Alejandro Álvarez Herera-Lasso
Retazos de identidad
El gesticulador de Usigli como balcón
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Alejandro Álvarez Herera-Lasso
Retazos de identidad El gesticulador de Usigli como balcón |
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Obertura
Bienvenido seas a América Latina, el (la, los, las) "lugar"1 del mutismo. América -sueño de famoso navegante tocayo por coincidencia. Latina -virtuoso paraje del espíritu inviolado, sede de varios países imaginarios, desde el paraíso terrenal, hasta la extensión de los jardines de Gengis Khan. Heredera por pleitos ajenos a ella de los romanos más que de los griegos, alejada por completo de los sajones y su materialismo. América ha sido más de una vez una especie de espejo gigante en el que se miran los pequeños pero poderosos clanes europeos y ven lo que quieren ver. Tal pareciera que la exégesis (porque nos ha tocado ser tierra divina -si así se portan en tierra divina, ¿cómo se portarán en lugares profanos?, ¿o será que toda la tierra ha sido divina y ni esa distinción nos merecemos?-) más adecuada de América es la de esa entidad ideal, etérea, dócil (no me sorprendería que dúctil y dócil tuvieran la misma raíz) que se convierte en referencia de Occidente cuando este se encuentra en crisis de identidad. Somos el eco de los lamentos, el megáfono. Todo lo han hecho grande cuando lo han traído (o lanzado aquí). ¿Qué es la idea de la latinidad sino el sueño mucho más grande que cualquier vigilia posible del imperio francés? Resulta curioso nuestro nombre, se puede decir que es un delirio en dos voces; lo grave es que no es uno sólo sino dos distintos reunidos en uno que ha permanecido por desidia.2 América, siglo XVI "nuevo mundo". Latina siglos XVIII y XIX, laicidad santa, "mundo neoclásico". Españoles y franceses tuvieron a bien cenar demasiado cuando se fueron a dormir en aquellas lejanas y distantes noches.3 Mucho dice América Latina de Europa. Hoy regresamos como ese otro que no quisieran ver. Les inmigramos, les quitamos los trabajos (chafas), les ponemos en jaque el diseño institucional globalizado con nuestras crisis y nuestras deudas, les reclamamos (aunque sepamos que no oyen ni tienen por qué oir), les imitamos, les elogiamos, les ensalzamos, les mandamos a Hugo y a Rafa a que ataquen y defiendan respectivamente, les mandamos sus droguitas para que estén contentos. Así tenemos que América Latina es la precursora del psicoanálisis (¿¡cómo!?). Durante todos estos siglos pacientemente, sin contestar mayor cosa nos sentamos a escuchar, nos prestamos al juego de RiskO, fuimos el costal del exceso de delirio, de la grandilocuencia verbal. Europa se salvaba con la boca, y lo que de ella salía expulsado quedó dando vueltas como espectro por acá. Fuimos desde el destino final de cualquier alma, hasta el mejor destino turístico. Poco a poco fuimos aprendiendo lo que era ser humano y lo empezamos a imitar. Al rato ya era posible transplantar cualquier árbol nacido del ingenio europeo a nuestras tierras. Desde la teología hasta el liberalismo fuimos recibiéndolo todo en los ferias de los puertos. Pero todo lo que como feria empieza, como en feria le va, y como cada quién habla de como le fue en la feria... no se si será este aire que sopla en el trópico, o la cantidad de minerales por unidad de volumen en el agua, pero como que algo raro le pasa a todo lo que llega aquí. ¿Podrá entender cualquier liberal europeo o norteamericano que un candidato de izquierda se acoja a Benito Juárez para sustentar la idea de un estado de bienestar?, más fácil: ¿podrá entender a Juárez? Resultado: las identidades han colgado como lianas en el aire de este "lugar"4, cada quien se agarra a la que puede y la convierte en vestido. Nuestra "identidad" está tejida de retazos. Retazos de discurso dominante, pero también de silencio marginal. De proclamas modernas, pero también de pensamiento oral. De cientificismo entusiasta, pero también de profunda religiosidad. Si nos preguntan: ¿quién eres?, la respuesta es una rapsodia. A quien tenemos en la cabeza siempre es distinto, siempre es deseado, siempre a punto, pero nunca un yo.
