El río no es mas que gotas unidas
Sobre seda serpeante
se aquilata una luna
toda tiempo inalámbrico
y mis dedos percuten
sobre permutaciones
mientras carbonos dulces
se aparean o rompen
en lenta desbandada
sobre mis hombros selva
el cincel de manglares
ojo de pulpo bomba
de protones. Sinuosa
tela fluye veteada
de brillos se corona
de un plumaje de estaño
que fractura el ocaso
ceguera que derrama
vislumbre en que germina
más ceguera. Y mis dedos
martillean la pregunta:
¿Todo lo cambia el río
con su tris de culebra?
Flecos de platelmintos
desalineados surcan
por una tez de lama
avivando el concierto
hay imanes sembrados
bajo los recovecos
del torrente decantan
la penumbra recogen
el rumor que del fondo
enrarecido opaco
de la nave destila
como añejos pecados
entre las duelas grietas
de una iglesia maltrecha
en la hondonada imperan
las pausas deslumbradas
que son siglos de sueño
apisonado vínculos
súbitos que los números
dejan en el olvido y
se deshacen estelas:
¿Cómo se enhebra en la
atmósfera la vida?
Ya mis dedos retocan
pajares de negrura
sitiados por insectos
un bombeo de pálpitos
roza la piel insomne
simula ser pasillos
otro cuerpo respira
relieve adivinado
tras el linde cordel
las palabras mal dichas
las palabras pesares
se confunden en tramas
huidizas orzueladas
donde lenguas enraízan
la cruel genealogía
del dolor y del pasmo
el dedo de la madre
que señala hacia el río y
dicen sus labios “río”.
En la orilla las olas
repitiéndose calcan
las horas y se vuelven.
Carlos López Beltrán, "Derrame", Fractal n° 27, año 7, volumen VII, pp. 27-29.