Número 78

Presentación

 

Giorgio Agamben, quien con una sana longevidad sigue siendo un filósofo vivo, publicó este 2016 su propio ¿Qué es la filosofía? La respuesta a esta pregunta no podía ser discutida por él más que poniendo radicalmente en cuestión una pregunta de inicio extraña a su práctica filosófica: el lector que se haya acercado a este libro buscando una definición de la filosofía se sorprenderá, en lo que parecería ser una boutade del filósofo, de nunca encontrarla. Antes que una definición, lo que tiene lugar es la pura exposición de la filosofía en su uso: se trata de cinco ensayos (sobre la Voz, lo Decible, la Exigencia, el Proemio y la Musa) que, además de poder haber aparecido sin problemas en cualquier otra de sus antologías de ensayos, muestran y recapitulan con problemas específicos aquella praxis particular del pensamiento que es para Agamben la filosofía.


No hay «definición agambeniana» de la filosofía, porque ésta consiste para él en hacer un uso libre de la pura potencia del pensamiento y, en cuanto tal, no podría asignársele ni un marco ni un tema, ni una tarea ni una función, ni un programa ni una vocación, a no ser que aquella vocación única en su tipo que consiste en revocar las vocaciones (un motivo necesariamente mesiánico en la idea que se hace Agamben de la filosofía). La explicación o comentario más «teórico» del libro en cuestión la encontramos en una entrevista que Agamben sostuvo unos meses después de su publicación. Tras mencionar su costumbre de dividir el ámbito de la experiencia en «sustancias» e «intensidades», proporciona esta declaración de intenciones de su punto de vista:

Es mi convicción que la filosofía no sea una disciplina, de la cual sea posible definir el objeto y los confines (como intentó hacer Deleuze) o, como ocurre en las universidades, pretender trazar la historia lineal y tal vez progresiva. La filosofía no es una sustancia, sino una intensidad que de golpe puede animar cualquier ámbito: el arte, la religión, la economía, la poesía, el deseo, el amor, incluso el aburrimiento.1

Semejante en esto al viento o a la tempestad, la filosofía «transforma y a veces destruye» el lugar mismo al que se dirigió. De aquí, en fin, que en la obra de Agamben sea imposible —a no ser que adulterándola— separar o individualizar cualquier esfera autónoma disciplinaria: no hay «estética», ni «epistemología», ni «filosofía de la religión» en su obra, sino una revocación de todas esas asignaciones y compartimentaciones en provecho de un uso libre del pensamiento más allá de cualquier oficio burocrático.

Los ensayos aquí recopilados son ejemplos de esta operación particular que se juega, según Agamben, en la filosofía. Tal vez sea posible señalar que cada uno de estos ensayos contiene más o menos «ontología», más o menos «gnoseología», más o menos «filosofía política», «del lenguaje» o «de la historia», pero estas asignaciones son sólo provisionales y analíticas y, si no son tomadas con diligencias, corren el riesgo de neutralizar la actividad filosófica propia de Agamben. Por lo demás, confío en que quienes participamos en este expediente —que pretende dar una presentación actual tanto de la pars destruens como de la pars construens que conforman inseparablemente la filosofía de Agamben— hemos tomado este partido de la filosofía como una intensidad antes que como una disciplina.

Es aquí donde puede situarse el recorrido detallado y completo de la filosofía del lenguaje de Agamben hecho por Carlo Salzani, en el cual es expuesto el horizonte soteriológico que concede Agamben a la posibilidad de «hacer uso» del lenguaje de otra manera que como ocurre en la instrumentalización de la comunicación dominante en las sociedades del espectáculo. Vicens Alba Osante expone la teoría del conocimiento histórico de Agamben a través de su rompimiento de la concepción del tiempo como un continuum de momentos que se nos escapan, en provecho de una temporalidad fracturada y heterogénea con respecto a las formas progresistas de pensar los «cambios» políticos. En cuanto a Dante A. Saucedo, si trazamos el recorrido del concepto de uso en la obra de Agamben, vemos que su estrategia política positiva puede encontrarse no sólo en un libro más reciente como Altísima pobreza (2011), sino ya en La comunidad que viene (1990). Por su parte, Emilio Sánchez Galán y Emiliano Quintana Villalobos muestran que una metafísica de la potencia, una genealogía del gobierno y una ontología de la imagen en Agamben son tres momentos independientes pero siempre análogos en su filosofía. Finalmente, mi ensayo se propuso dar cuenta de un solo punto: que las investigaciones arqueológicas dirigidas al pasado portan siempre la posibilidad de «reemprender el viaje de retorno» hacia el presente.

El lector de esta recopilación encontrará además dos traducciones de textos inéditos de Agamben: «Sobre los límites de la violencia» (1970), un ensayo de juventud que verifica que este filósofo no ha dejado nunca de volver a sus trabajos precedentes (en este caso, a propósito de la discusión benjaminiana sobre la relación de la violencia con los poderes institucionales, relación que se rompería por medio de aquello que Agamben llamó más recientemente «potencia destituyente»), y «Arqueología de la obra de arte» (2012), donde Agamben ajusta cuentas con la concepción exclusivamente estética de la obra de arte que ha erigido a ésta en una esfera autónoma de la actividad humana y, sin saberlo, ha participado del mismo proceso en el que una ontología puramente litúrgica basada en la producción de efectos sobre la realidad ha erigido una nueva religión: el capitalismo.

Alan Cruz, coordinador del expediente «Los usos de Agamben»


1 Giorgio Agamben, «Credo nel legame tra filosofia e poesia. Ho sempre amato la verità e la parola», entrevista con Antonio Gnoli, en La Repubblica, 15 de mayo de 2016.