Freud, que fue uno de los primeros investigadores en resaltar el gran peso de las enfermedades mentales delineadas por el capitalismo materialista de siglo XIX, nunca se preguntó por la ética subyacente. Tal vez sintió que hemos pagado un precio elevado por lo que él llama civilización, y que el costo lo ha valido. No se le ocurrió preguntarse si ese precio era necesario. No hay razón que nos impida disfrutar de las ventajas de la así llamada civilización, sin necesidad de conflictos agraviantes. Freud descubrió la extensión del pensamiento marginal, inconsciente, pero fracasó en entender como tal pensamiento podría ser útil y ventajoso. “Donde hubo ello y superyó, cabrá que el yo sea,” es una proposición fuera de moda. De hecho el ego consciente es en muchos casos un asilo, al igual que alguien que se dispone a dominar una habilidad física como el tiro, la esgrima, el boxeo, el automovilismo, la aviación. Sólo cuando tus respuestas se han vuelto automáticas y operan sin una voluntad consciente es que puedes funcionar con eficacia.
Los budistas siempre han considerado al ego un obstáculo espiritual. Recuerdo a alguien que lo objetaba y que preguntó a Chogyam Trungpa Rinpoche por qué era que la gente se levantaba cuando él entraba a un cuarto. Trungpa contestó “Por respeto.” “¿Respeto a que?” reclamó el objetante. “Ausencia de ego” respondió su santidad. El budismo y otras disciplinas espirituales están diseñadas precisamente para doblegar al ego. Y mi experiencia es testigo de que el ego es un soporte artístico. La mejor escritura y pintura son llevadas a cabo solamente cuando el ego es usurpado y negado. En realidad, un artista transcribe desde el inconsciente.
El concepto de inconsciente de Freud deriva de su experiencia clínica. Después de observar un número de síntomas patológicos que adscribió a conflictos inconscientes, llegó a considerar al inconsciente como algo destructivo, o al menos como un depósito de impulsos irracionales y atávicos. ¿Entonces cómo es que un factor adverso, que existe en la psique humana, puede entenderse como necesariamente biológico? Freud dice que las restricciones de los impulsos inconscientes son necesarias para mantener unida a una civilización. Sin embargo esta explicación es en su conjunto demasiado racional, ya que presupone un contrato social acordado conscientemente para suprimir lo irracional. Freud debió haber visto los defectos de este argumento y prosiguió a desarrollar su dudoso concepto de un Instinto de Muerte y un Instinto de Vida en eterna lucha. Aquí se acerca a la posición maniquea de postular una batalla entre las fuerzas del Bien y el Mal. Aunque Freud criticaba a Jung por aspirar a ser un filósofo y un profeta en vez de un simple clínico, él podría ser objeto de la misma crítica. Yo, Superyó y Ello, flotando en un vacío sin referencia alguna al sistema nervioso, se me presentan como conceptos metafísicos muy ambiguos.
En sus años tardíos Freud aceptó la telepatía a regañadientes, después de haber encontrado tantos ejemplos de intercambio telepático en sus prácticas clínicas.
Recuerdo cuando estaba en análisis con el Doctor Federn, tuvimos algunos intercambios telepáticos. Por ejemplo, yo lo vi en un sueño regalando dulces a unos niños y le dije que tuviera cuidado o se ganaría la fama de acosador infantil. Cuando le relaté mi sueño me contó que en efecto había regalado dulces en unas vacaciones en Cape Cod, y se dio cuenta, según sus propias palabras, de que “la gente podría pensar que era un viejo lascivo”. Y me contó de un analista conocido suyo que había reunido mil doscientos casos de telepatía en su práctica. Pero el doctor Federn se rehusaba admitir las implicaciones de la telepatía. Cuando sugerí que la maldición de una persona maligna podría ser efectiva, negó categóricamente que tal cosa fuera posible. “Brujas,” dijo, “son histéricas y sus víctimas, paranoicos.” Sea como sea, si admitimos el contacto telepático debemos admitir por lógica que ese contacto es tan perjudicial como el contacto cara a cara.
