FRANCISCO CARRISCONDO

Consagración

 

I. DE LA IDEA Y SUS FORMAS

Al fin llegó la idea.
------------------------Al fin llegó.

El ensueño ha roto su difuso
paso tras el abismo.
------------------------Ya conforme
con su rutina de deseos,
de muecas irrealizables
al destino que nos depara.

Incertidumbre, multitud de dudas,
de formas que se dirigen a nos
mientras las dirigimos a ellas
por cauces de dominios de materia.

Ya se dilata el horizonte
a la par que el desasosiego.
Pero qué importa.
------------------------Nada, si ya vino
lo que en papel y tinta estuve
dibujando durante las edades
de la mentira con disfraz
de seguro que de cierto.
----------------------------Ampárenos
la historia de las letras que, nostálgicas,
nos piden el espacio, tan allá
de la cochambre.
---------------------Es lo único.
A esta sentencia de esdrújulos
hemos llegado, en su verdad, henchidos
de rabia honda y de luz hallada.

Y así podríamos permanecer:
tú, y él, nosotros, que son yo…
en este ensimismo de la idea
que vino, lejanía, en la distancia.

 


II. DE LOS SÁBADOS Y SUS VÍSPERAS

Para cada emoción su tiempo.
Así construye la armonía su muerte,
lo que seríamos y sus despojos,
la claridad, la resignada
existencia.

------------Y he aquí los sábados
y sus vísperas, las que laten
al azul de la nube, luna fría
y mar de oscuridades, la tristeza
de las horas que pasan.

-----------------------Es Debussy
que triunfa, y de Ravel recreado
el medievo. Sublime la quietud
de lluvia, en que la tortura
es regocijo, libertad del ser,
cuando se huye para no ser hades.

Ensoñación del agua, grises días
y estos únicos nombres,
sí, plenitud de asombro,
presencia y honra de luz y de murmullo.

III. MÁS ALLÁ DE LOS ULTRAJES

En mi ámbito, y con la lluvia
en el bosque, tan lejos
de las fatuas y sin raíces
ramas secas del árbol de mi triste
genealogía (¿qué condena
borrada de las horas
y la memoria?).
Pues a eso
he llegado, a la parada
al punto de este vertical
aspirar de moléculas de aire,
buscando el sol, de ser
soledad y de sed, tan sólo, vida.

Quedan cosas al margen.
La traición, perpetuada por el alma,
no sucumbe del errabundo llanto.

Pero ya todo es marginalia.
Frente a aquel desasosiego
de los días, aquella idea
y sus formas, estado de gracia.

Tan más allá de los ultrajes
sólo la única, la posible
consagración me permanece:
palabras de poema,
trazos de prosa sobre el escritorio.
Y en la ventana se divisa un vértice,
quizás un sol. Y el bosque, y la lluvia.