Política y sociedad

iLa transición, esa metáfora calva
Judit Bokser Liwerant, ¿De qué hablamos cuando hablamos de la transición democrática en México? La discusión que reúne en estas páginas a Jorge G. Castañeda, Roger Bartra y Claudio Lomnitz se propone reflexionar sobre los usos y abusos de la retórica de la transición para explorar los problemas actuales que enfrentan los discursos y las prácticas de la democratización. En cierta manera, es un intento de rescatar el debate sobre la democracia de los estrechos marcos que le imponen los muros ideológicos e instrumentales.

Rusia: el capitalismo de la nomenclatura
Gerardo Bracho
.-Al iniciar la Perestroika y prometer un auténtico socialismo hace más de quince años, Mijail Gorbachov identificó a la burocracia (o en su versión soviética: la nomenclatura) como la capa social que, al ver en peligro sus privilegios, opondría la principal resistencia a su “revolución desde arriba”.(1) Medio siglo antes, en los años treinta, León Trotsky había advertido que la burocracia soviética se había convertido en “una nueva clase dirigente”. A su juicio, el stalinismo era el resultado de una contrarrevolución burocrática que había expropiado a los obreros y se había convertido en la dueña colectiva de los medios de producción. Optimista, anunciaba la inevitabilidad de una nueva “revolución política” dentro de los marcos del socialismo. Gorbachov no se inspiró en León Trotsky sino en la Nueva Política Económica de los años veinte y en sus artífices, Lenin y Bujarin. Pero compartía con Trotsky una buena parte del diagnóstico sobre la realidad soviética: el stalinismo representaba la corrupción del socialismo, el cuál sólo podría sanearse mediante una “verdadera revolución”.

La transición: esa metáfora calva
Jorge G. Castañeda, Roger Bartra y Claudio Lomnitz .- Los usos que se infieren de la noción de transición en México suelen apelar más a una retórica de la ilusión, a un espejismo, que a una realidad en curso. ¿No es acaso una metáfora vacía que nubla lo que está sucediendo en la práctica? ¿Qué tanto deforma el horizonte de percepciones al tratarse de un término "trasterrado" de otras experiencias? Una cosa es emplear nociones comparativas para el análisis; otra muy distinta, postular la realidad a partir de una comparación, más aún en el caso mexicano que se halla tan distante de los otros. ¿No habría que producir o emplear otras categorías más adecuadas para describir lo que está ocurriendo?

La angustia como lazo social
Roberto Castro Rodríguez .- De generación en generación, de individuo en individuo, la transmisión oral y escrita de la “tradición” signa, en principio, la ausencia y la no figurabilidad de la propia imagen. Tal imagen, que aparece como el sostén de la identidad no es sino falsificación. La “tradición” es la ausencia misma de las identidades, el hecho mismo de que éstas son sólo préstamo: se trata de omisiones y falsificaciones que se conservan y dan lugar a ese mismo lazo social que, de momento, se torna en angustia. Para plantearlo de manera inversa: la angustia es la que cobra el estatuto de lazo social.

Globalización y bienestar en América Latina
John Coatsworth .- América Latina ha pasado por cuatro ciclos de globalización desde los viajes de Cristóbal Colón. El primer ciclo empezó con Colón y duró un siglo. El segundo comenzó a finales del siglo diecisiete y terminó con la Revolución haitiana (1791-1803) y sus ondas sísmicas posteriores. El tercero empezó a finales del siglo diecinueve y culminó con la Gran Depresión. El ciclo más reciente apenas ha comenzado.

El testimonio de los campos; entre realidad y ficción
Esther Cohen .- Vivir para contar, ésta parece ser la máxima de buena parte de los sobrevivientes de los campos de concentración y de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial. Pero si hay alguno entre ellos que lo practica de manera obsesiva y desesperada, con la angustia de contar y no ser creído, es el escritor italiano Primo Levi, quien vuelve una y otra vez sobre este adagio: sobrevivir para contar lo que fue el infierno de ese lugar llamado Auschwitz.

Una obra después de Auschwitz
Michel Deguy .- 1988 Fue el verano pasado, junto con miles de otros en los que ahora pienso como amigos, cuando vi la película de Claude Lanzmann Shoah, con discontinuidad y, después, con continuidad. Se me ocurrió de inmediato que esta obra nos exigía un cuidado infinito. Memoria, memorial, su paciencia extrema esperaba, y espera, que la soportáramos, con el soporte del pensamiento. Lo que Henry Corbin llama nuestro amor, cuando dice que “todo lo que los indiferentes denominan el pasado queda por venir en proporción de nuestro amor, que es la fuente del porvenir. Hay que tener la valentía de su amor”.

Acción, decisión, sujeto
Emilio de Ipola .- Si, como sostiene el pensamiento filosófico y político posmarxista y posestructuralista, el sujeto se constituye en el acto mismo de la decisión; si, según una ya repetida fórmula de reconocimiento, el sujeto no es sino el nombre de la distancia entre la estructura indecidible y la decisión, se dirá que no es menor reproche el que dirigimos a ese pensamiento haciéndole notar la escasa atención que se ha prestado a la elucidación del concepto mismo de decisión.

La memoria conspicua
Angelo D'Orsi .- En 1934, cuando Mussolini impuso a los profesores universitarios el juramento de fidelidad al fascismo, fue de los pocos que no firmó. Una decisión valiente que se conjugaba con una inteligencia espectacular. Pero además sostengo que Ginzburg heredó de Gobetti un modelo de apertura cultural, una actitud de colaboración intelectual incluso con el adversario político. Su ser profundamente antifascista no le impidió escribir en la revista fascista de Ugo Ojetti. Pero ciertamente no se trataba de una elección ambigua. Estaba convencido de que era lo correcto.

La cultura en Turin entre las dos guerras
Angelo D'Orsi .-Ludovico Geymonat, Norberto Bobbio, los hermanos Galante Garrone, Leone Ginzburg, Massimo Mila, Cesare Pavese, Mario Gromo, Giulio Carlo Argan, Mario Fubini, Mario Soldati, Carlo Dionisotti, Arnaldo Momigliano, Natalino Sapegno, Aldo Garosci y otros protagonistas de la cultura de Turín salieron a la escena intelectual a fines de los años veinte y principios de los treinta. Si ya se habían graduado y formado en esa época, continuarán su Bildung a lo largo de la década e incluso después. Algunos, por caminos diferentes, se alejarán de la ciudad ya sea por elección o por necesidad (una necesidad que en ciertos casos adquiere el rostro del confinamiento o el de la cárcel); todos optarán por carreras intelectuales, académicas o casi académicas, renunciando a cualquier cargo civil dentro del mundo fascista o fuera de él, ya sea por desprecio a los cargos, ya por un auténtico aunque velado disentimiento político, ya por una innegable pasión cultural.