Tres hipótesis
No hay una solución de continuidad en la conformación de la identidad latinoamericana. Sólo rupturas yuxtapuestas. El ámbito de la cohesión identitaria es el versátil "imaginario popular". Los recursos de éste no son completamente históricos, pero tampoco completamente ficticios. Por alguna extraña razón, aún con su clara predilección por la ficción, este gran monstruo que es el imaginario, sigue demandando discurso histórico con pretensiones de validez. El gesticulador de Rodolfo Usigli es un ejemplo claro de esta factoría de identidades que es nuestro imaginario, así como de la participación desigual y caótica que historia y ficción tienen en este collage.
El columpio: identidad regional, vocación migrante
No se nos ocurra confundir uruguayo con argentino, menos mexicano con guatemalteco. Los brasileños se salvan un poco (menos cuando se trata de sospechas de terrorismo en el metro de Londres). ¿Qué nos hace tan distintos y tan celosos de nuestra diferencia? La respuesta poco seria: el fútbol. (Entonces, ¿qué pasa con Nicaragua?) La respuesta más pensada (pero menos cierta): la identidad ha sido endeble desde siempre. ("no es consistente por sí" diría el filósofo). Fuimos fracturados y recompuestos de acuerdo con una geografía imaginaria5 que sufrió transformaciones. El problema fue pensar la geografía como fuente de identidad cierta. Resultado: regionalismos-nacionalismos que pasan, en su clarificación, por un complejo (inaccesible) proceso de selección de atributos, que además tiene la marca de una utilización, en general, mucho más pragmática que dogmática. ¿Qué más? La costumbre de la identidad ad contram . No sólo tienes que observar cómo me preguntas, sino quién anda por ahí para escuchar la respuesta. Siglos y siglos de ser primero una cosa, luego otra, luego otra, luego la misma con otras palabras, luego otra... dependiendo del poder en turno, de los conflictos metropolitanos, de los conflictos fronterizos,6 de la opinión de Castro, de la entrevista de trabajo, de si me agarró la migra, en fin. En pocas palabras, seré mexicano cuando estemos hablando de fútbol, de comida, de "valores", de muchas cosas. Seré chilango, cuando viajo por el país. Seré "gente decente" o GCU,7 cuando me peleé en la calle. Egresado de la UIA, en las entrevistas de trabajo. Descendiente de vascos o franceses, en las cenas elegantes. Lo que quieran que sea, en la entrevista de la visa. Las identidades "históricamente" construidas dan de sí a la menor confrontación con la cotidianidad. Vasconcelos andaba equivocado cuando habló de la raza cósmica.8 Paz no tiene idea de que la "madre violada" suena muy bien pero de madre no tiene nada.9 Es decir, ni prehispánicos, ni mestizos,10 ni gachupines. Okay, se inventa el Estado-nación (en Europa para variar): bueno, pues ni mexicanos (salvo en los casos arriba mencionados, ¡Ah! y en el mes patrio). Conclusión: la historia ocupa alternativamente diversos lugares en la construcción de la identidad, pero no más que la literatura, o, recientemente, las telenovelas. La historia es una entrada más en la matriz del imaginario popular sobre la identidad. (pregunta: ¿entonces, nos importa la Verdad?) Otro problema, no menos grave: nuestra vocación migrante. Bien, como sabemos, la palabra "vocación" tiene un componente etimológico que se relaciona con vox, mismo que la teología (escolástica) adoptó y adaptó para describir metafóricamente el proceso de "llamado" que Dios le hace a sus seguidores. En la modernidad laica (Ilustración en adelante) se modifica el contenido semántico del vocablo para significar la realización de un destino personal que se construye de cara a una aspiración de futuro.11 Nunca mejor aplicado (ahí voy de presumido): vocación migrante. Llamado a migrar. Ahí yace el vecino del norte con los brazos abiertos (quieren cerrar los dedos con bardas y reformas legales, pero no se dan cuenta de que la barda es sólo un escaloncito que no hará más que facilitar toda la subida). Vocación migrante que se refuerza con otra voz que no llama, sino que expulsa a patadas: "aquí no hay nada". Resultado: el latinoamericano no puede darse el lujo de una identidad regional dogmática. Solución: invento el lugar. pregúntenle a los chicanos. (¿De dónde decían que "emanaba" la identidad?) ¿Queremos hablar de sectores socioeconómicos (clases sociales, para lectores mayores de 40 años)? Venga. Pues no sólo son los pobres. Sea por "invasión de ilegales" o por "fuga de cerebros",12 el caso es que compartimos la obligación de estar disponibles a emigrar en cualquier momento. Nada de "echar raíces", eso es para retrógradas, "rancheros" o globalifóbicos. Además, ya existe el Internet, el voice mail, la "competencia" tarifaria para las compañías telefónicas... ¿No dicen los posmodernos que las "distancias se acortan"?13 ¿Qué porcentaje de la población mundial es migrante? ¿Cuáles son las proyecciones a futuro?, ¿Dónde queda la identidad regional? Si la historia ayuda a conformar esta identidad (estoy dando por sentado que la historia sigue siendo mayoritariamente "nacional"),14 ¿para qué la queremos?, ¿no será la ficción un instrumento más adecuado?, ¿no nos ha funcionado hasta ahora?