Freud, al admitir la posibilidad de la telepatía, pensó en ella como un atávico e indeseable vestigio que evocaba la antigüedad protoplásmica. No se le ocurrió que esta facultad podría ser útil o utilizada a diario por gente ordinaria. El oficial de policía más duro de roer apuesta a sus presentimientos. Él sabe cuando el sospechoso miente. Mira a dos vendedores de caballos y observarás la telepatía en acción. El primero no rebasará cierta cantidad. El otro no bajará de cierta cantidad . Puedes ver el precio por acordar tomando forma en sus cabezas. Después volveré a los usos prácticos de las habilidades de la PES . Es preciso recordar que el inconsciente era mucho más inconsciente en la época de Freud que en la nuestra. Los tabús sexuales eran más rígidos y el comportamiento sexual era literalmente innombrable. Palabras de cuatro letras no podían aparecer en páginas impresas (Insertar nota), y la pornografía soft-core queahora se vende en puestos de periódicos habría sido impensable en el siglo XIX. La histeria, el clásico ejemplo de síntomas motivados por el inconsciente, era bastante común en las prácticas clínicas; y como tengo entendido es bastante rara en nuestros días.
El inconsciente no es un factor estable, pero varía intensamente de un individuo a otro y de una cultura a otra. Recuerdo que un analista que realizó sus prácticas en Marruecos me dijo que el superyó parecía insuficiente o al menos diferente en sus pacientes árabes. En Occidente parecería que nos encontramos frente a una fase que podría ser llamada el semiconsciente o consciente marginal. Y quizás podríamos imaginar un tiempo donde el inconsciente se una al consciente.
Freud pensó que el yo, el superyó y el ello deben ser eventualmente situados en una base fisiológica y un área cerebral moderna. La investigación está acercándose a poner eso en práctica. El profesor Delgado, autor de un libro titulado Control Físico de la Mente, ha demostrado que el miedo irracional, la agresión y la ansiedad pueden ser producidas por estimulaciones eléctricas de ciertas áreas del cerebro. Todos los síntomas de la lucha del inconsciente se pueden prender y apagar por el movimiento de un interruptor. El biofeedback ha demostrado que reacciones autónomas tales como sudar, ritmo cardiaco acelerado y presión sanguínea, que son síntomas del conflicto inconsciente, pueden ser sometidos al control de la consciencia.
No me considero un materialista, pero insisto en que cualquier cosa que afecte al sistema nervioso debe tener un punto de referencia que fije una posición definida en el sistema nervioso. En su libro The Origin of Consciousness in the Breakdown of the Bicameral Mind Julian Jaynes propone una tesis que tendería a localizar al inconsciente en el hemisferio no dominante del cerebro. Su teoría postula que el ego inconsciente, el ello, es un desarrollo relativamente reciente que ocurrió en un periodo que oscila entre el año 1000 y el 800 a.C. Antes el hombre obedecía la Voz de Dios, la cual emanaba, sin duda, del hemisferio no dominante del cerebro. No había ninguna entidad de la interrogación. El hombres no tenía ego literalmente; era gobernado por lo que Freud llama el superyó y sus llamados instintivos, el ello. La tesis se sostiene en una amplia evidencia clínica derivada de casos accidentales donde una parte del cerebro ha sido dañada o destruida, y una serie de experimentos con estimulaciones eléctricas hacen escuchar voces a sujetos ordinarios. De cualquier manera, el hemisferio no dominante no es simplemente una fuente de síntomas irracionales aunque realiza unos cuantos servicios útiles y, de hecho, esenciales. Por ejemplo, el más simple de los problemas espaciales resultaría en extremo difícil de resolver con el hemisferio no dominante dañado. Así púes la determinación de Freud “donde hubo ello y superyó, cabrá que el yo sea,” resultaría altamente dolorosa. Una meta más viable sería traer a sí la coexistencia armoniosa de los dos hemisferios cerebrales en vez de intentar adelantarse a una precaria ventaja territorial del así llamado hemisferio racional.
Desde que Jaynes propone la tesis de la inexistencia de la consciencia tal como se conoce al menos hasta 1000 a. C., surge la pregunta por definir el inconsciente. En efecto, las definiciones son generalmente confusas e innecesarias. No necesitamos definir la electricidad para llegar a cualquier formulación que asemeje la esencia de lo que la electricidad es, para saber como opera o como darle un uso más eficaz. No tengo que definir algo para poder usarlo o describir sus propiedades. Las formulaciones del sentido común bastan. No necesitamos definir la consciencia para trazar un mapa de las áreas de la consciencia o localizarla tentativamente en la corteza cerebral, los ejes verbales y el hemisferio dominante del cerebro. Si proseguimos, podemos decir que la consciencia es esa instancia que haría el intento de definir a la consciencia presentando la paradoja de una regla midiéndose a si misma. Y podemos localizar el inconsciente en la parte trasera del cerebro junto al hemisferio no dominante. Y aunque devenimos consciencia es obvio que algunas actividades requieren de ella más que otras. Necesitamos más de la consciencia al cruzar la calle de una ciudad que al bajar por una vereda en el campo. El hombre bicameral no necesitaba mucho de la consciencia. Su entorno era infinitamente más uniforme y fiable, y, de acuerdo con la tesis de Jaynes, recibía directamente sus órdenes de la Voz de Dios en el hemisferio no dominante del cerebro. Era todo superyó y ello con un poco o nada de yo. La introspección era sencillamente inconcebible.
