LUIS VICENTE AGUINAGA

Poemas

 

 

 

MÚSICA DE TRÍO

Tal vez ya sea mentira lo que has dicho.

Los buenos días. El cuerpo que no duele.

Tú lo sabes mejor: sabes en cuántas manos

la moneda que diste no era falsa

y en cuál de todas ellas, única,

irrumpiera la estafa como un borde,

un óxido imprevisto.

 

Que haya sido verdad

es otro cuento. Es cruel,

quizás, y no es cuento .

 

Quizás. Mejor que nadie. Tú

lo sabes. Las palabras

deshechas, desmontadas,

lejanas: todavía

son palabras, pero ya no está en ellas

la piedra que sostiene, o el espacio vacío.

Y luego se levantan:

el nombre del vacío está vacío.

La piedra que sostiene, aunque ausente, sostiene.

 

Tal vez ya sea verdad lo que ignorabas.

Lo que mentías incluso, rescatándolo.

 

PEATÓN DE MENOS

 

Avenidas, monólogos

de sed,

aros a fin de cuentas: el principio

termina cuando arrancan

los coches, donde agota

la máquina su espera.

El comienzo, la fe

de la serenidad perdida.

Ya sucedió el principio: andamos

en las últimas.

 

O calles, también calles, resignadas

apuestas:

perder se puede siempre. No se gana

de pie, ni andando, el otro lado:

a rastras, a jalones,

a verdaderas gatas desemboca

tu cuerpo en bocacalles

otra vez desmentidas, clausuradas

por el mismo infinito que las abre.

Tu espanto, sí, de infinitos motores.

 

L' AÏEUL TERRIBLE

a Gisèle Pierra, lectora

de las Iluminaciones

 

Adán. Edén. Adén.

Había

que desmentirlo todo. No

fuimos el primer hombre.

Alguien vivió-

Si alguien vivió en el Paraíso

 

lo habrá juzgado inhabitable, habida

cuenta del huir.

Habida,

habrá, había. Son otras

las aguas que nos beben.

Es cosa de quedarse,

de qué darse aquí mismo

sin borrar las huellas:

 

tortuga en el estar,

pez en el irse.

 

J. Á. V.

(Espejo fúnebre.)

 

Si nunca me hablaste de morir, y si yo nunca

me hablara de qué por miedo a sorprenderte

en mí, en mi voz, en donde no debieras

ya estar pasada la enseñanza, formado

mal que bien -mal- el aprendiz, entonces

 

¿quién dijo lo que oí, quién oyó nada?

 

Pudiéramos fingir que no hay sonidos,

que no brotan los nombres

de nada que no sea el silencio.

Pero lo cierto es que hay más bien demasiados

y todos te convocan, apresándote.

 

KARL BLOSSFELDT

Soy quien hace la flor.

El tiempo se diluye cuando hay hombres.
La sola rosa

junta y resuelve los minutos
mejor que yo, mejor que mi presencia:
dura poco, y al irse

queda en forma de grietas,
de fisuras, de manos

que ya no se tocan, que ya no
se buscan, y que siguen siendo.
Hago por mí, por las cosas

lo que no hacen las cosas
por mí, por ellas mismas.

La consuelda, el acanto, la facelia,
los brezos encarnados,
la salvia y el estáquide:

soy quien hace la flor
o hace la hierba.
Quien se diluye, y la presencia de unas manos
con las que hago de mí, de las cosas.

PROVERBIO

Que los almendros han ardido
en repentinas cabelleras de anciano:

donde hay ceniza el humo se recoge.

Donde humea la ceniza
la tierra es dos pájaros aún
que ignoran su nombre y conocen los follajes.

 

CRISTALES

Vestigios del invierno.
Cristales abiertos a la madrugada

y rayaduras de óxido en la boca de los mendigos.

Sin descorrer el alba, la frágil extinción de un cuerpo y de sus dinastías
podría cargar al fin de cálices la hierba.