2] J. G. A. Pocock, The Machiavellian’ Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republic Tradition, (146).
[3] Desde el siglo XIII, Venecia constituía un ejemplo de durabilidad y estabilidad política. Maquiavelo la compara con Esparta, ambos modelos de eunomia política (Discursos, 1.5, 6) . La leyenda de Esparta como paradigma de estabilidad era bien conocida y difundida en la Antigüedad, como han demonstrado los estudios de F. Ollier, Le mirage spartiate: étude sur l'idéalisation de Sparte dans l'antiquité grecque du début de l'école cynique jusqu'à la fin de la cité (Paris: Belles Lettres, 1943), E. N. Tigerstedt, The legend of Sparta in classical antiquity. (Stockholm : Almquist & Wiksell, 1965) y Rawson (1991).
[4] Alrededor de de 1260-1280, William de Moerbeke (1215 – 1286), un Dominicano Flamenco llevó a cabo la revisión y traducción de las obras de Aristóteles del griego, por lo que parece a petición de Tomás de Aquino. Él mismo ha sido el primer traductor de la Política y de la Poética de Aristóteles en latín. Cf. B. G. Dod, “Aristoteles latinus”, en The Cambridge History of Later Medieval Philosophy. From the rediscovery of Aristotle to the disintegration of scholasticism ed. por N. Kretzmann y A. K. J. Pinborg (Cambridge: Cambridge University Press, repr. 1997) 62-64.
[5] T. Maissen, “Republic”, Brill’s New Paul, col. 968. Sobre el pensamiento Aristotélico en el siglo XIV, ver J. Blythe (1992: 161).
[6] Sobre este concepto, ver Pocock, The Machiavellian Moment, (49-80).
[7] Pocock, Op. Cit. (147, 149).
[8] Ibidem, (156).
[9] Ibid, (148).
[10] Idem, Istoria Fiorentina (1442). Dividido en 12 libros, es globalmente considerado el primer trabajo moderno de historia, y fue ampliamente imitado por historiadores humanistas en los dos siglos siguientes. Recientemente se publicó una traducción en inglés de esta obra: Leonardo Bruni, History of the Florentine People I, books 1–4, ed. y trad. de James Hankins (Cambridge: Mass., 2001).
[11] Idem, (153).
[12] E. Rawson, The Spartan tradition in European thought Rawson, (130).
[13] Rawson, The Spartan tradition in European thought, (142).
[14] Para un análisis detallado del libro 6 de la Historia de Políbio, ver Walbank (1957).
[15] Maquiavel, O Príncipe, (30).
[16] Bondanella y Bondanella (2008: xxxii).
[17] Ibidem, (2008: xiii). Al respecto hay que comentar que como ha pasado con El príncipe, también la publicación de esta obra de Maquiavelo ha sido póstuma, en 1531. Durante su vida, Maquiavelo solo ha publicado un trabajo sobre eltema político, El Arte de Guerra, en 1519.
[18] Ibid, (2008: XIV-XVI).
[19] Machiavelli, Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio, (60).
[20] Pocock, Ibid, (154).
[21] Maquiavelo, Discursos sobre la primera década de Tito Lívio, (Cap. 9, p. 62). Cfr. Feinberg (1970) y Pocock (2002: 187).
[22] Las expresiones griegas son de Plutarco (Thes. 1.5). Sobre la manera en que Plutarco trata sus fuentes históricas dependiendo de sus periodos ver C. Pelling, ‘ ‘Making myth look like History’: Plutarch’s Theseus-Romulus’, Plutarch and History (Swansea: The Classical Press of Wales, repr. 2011), pp. 171-206.
[23] Plutarco, Vidas Paralelas. Teseo/Rómulo. Licurgo/Numa, (5.4).
[24]Plutarco, Vidas Paralelas, (Mor. 1128f)
[25] Plutarco, Op. cit., (5.4)
[26] Ibidem, (5.11)
[27] Polibio se refiere antes a ‘monarquía’. Maquiavelo ha distinguido los principi naturali (caps. 2 y 3) de los principi nuovi, cuyos origines eran recientes y más difíciles de legitimar. Cf. Supra, nota 1. Sobre la familia de los Medici, ver Pocock (2010: 146).
[28] Walbank (1957: 635) y Romilly (1991: 9-12).
[29] Ver Polybius, The histories, (VI. 8.10) y Cfr. con VI. 4. 12. y Rousseau III. 11. 260.
[30] Maquiavelo, Discursos, ( 24).
[31] Ver von Fritz (1975), Hahm (2009) y Nadon (2009) para una síntesis de la historia de la noción de gobierno mixto.
[32] Maquiavelo, Op. Cit., (p. 38).
[33] Polybius, The histories, (VI. 3.7-9)
[34] Ibidem, (p. 38).
[35] G. Scott, (80).
[36] Hahm (178-179). La interpretación del texto de Tucídides no está libre de controversia: “then for the first time, at least in my lifetime, the Athenians seem to me to have had a good constitutional arrangement for it was a moderate blending between the few and the many”. Este “blending” tuvo un importante futuro en la teoría política. No obstante, von Fritz (417 n.43) ha defendido que “it means simply that it was not a small minority that monopolized the political power” y Hornblower (1033-1035) ha notado: “But he was not clairvoyant and did not know any of that, and he may rather have been influenced by ‘ideas of mixture as found in contemporary medical and political thought”. (A commentary on Thucydides. III 5.25-8.109). De hecho, von Fritz (1954: V) consideraba que la primera referencia a la teoría de la constitución mixta era en las Leyes de Platón. Panagopoulos (1985), por su parte, va aún más lejos cuando defiende que los orígenes de los checks and balances pueden buscarse entre los presocráticos del siglo VI a.C., cuando elogian el equilibrio entre fuerzas contrarias.