De acuerdo con Jaynes, el temor en el que se erigía el poder rey sacerdote provenía de su habilidad para reproducir su voz en los cerebros de sus leales subordinados. El escuchar en este nivel significa obedecer, no hay espacio para desacuerdo o alternativa alguna. Así la consciencia que decide entre una opción y otra no tenía función. La mente bicameral se quebró en tiempos de malestar social, guerra, desastres naturales y migración. Este periodo de caos trajo consigo voces en conflicto y eventualmente al ego consciente tal y como se le conoce hoy. Un síntoma del quiebre bicameral fue el uso de oráculos y adivinación. La adivinación pone al interesado en contacto con su propia consciencia, y no era concebible en la mente bicameral pues el hombre ya estaba unido a su inconsciente. Ahora tuvo que acudir a oráculos en busca de la voz de Dios, y el ego, en conflicto eterno consigo mismo y con otros egos, emergió lentamente.
Pero la voz de Dios no estaba muerta. La gente siguió escuchando y obedeciendo voces, y aún lo hace. New York Post, viernes 18 de enero, 1980: “Paciente prófugo de hospital psiquiátrico dice a la policía que voces le mandaron aporrear en la cabeza a anciano transeúnte” ¿Por qué son obedecidas estas voces? Si el hombre bicameral obedecía a las voces voluntariamente y sin oposición, el hombre moderno parece forzado a obedecer porque la voz esta ahí. La voz ha asumido centros motores con su presencia. Julian Jaynes cita el caso de un hombre al que una voz le ordenaba ahogarse. Rescatado por un salvavidas, el paciente da el testimonio de su experiencia. “Las profundas voces, fuertes y claras, me golpeaban como si cada parte de mi se hubiera tornado orejas, con mis dedos y mis piernas y mi cabeza escuchando las palabras. Ahí esta el océano. Ahógate. Sólo sumérgete y sigue sumergiéndote. Sabía por su frío mandato que debía obedecerlo.”
En primer lugar, ¿cuál fue el origen de estas voces? Jaynes no se aventura a especular. Si podemos producir voces por estimulaciones eléctricas del hemisferio no dominante del cerebro, tal vez las voces fueron producidas por estimulaciones eléctricas que venían de fuera. Nos acercamos a los terrenos de la ciencia ficción que rápidamente se convierten en hechos científicos. Hace quince años experimentos en Noruega indicaron que las voces pueden ser directamente inducidas en el cerebro por un campo electromagnético. El progreso sobre estos estudios es probablemente material clasificado.
La diferencia entre una manifestación normal y una patológica es cuantitativa, un asunto de proporción. Cuando uno piensa en alguien puede escuchar su voz con la nitidez con la que verá su imagen. Puede observarse que algunas personas son más audibles que otras, para esto sólo debo pensar en Felicity Mason, una amiga mía inglesa, y escucho su voz como si estuviera sentada a mi lado. Otros amigos suyos sugieren la misma experiencia. Entonces, ¿cuál es la línea que separa la memoria de una alucinación?
Los psiquiatras tienden a pensar que cualquier voz que alguien oye en su cabeza se origina ahí, y que esta no tiene ni puede tener un origen externo. Todo el dogma psiquiátrico de que las voces pertenecen al imaginario de una mente enferma ha sido cuestionado por voces con un origen externo, y están objetiva y positivamente ahí grabadas en cintas. Freud dice de los errores y los deslices al hablar que son inconscientemente motivados. Y estoy de acuerdo en que los errores y los accidentes estén motivados. Por ejemplo al tirar o derramar cosas. Puede resultar difícil evocar los pensamientos que tuviste cuando pasó. En mi caso pasa normalmente cuando pienso en alguien que me disgusta o con quien estoy enemistado. Es pues una demostración de hostilidad, pero esta hostilidad puede ser ciertamente inconsciente. Otros errores tienen otra etiología y suelen ser inexplicables.