Para variar, la historia se queda corta
Convengamos, por ahora, en que la distinción entre historia y ficción es genérica, y que tiene ver con las reglas de validez de cada una. El "efecto realidad" ha servido hasta ahora para sostener al discurso histórico, le ha servido para "tener un lugar". Hoy por hoy podemos hacer la distinción mediante una relación de proximidad entre los dos géneros, donde lo que no sea de uno sea del otro. Sin embargo, hay casos límite que fracturan la distinción.15 Cambio de óptica, ya no las pretensiones de validez, sino la función social de la historia es la que la separa de la ficción. Parece plausible el argumento. No leo una novela con las mismas expectativas ni con el mismo propósito que leo un libro de historia. Pareciera que la labor "informativa" de la historia la coloca en un lugar distinto al de la novela cuya labor es más bien "divertida". Bien, pero una cosa son mis expectativas y propósitos y otra la función social. Dejando de lado la discusión de dónde empieza y dónde acaba cada sociedad en particular (la "mexicana" y la "guatemalteca" o la "europea" y la "islámica"), lo que resulta claro es que hay ciertas reglas respecto a lo que se espera de la historia como género en una sociedad y lo que se espera de la ficción. La distinción ya está hecha, lo que cabe preguntarse ahora es, ¿se sostiene? Traduciendo: ¿qué se espera de la historia?16 y ¿qué se espera de la ficción? Dejo las preguntas abiertas y paso a otro cambio de punto de vista: el lugar social de producción. Si la ficción no se puede distinguir de la historia ni por sus reglas de validación, ni por su función social, se debe poder distinguir en relación con la institución en que se produce cada uno de los discursos. Pareciera que por fin arribamos a puerto seguro. Cada institución tiene unas reglas de pertenencia determinadas, una configuración discursiva particular, y unos intereses distintos. Cada institución se llama diferente, paga diferente, vende diferente, es vista de manera diferente, etcétera. Usando la famosa tríada de M. De Certeau: cada institución tiene su lugar, sus técnicas de producción y su escritura.17 Problema: ¿de dónde viene la división institucional?, ¿en dónde permanece?, ¿qué la demarca?, ¿sobrevivirá? Recordemos el caso del derecho: hoy nadie lo asociaría a la teología, pero hubo un "cuando" determinado en el que no sólo eran socios cercanos sino que el uno emanaba de la otra. Increíble, ¿no? Bien, la historia y la ficción nos juegan trucos constantemente, y si bien ninguno de los tres argumentos/vías presentados con anterioridad nos resuelve la cuestión de manera decisiva, tal vez una cuidadosa combinación de los tres, con suficiente tacto, en el momento y lugar adecuados, y frente a la gente pertinente, nos permitan mantener el engaño con suficiente estabilidad, pero si no, no importa. De veras. Aquí la cuestión tiene que ver más con el papel que puede jugar la historia en el rompecabezas de la generación de identidad. Vimos que tiene una participación minoritaria en la conformación del imaginario, de donde hemos hecho emerger a la identidad, sin embargo, su participación ha sido errática, poco decisiva, contradictoria...18 especialmente en América Latina. Sin ningún rigor lanzo la siguiente sugerencia: para este "lugar"19, la historia permanece como un subsuelo incómodo. Aún los políticos más imprudentes saben que juegan con fuego cuando hacen uso de la historia. Ahora sí seamos rigurosos: la historia, estrictamente caracterizada, emerge en el siglo XVIII y tiene su propia ruta de avatares disciplinares. Uno de sus episodios fue importado a la región y aquí adquirió "vida propia". Con esto lo único que quiero decir es que, bajo cierto punto de vista, la historia no es sino otro producto de exportación (irradiación, contagio, etc.) de Occidente, y como tal lo hemos tomado. No es la fuente de verdades, sino un modo conveniente de expresión. Con esto regreso al principio: la identidad en retazos. Parte historia, parte ficción, parte horizonte (anhelo), parte contingencia, parte pleito y contraste. Es aquí donde planteo la pregunta de mi ensayo:20 ¿cómo podemos ver esta identidad en retazos, y la participación de la historia en su conformación?
