ESTHER SELIGSON
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ESTHER SELIGSON A los pies de un Buda sonriente
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“Porque ¿qué otra cosa me sería más inútil “Supe todo sin querer. Y
I
Bajé del risco a la caleta porque la ola se extendía sobre la playa tan lenta tan suave que tuve sed de reposo y me tendí arena igualmente suave porosa me dejé lamer por el agua "cúbreme" pedí al viento y cerré los ojos otros aires tocaron mi pecho mientras el grito de las gaviotas surcaba esternón costillas pelvis como quien recorre las duelas de un muelle desierto desertado desvalido a fuerza de ya no acostar ningún barco en él sensible al rechazo
II
Bajé del risco a la caleta porque la arena era tan blanca que quise hollarla bajo mis pies hundir el cuerpo caracol perturbar un poco tanta paz y blancura con la sombra de mi sombra por la ladera descendí rumbo a la orilla del mar encandilada por un sol de mediodía pies sueltos manos libres la espalda tiesa sin embargo hija de un pueblo duro de cerviz traía aún demasiado lastre ajeno ajena a su carga ancestral sensible al rechazo
III
Después no sé para qué preferí las márgenes por cuál hendedura se me fue metiendo el agua tempestad a rebato cómo mantenerse en pie desapareció la arena se hundió la playa mi cuerpo se alargó madero y a empezar de nuevo otra distinta travesía otro lento asombrado ascenso con su miedo vacilante imprevisible la garganta seca "abran paso al naúfrago" hubiese -humilde- debido pedir más quién si yo gritare me escucharía...
IV
Pájaro invisible la tristeza transparenta sus alas ay las ceremonias del adiós la inútil queja por lo no dicho una lenta erosión cada pérdida socava el suelo bajo los pies y yo me niego a cubrir con el polvo del olvido mis sepulturas calladamente risco ladera orilla donde ponga los pies caerá la noche al caer el día y nada abolirá el espacio entre las vías del tren nada salvo la ofrenda póstuma quizá...
V
A los pies de un Buda vine a depositar mi querella sonriente preguntó "¿y qué más quieres amén de la preciosa vida?" no envidié su placidez simple mortal empecinada en su búsqueda ciega qué podía responderle sólo dejé entre otras miles mis botas de peregrino en las faldas del Potala y me alejé sin darle la espalda según pide la tradición
"Anda enseña tus vergüenzas" me dijo la voz "a qué tanto defenderse" sediciosa reincidente remuevo mis rencores como quien repasa un rosario rece y rece al menos a los muertos los voy dejando en paz en la paz de su ausencia y lejanía sólo doy testimonio de una congoja sin nombre y sin edad
A los pies del Buda me postré entre los devotos inmersos en el olor a cebo y a pabilo chamuscado giramos con el molinillo de plegarias en la mano siete veces siete hasta fundirnos en el áura ígnea de la muchedumbre ebriedad de asombros
pero había que volver pude haberme quedado lo sé siempre he sabido que retornar no es preciso perentorio todo es encrucijada travesía
Que mis pies me lleven dije al lugar que amo sin saber muy bien dónde encontrarlo ni para qué sin embargo llegué señales en un mundo de señales somos vaivén perpetuo cercanía y ausencia signos espejos ensueño a los pies de un Buda sonriente... |