Juan Felipe Robledo

Poemas


 

NOS DEBEMOS AL ALBA

Traicionar las palabras,
canjear su peso, su color,
en el sucio mercado de los días
es acto que nos llena de muerte
y ceniza y vago afán.
Ha de ser castigado
con el hierro, la soledad,
el tedio y la miseria.
Nos debemos al alba,
plateros, a la dicha,
y al canto y al remo
y al ensueño trazado en la garganta
y a mañanas sin prisa
en las orillas de un mar que ya no es.
Porque al final todo es olvido
para el que al tráfago su sangre dona,
a la parla chi suona
y a conversaciones con tontos
y mercachifles,
y comete delitos en descampado
con las pequeñas,
las terribles y mansas
y arteras palabras.

 

 

POEMA PARA NO OLVIDAR EL ÁRBOL DE CAUCHO

Las hormigas que conocen bien la sombra
no tienen ningún motivo de vergüenza,
no hay sitio que no conozcan
ni dicha que no las llene en las mañanas frescas de la costa.

Los mangos que reposan en los senderos recorridos por su impudicia
son hoy ruinas de castillos, lejanos bastiones para dejar de lado y no lanzarse a conquistar.
Los cruzados jamás vendrían a esta tierra, los corceles no piafaron en ella bajo largos mediodías.
Son sus rutas poblados conciertos que cantan la espesura, tiempo callado que no dice vaguedades o intensifica
los acentos que viven sobre sus cabezas.

Dioses que atravesaron el océano viven en esta tierra desde hace varios siglos
y los que habitan bajo el árbol no se han enterado
o si lo supieron un día no les importó.

No hay bajo el árbol de caucho plegarias, no hay consuelo,
todo es vida de esplendor para el olvido.

Y las hojas se mueven, el tiempo es eterno en los bordes,
los perros se persiguen desde siempre entre la arena,
festejan los loros y las guacamayas en el cielo delgado que abraza al árbol,
el día pasa con fuegos lejanos y la piedra canta para sí.

Juan Felipe Robledo, “Nos debemos al alba”, Fractal nº 45/46, abril-septiembre, 2007, año XII, volumen XII, pp. 143-144.