El gesticulador de Usigli: Un Golem vestido de retazos que habla en rapsodia y no se puede ver al espejo
La obra se divide en tres actos, ¿no? Bueno, nada más porque sí se me ocurre que con tres fragmentos que analice será suficiente para asistir al milagro de la emergencia de una identidad. Antes de empezar: después de un poco de estudio alrededor de la historia del teatro jesuita, me doy cuenta de que el teatro ha funcionado en determinado momento como punto privilegiado de observación de una sociedad. Por ponerlo de manera alegórica: la sociedad se "muestrea" a sí misma y reproduce sus problemas bajo condiciones controladas. El teatro se convierte en metonimia. Una pequeña parte puede ser tomada por el todo (aunque siempre nos equivocaremos en las conclusiones que extraigamos de esta operación). No me las quiero dar de cuate de Usigli, a quien no tuve el gusto de conocer, pero quizá me pueda ayudar a ejemplificar todo lo dicho hasta ahora. Mi interpretación: "el gesticulador" es la dramatización de la invención de identidad en una sociedad que apenas emerge de un momento de trauma (la Revolución).21 El general César Rubio está colgándose de diversas lianas para existir como tal, se inventa a sí mismo a cada momento. ¿Nos suena conocido?, ¿qué le pasa a México en la primera mitad del siglo XX? Le pasa que se quiere ver en el espejo y reconocerse como lo que soñó ser. Receta: invéntate tu identidad, si te la llevan inventando tanto tiempo, ¿qué de malo te puede pasar? Coyuntura: los autorizados para configurar el imaginario popular no tenían demasiada experiencia en eso de inventar identidades, su especialidad era destruirlas. Resultado: la quimera paradójica más longeva en la historia latinoamericana: el Partido Revolucionario Institucional. Ríanse de Jesucristo que camina sobre el agua, o de Gandhi que pelea pacíficamente, o de Harry Potter que habla con retratos, o de Zinedine Zidane que sale expulsado en la cumbre de su carrera. Estos "ideólogos" revolucionarios sí son magos. ¡Que alguien por favor me explique! ¿Qué operación lógica, mágica, ritual, técnica, catártica, puede lograr juntar a la revolución con las instituciones en un feliz matrimonio que alcanza ya ocho décadas de existencia? Así, César Rubio puede servirnos como clave de lectura para un proceso tan milagroso.
Los tres bautizos de César Rubio
Primer acto: yo soy el que soy
César Rubio, fracasado en movimiento. Viene de otro lugar y quiere irse. Desde el principio vemos que su punto de partida es transitorio.
Segundo acto: primer bautizo: de fracasado vivo a leyenda rediviva
César Rubio posee a César Rubio ante la mirada atónita de Bolton. El fracasado profesor de historia se convierte de pronto en su objeto, momento sublime. Queda atrás la vida de anónimo académico, empieza la de la leyenda viviente. Mérito de César: inventa una identidad y se la apropia inmediatamente. Mérito de Bolton: ha pegado la palabra a la cosa... César Rubio ya no es un nombre sino un hombre. Bolton aprende a nombrar con precisión. La historia: 1) el instrumento para "purgar la revolución", contrario a la pretensión tradicional, la historia aquí no sirve para "desmitificar" sino precisamente para lo contrario; 2) la autorización de César para sugerir lo que sugiere. Su amparo, su lugar de experto garantiza su uso del lenguaje. Su escudo, nadie como él conoce la historia de Rubio, lo puede encarnar porque no hay quien le dispute su accionar. La ficción: el estatus mitológico del personaje del general Rubio es el límite natural a la curiosidad de Bolton. Tanto César como él saben que más allá de cierto punto, todo se convierte en acto de fe. La ficción abre el resquicio por el que César Rubio se le mete en la piel a César Rubio y lo hace hablar y caminar de nuevo. Nadie puede ver este acto secreto y la barrera que lo separa de la mirada es la ficción. Una vez consumado el bautizo, se adquiere el compromiso: ser César Rubio. Tercer acto: segundo bautizo: de leyenda a historia viva
La identidad como exigencia: "identifíquese". Ya no se sabe si César echó a andar a la identidad o si la identidad tiene marcha propia y lo arrastra. Resulta curioso que el concepto de pertenencia y el de identidad estén contrapuestos ("si es, no se pertenece"), pero no exploraré esta faceta del fragmento. Violenta inversión: la historia está a punto de destruir la identidad en vez de formarla y la ficción es ahora la encargada de defenderla. La prueba que le piden a César es la misma prueba que se nos pide a los historiadores: "un documento". Problema: César nunca pensó (quiso) resucitar al pasado. Pero el pasado ya resucitó y César lo habita. Pregunta capciosa: en este caso ¿quién permite la resurrección, la historia o la ficción? Respuesta: ¿resucitó el pasado?