[37] Tucídides (8.97.2); Platón, Leyes (691d–692a, 693d–701e); Aristóteles, Política (1265b26–9, 1270b21–2), Fritz Werhli, Die Schule des Aristoteles, Texte und Kommentar, Heft. I: Dikaiarchos (Basel: Schwabe, 1944), 28ff y 64ff. Cicerón, República 2.41, 2.42, 2.66, respectivamente. No obstante la noción común de mixtura, la segunda intención de cada propuesta es completamente diferente, como bien explica Hahm (2009: 197): ‘for Thucydides and Aristotle it was the socioeconomic classes of the city, for Plato the various organs of government, the individuals and bodies assigned to make decisions in the city-state.’
[38] Maquiavelo, Discursos, (Cap. ix)
[39] D. E. Hahm, ‘The Mixed Constitution in Greek Thought’, en A Companion to Greek and Roman Political Thought, (195)
[40] Polybius, Op. cit., (6.13–14, 16–17).
[41] Bondanella y Bondanella, (362) sugiere que “the most likely answer is that Machiavelli’s republican friends in the Orti Oricellari discussed with him the material not yet available in Latin or Italian. Bernardo Rucellai, the founder of the gardens where these discussions took place, apparently used Book VI of Polybius in a work he wrote around 1505”.
[42] Ibidem, ( 362).
[43] Como dice Pocock (77), “the sixth book of Polybius's Histories, though it did not become available in a language other than Greek until the second decade of the sixteenth century, exercised so great an influence on Renaissance ideas about politics in time that it may be considered here as indicative of that age's fundamental conceptual problems”.
[44] Ibid, (1. 11).
[45] Ibid, ( 5.3).
[46] Ibid, (Num. 8.6).
[47]Ver (Num. 4.6). Sobre estas leyendas en general, ver Szegedy-Maszak (1978); más concretamente sobre los reyes espartanos, ver el trabajo reciente de Powell (2010).
[48] Ibid, (cap. XVIII).
[49] Sobre el uso de técnicas de persuasión no argumentativas y engañadoras por las autoridades de Esparta y por Platón en las Leyes ver Powell (1994). El uso de lo irracional ha impresionado a Rousseau, que lo tomó de prestado en sus Discursos (II. 8), donde defiende que los argumentos racionales son inadecuados y que el legislador debe utilizar formas de retórica como la llamada a lo divino o a cualquier otra fuerza simbólica, o sea, “persuader sans convaincre”: “donc le législateur ne pouvant employer ni la forcé ni le raisonnement, c’est une nécessité qu’il recoure à une autorité d’un autre ordre, qui puisse entraîner sans violence et persuader sans convaincre” (p. 55).
[50] Ibid, (Her. 1.65).
[51] Ibid, (cap. 9).
[52] J. D. Lewis, Early Greek Lawgivers, (62).
[53] Lewis, Early Greek Lawgivers, (62-63) y Szegedy-Maszak (1978). Cfr. también Rousseau II. 7.
[54] Essai sur les Moeurs vol. 11 (Paris: Garnier, 1878), p. 246 (cap. 121), apud A. Moulakis, Republican Realism in Renaissance Florence. Francesco Guicciardini’s Discorso li Logrogno (Oxford: Rownan & Littlefield, 1998), p. 31.
[55] Francesco Guicciardini. Considerazioni intorno ai discorsi di Machiavelli, en Opere ed. por R. Palmarocchi (Bari, 1936) apud Rawson (1991: 144).
[56] Ibid, (cap. 6).
[57] Ibid, (1. 9).
[58] Maquiavelo, El príncipe, (cap. 8).
[59] Leo Strauss en su Natural Right and History (179).
[60] Pocock, Ibidem, (146).
[61] Ibidem, (6, 22).
[62] Aurelio ( 26).
[63] Ibid, (cap. 6).
[64] En The Portable Machiavelli, ed. and trans. P. Bondanella and M. Musa, New York, 1979, p. 69.
[65] Ibid, (151).
[66] Ibid, (156-182).
[67] Miguel A. Vatter, "Chapitre XXV du Prince: l’ histoire comme effect de l’action livre", en Machiavel, le Prince ou le nouvel art politique ed. por Y. C. Zarka y T. Ménessier (Paris: Presses Universitaires de France, 2001) p. 234, apud Aurelio (2011: 23).
[68] Aurelio (78).
[69] (Her.1.65).
[70] Plut., (Thes. I. 5).
[71] Sobre la recepción del idealismo germanista y la proliferación de la doctrina de la Raison d’État en Italia y Alemania, ver F. Meinecke, Machiavellism: The doctrine of raison d'état and its place in modern history (London: New York: Praeger, 1965), cuya primera publicación, en 1924, ha sido Die Idee der Staatsräson.
[72]Sobre este asunto, ver la tesis de Kimpell (2006). Hahm (197) considera que, en Inglaterra, la concepción de Polibio de constitución mixta no solo ha influenciado el desarrollo del gobierno británico, sino que también ha pasado a las colonias, donde se tornó el modelo para la constitución americana. Para un estudio de la recepción de la figura de Licurgo en los escritos de Alexander Hamilton, ver Stadter (forthcoming).
[73] Stadter (forthcoming) y supra, nota 24.
Ália Rosa Rodrigues, ¨Licurgo de Esparta: el retrato del legislador en Maquiavelo ¨, Fractal n° 58, julio-septiembre, 2010, año XV, volumen XV, pp. 69-88.