He aquí un ejemplo. En Boulder, Colorado, fui a un expendio de pescado llamado Pelican Pete’s. Aceptan American Express así que ofrecí lo que creí era mi tarjeta de American Express para pagar. Sin embargo, le había dado accidentalmente mi tarjeta para cobrar cheques Chase Manhattan Bank. Un simple error, ¿no es así? Algunos meses después estaba en camino de cobrar un cheque en el Chase Manhattan Bank sobre Houston y Broadway en Nueva York. Justo frente al banco alguien había montado un puesto donde estaba vendiendo pescado. Noté el puesto al pasar. Así que cuando entré al banco le di al cajero mi tarjeta American Express en vez de mi tarjeta para cobrar cheques de Chase Manhattan. ¿Qué es el inconsciente aquí? Sólo en el instante en que se comete el error. Pero todo el conjunto de asociaciones nos llevan a este punto. Uno tiene la impresión de que otra presencia que se pasa todas las horas, día tras noche, susurrándonos y de la cual somos sólo parcial y ocasionalmente conscientes. La regla es la siguiente: el relámpago siempre cae dos veces en el mismo lugar. Una equivocación con tarjetas hace que otra equivocación luzca más probable. Pero la motivación permanece obscura.
Freud afirma que un sueño es siempre la realización de un deseo. El contenido del sueño puede ser aterrador o repugnante ya que lo expresado en el deseo es inconsciente. Tomemos el caso del síndrome de pesadillas de guerra. Los sueños veteranos están de vuelta en una situación de combate. ¿En qué sentido significa esto la satisfacción de un deseo?
Estudios recientes de los sueños y el sueño han producido una bagaje de datos que no estaban disponibles en la época de Freud. Tal vez el descubrimiento más importante es el hecho de que los sueños son una necesidad biológica. Al ser privados del sueño REM, sujetos experimentales muestran todos los síntomas del insomnio, no importa cuanto tiempo se les permita dormir sin soñar. Se vuelven irritables, inquietos y experimentan alucinaciones. Sin duda, una privación prolongada causaría la muerte.
Un descubrimiento interesante de Jouvet es el hecho de que todos los animales de sangre caliente, incluyendo a los pájaros, sueñan, mientras que los animales de sangre fría no lo hacen. Esta circunstancia se atribuye a que el tejido neuronal de los animales de sangre fría se regenera y restablece de traumas, mientras que una vez dañado el tejido neuronal de un animal de sangre caliente este no sanará. De cualquier modo hay una parte del cerebro mamífero con la habilidad de curarse, y esta es la protuberancia anular. Si la protuberancia es removida de los gatos, como experimento, estos escenifican sus sueños lamiendo leche imaginaria o persiguiendo ratones oníricos. Ergo, la protuberancia sirve para inmovilizar el cuerpo durante el sueño. Investigaciones posteriores deberían ilustrarnos sobre la función de los sueños, que está lejos de ser entendida.
John Dunne, un físico y matemático inglés, escribió un libro llamado An Experiment with Time que se publicó por primera vez en 1924. Dunne anotó sus sueños y observó que contenían material tanto del futuro como del pasado. Da una serie de ejemplos y dice que cualquiera que se tome la molestia de dejar una libreta y un lápiz cerca de su cama y escribir sus sueños conforme van sucediendo tendrá, después de un periodo de tiempo, sueños premonitorios. Se dio cuenta de que si sueñas con un acontecimiento futuro, digamos una inundación o un incendio o un accidente de avión, no estás soñando con el acontecimiento en sí, sino con el momento en que descubres el acontecimiento, usualmente a través de la imagen en un periódico. En otras palabras estás soñando con una pista de un momento en el futuro.