Intermedio: la identidad como postulado. No soy pero puedo ser
Estamos en el límite, el engaño se ha descubierto, y sin embargo la verdad no mata la identidad. Como la mala hierba, como una adicción, la identidad tiene a César poseído (nunca al revés). Estamos ante la posición más paradójica de la identidad en toda la obra. El poder de la identidad: revela destinos, exige el sacrificio total, el compromiso último e irrenunciable. Su punto más débil: se revela como postulado. No soy César Rubio, pero puedo serlo. No nada más porque quiero, sino por lo que quiero lograr. Si no postulo la identidad, me quedo sin futuro. La identidad es una adicción ("Estás a tiempo de retroceder, César!") y ya sabemos a dónde llevan las adicciones.
Cuarto acto: de historia viva a leyenda muerta. El héroe inmolado
Identidad reproductiva. La identidad no acaba con la muerte, al contrario, se vuelve dúctil, dócil. Se convierte en piedra, en lugar, en marca de la colectividad. Es la identidad mítica, se reproduce hasta donde se necesite en cada tiempo y en cada lugar. Se inserta de lleno en el imaginario, se transforma, muta. La historia es ya la gran exiliada, y sin embargo, paradójicamente, si pudiéramos continuar escribiendo la obra, deberíamos decir después que desde entonces se le enseñó a todos los niños la historia de César Rubio. Si la historia comienza a operar en ese momento, no se destruye la identidad, se destruye la historia. Y sin embargo... la muerte de la leyenda nos regresa al punto de partida. Vuelve a comenzar el ciclo. El alimento de la historia es su propio desecho. De su acción resurrectora nacerán nuevas identidades, de la acción de las identidades nacerán nuevas mitologías que se magnificarán con la muerte. Y de ahí las volverá a sacar la historia, para comer y ser comida por los siglos de los siglos...amén. Conclusión
Sea la historia una narrativa que ordena y tiene pretensiones de validez. ¡Cómo quisiera dominar el espacio completo de enunciación! Y sin embargo... ¿Qué fue de César Rubio? Un Golem vestido de retazos que habla en rapsodia y no se puede ver al espejo. Aún si la historia se quisiera erigir como fuente de identidades, tendría que compartir el espacio con otros géneros. Cuando respondemos a la pregunta ¿quién eres?, siempre respondemos en rapsodia, y eso que no andamos usurpando muertos. Sea la historia narrativa que ordena y tiene pretensiones de validez... cuando se trata de identidades, esa narrativa, además de ordenar tendrá que compartir el espacio de enunciación. Se tendrá que someter a su ruptura en retazos y a su reconfiguración en vecindad con discursos antagónicos. Paradoja de la historia en relación con la identidad: entra la historia en la configuración y la identidad no sólo se vuelve compleja sino más incierta. A más "verdad", 26 menos certidumbre, más espacio para dudar, más legitimación para hacerlo. Vuelvo a preguntar: ¿de veras queremos historia?
