En los manantiales del tiempo
no hay prisa ni presión. El espacio
crece despacio como un álamo
con rumores de tiempo en el espejo.
En el espacio está la eternidad
que se queda mirada.
Cuando, por fin, dichosa, parpadea,
el tiempo nace como interrupción.
El tiempo, la costilla de Narciso,
es una astilla de la Eternidad,
espejo roto de Eco en Eco.
El tiempo irrumpe cuando ya no hay tiempo.
Te amo, eternidad fugitiva.
Dichosa interrupción: detente.
*Gabriel Zaid, "El origen de la presión ", Revista diagonales, número 3, México, 1987, p. 40.