Yo he anotado mis sueños durante algunos años. He encontrado que si no escribo el sueño inmediatamente, en muchos casos, lo olvidaré, no importa cuantas veces lo repase en mi mente. Despierto, hago un esfuerzo absurdo para encender la luz y aunque es imposible que lo olvide- y lo olvido. Parecería que los rastros en la memoria de la experiencia del sueño son más débiles que en la del despertar. He experimentado una serie de sueños premonitorios que resultan bastante triviales e irrelevantes. Por ejemplo soñé que un ama de llaves me enseñaba un cuarto con cinco camas y yo reclamaba que no quería dormir en un cuarto con cinco personas. Semanas después fui a una lectura en Ámsterdam y la cuidadora del hotel me mostró un cuarto con cinco camas. Finalmente mi anfitrión me llevó a otro hotel. En otro sueño vi un armario flotando por ahí. Al día siguiente estaba en el Café de France en Tangier y al voltear hacia arriba ahí estaba el armario flotando por la ventana. Un hombre lo cargaba en su espalda con una correa alrededor de su frente de tal forma que no veía a quien lo cargaba, sólo al armario. La precognición no está confinada al estado de sueño. De hecho tengo la impresión de que está sucediendo todo el tiempo. Empíricamente, puedo decir del estado de sueño que sucede todo el tiempo y podemos ponernos en contacto con él en el estado de vigilia. Hace años me gustaban las apuestas. Recuerdo estar parado en la cola del hipódromo para hacer una apuesta y la melodía de “Smiles” sonaba una y otra vez en mi cabeza. Pero no le aposté a Smiles, el caballo ganador. Cualquiera que haya practicado tiro al blanco o tiro con arco te dirá, justo antes de disparar o soltar una flecha, si dará o no en el objetivo.
Para mi profesión los sueños son tremendamente útiles. Tal vez obtengo la mitad de mis escenarios y personajes de los sueños. En ocasiones encuentro un libro o un periódico en sueños y leo un capítulo entero o alguna historia… Despierto, hago algunas notas, me siento frente a la máquina de escribir al siguiente día, y copio de un libro onírico.
En cuanto nos esmeramos en describir o definir al inconsciente nos enfrentamos inmediatamente a definiciones de la conciencia que son inevitablemente engañosas, puesto que hemos reducido la conciencia a una actividad puramente verbal del cerebro frontal. La conciencia es aquello que defina la conciencia. ¿Quién es consciente de qué? Korzybski, quien formuló una Semántica General, describe la conciencia como la reacción del organismo como un todo a su ambiente holístico. “Piensas tanto con tu dedo gordo del pie como lo haces con tu cerebro”, le decía a sus estudiantes, “y mucho más eficazmente”.
Si postulamos que el inconsciente se manifiesta en la parte no-dominante del cerebro, nos damos cuenta de que, mientras puede ser la fuente de elucubraciones y comportamientos patológicos y destructivos, la parte no-dominante del cerebro es también fuente del pensamiento artístico y creativo, de intuiciones pragmáticas y facultades PES, de percepción espacial y de habilidades valiosas y esenciales. Parece evidente que la conciencia ha sido tan alterada desde el siglo XIX, en parte a través de aproximaciones terapéuticas promovidas por Freud y sus seguidores, que ahora necesitamos nuevos términos. Voltaire dijo del Sacro Imperio Romano que no era ni sacro, ni romano, ni un imperio. Y el susodicho inconsciente ya no es mas inconsciente. Lidiamos con niveles y grados de la conciencia. Ciertas actividades requieren más del hemisferio-dominante de la actividad cerebral-frontal que otras. En algunas actividades la conciencia es un estorbo. Cito un manual de artes marciales: “Una vez pensado se ha vuelto innecesario, la reacción unívoca será alcanzada.”
En lo que concierne a las habilidades PES, pienso que éstas y su uso están ya desperdigadas como parte de la vida cotidiana… Recuerdo a un ex-policía que me habló de un oficial telepático. Éste haría, de repente, sin ninguna razón evidente, una parada en una cafetería para hacer un arresto. Dice que simplemente lo sentía vibrando detrás de su cuello. Otros lo llamarán una corazonada o un sentimiento. En los encuentros cara a cara no es posible separar a la telepatía de otros factores como voces, timbre, gestos, la expresión facial, etcétera. Encuentro que la llamada gente ordinaria es más susceptible a experiencias de la PES que intelectuales y científicos, de los cuales algunos esbozan un miedo irracional y una aversión a todo lo que no puedan explicar en términos de causa y efecto. Un científico dijo que jamás creería en la telepatía sin importar la evidencia que fuera presentada.
Traducido del inglés por Ilya Semo
Este artículo apareció en: Burroughs, William. “On Freud and the Unconscious”, The Adding Machine. Selected Essays. EditorialArcade. Primera edición con Editorial Arcade 1993, derecho de autor 1985, 1986. Páginas 90-98.
Percepción extra-sensorial. (N. Del T.)