Notas 1 Sustitúyase con cualquiera de los siguientes: "apartado postal", "entrada", "sección", "ámbito", " ápeiron ", "vacío", "isla", "dominio", "espacio", "teatro", "patología", "anacronismo", "simulacro", "virtualidad". 2 Algo así como la taquería del vecino de mi primo que como le salía más caro remodelar la fachada, sólo le agregó el vocablo "tacos" en letra roja al ya existente título en letra azul "Talachas y vulcanizadora", quedando así "Tacos Talachas Vulcanizadora Don Julián" 3 Por aquello de que si cenas demasiado tienes pesadillas. Bueno, por lo menos así lo dicen los mayores. 4 Aplíquese el procedimiento expuesto en la nota 1. 5 Véase Edmundo O´Gorman, La invención de América, 3ª edición, México, FCE, 2003 (1958). Toda la obra, pero en especial la tercera parte: "El proceso de la invención de América", pp. 79-136. 6 Pregúntenle a Chiapas qué se siente ser México. La pregunta se deconstruye solita. ¿Ser? o ¿haber sido? ¿De veras soy? ¿Qué es México? ¿México es protestante, perredista, zapatista, tzotzil, tzeltal? o ¿todo lo contrario? 7 Gente como uno. 8 Claro, al menos que lo tomemos con humor. Entonces Vasconcelos es un genio, nos construyó la identidad más vaga, completa, promiscua y manipulable, cuando propuso su "Raza Cósmica". 9 A menos que tomemos "madre" en su acepción cotidiana de objeto insignificante. 10 El abuso identitario más escandaloso de nuestra historia. Lo que no se ha hecho en nombre del "mestizaje". 11 Paradoja fascinante: hado contra azar: tengo el destino en mis manos. ¿Cómo sobreviven los modernos sin perder la cordura? 12 Que no sólo son "intelectuales" ni científicos, sino también administrativos de alta dirección, profesionales del derecho, artistas, diseñadores, vividores, "condechis", etc. Además, ¿qué, los campesinos, obreros y prestadores de servicios de bajo ingreso, no son cerebros también? Ah, no, perdón, son "brazos". 13 Me refiero a teóricos como Baudrillard, Sartori, Giddens, etcétera, que sostienen que la globalización informática nos acerca virtualmente con tanta precisión que la diferencia no se nota. 14 Para abundar en esto véase: Perla Chinchilla, "¿Aprender historia o aprender de la historia?, en Historia y grafía, año 8, núm. 15, pp. 119-151. 15 Pienso en cuentos de Borges como "El jardín de los senderos que se bifurcan" o "Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius". También en la confrontación entre la novela "El perfume" de Patrick Süskind y el libro de historia "El perfume o el miasma" de Alain Corbin. Pero como estos hay muchos ejemplos de textos que ponen a dudar sobre su adscripción a un género determinado. Dos razones posibles: o siendo libro de historia carece de aparato crítico o algún otro elemento que debilite el "efecto realidad", o siendo novela presenta notas a pié de página, citas de otros autores, notas aclaratorias u otros elementos que parecieran llamar a la comprobación. 16 Por ejemplo, de la historia (en sentido muy amplio, desde Heródoto hasta nuestros días)alguna vez se esperó que mostrara las vidas de los antepasados como modelos de virtud para las nuevas generaciones. Luego esto cambió y se esperó de la historia que justificara las decisiones políticas del momento. En otro momento se le interrogó para que informara de los "errores del pasado" para no cometerlos de nuevo. El problema es que pareciera que no cumplió ninguna de sus promesas. Los jóvenes siguieron viciosos, las decisiones se evidenciaron como "interesadas" y los errores se "volvieron a cometer". 17 Cfr. Michel De Certau, "La operación historiográfica", en La escritura de la historia, Tr. Jorge López Moctezuma, 3ª edición, México, uia , 1993 (1978), pp. 67-127. 18 Lamento mucho no poder abordar el tema en toda su profundidad, pero se trata de una cuestión decididamente compleja y profunda con la que mis mayores más mayores se siguen dando de topes. Para efectos de este ensayo, con presentar el problema me conformo. 19 Sígase el procedimiento delineado en la nota 1 y repetido en la nota 4. 20 Claro que no es la más importante, quizá ninguna lo sea, sin embargo es el pretexto del texto (¿cuál será el postexto?). 21 La respuesta de Usigli: ¿Qué te fumaste mi buen? 22 Rodolfo Usigli, El gesticulador, Notas preliminares: Rafael López Miarnau, México, Editores Mexicanos Unidos, 2006, p. 53. 23 Rodolfo Usigli, El gesticulador , op. cit . p. 74. 24 Ibid ., p. 108. 25 Ibid. , pp. 128-129. 26 Como pretensión, postulado, efecto, etc. Nótese que no hablo de Verdad. Alejandro Álvarez Herrera- Lasso, “Retazos de identidad”, Fractal nº 40, enero-marzo, 2006, año X, volumen XI, pp. 49-66.
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