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"Después de la publicación del libro Testigos del tiempo, fotos que fueron tomadas durante varios viajes, me quedé embarazada por segunda vez. Tuve que cambiar mi manera de hacer fotografía. La voz de Flor Garduño por teléfono suena con su característico entusiasmo sostenido. Esa es una emoción que rebasa todas las palabras. Por eso tiene que hacer fotos, siempre pensé. Su voz está como su mirada, permanentemente preñada por lo maravilloso. Decidí volver al principio, a la naturaleza muerta, al desnudo, dentro de un pequeño estudio en mi casa en Suiza, robándole tiempo a mis actividades de mamá. Es un libro concebido en espacios interiores, la mayor parte. Se decidió que el título del libro fuera Flor, algo muy sencillo. Sencillo, pensé, Flor es un título intenso y provocativo, entre el nombre propio y el sustantivo. Y esta flor de páginas y pétalos que es el libro nos abre a geografías íntimas, pueden ser la de un cuerpo, pero también las que la poesía revela en los rincones cotidianos. Cada fotografía de Flor Garduño nos introduce en esa profundidad teatral, en esa escenografía silenciosa y expresiva que es la de las flores.
Flor hace desnudos sí, pero nos los muestra como si fueran extrañas flores, o encuentra en el espacio doméstico facetas que irrumpen con ese descaro y extraordinaria desenvoltura y fragilidad que tienen éstas. Toda flor es un escenario plástico que nos quiere decir algo, un grito subversivo de belleza. Toda flor con su belleza quiere hablar. Toda flor es también como un templo. Presentar espacios como si fueran flores es construir santuarios en la casa, con los objetos o con la belleza de los cuerpos. En cuanto a los desnudos, continúa Flor por teléfono, las modelos no son profesionales, casi todas son amigas, implican momentos de complicidad que sólo una amiga acepta. Si no existe afecto con la modelo no se puede hacer este trabajo. Y puedo decirte que de cada diez modelos siete han quedado embarazadas. Entre mis amigas se empezó a correr la voz, me parece una broma muy simpática, de que si querías embarazarte posaras para una foto de Flor Garduño. Una de ellas había buscado embarazarse durante años sin éxito, le comentaron porqué no vas con Flor para que te haga una foto. Nunca he posado, me dijo, pero hazme una foto, para ver si resulta. Era su último recurso. Regresó dos meses después y me avisó, tengo un mes y medio de embarazo. Es como si las mujeres que deciden posar atravesaran por una aceptación muy profunda de su feminidad y de su imagen. Se atreven a posar y a sentirse bellas y ellas mismas. Algo se les destraba internamente. Otra de las modelos se quedó embarazada con todo y el dispositivo intrauterino. Otra amiga argentina se conmovió profundamente al ver las fotos de embarazadas, estas mujeres, me decía, me mueven de una manera muy profunda Poco después resultó que también estaba embarazada. Flor mira el mundo con esa mirada, como de guardiana del tesoro, que es la de la mujer embarazada. Brilla cada imagen como si estuviera apretando una promesa, radiando con una plenitud que la rebasa. Cada fruta, cada cuerpo es como un astro, imana una belleza que proviene de una riqueza desbordada. Cada forma se diría que expresa una fuerza innata, despunta con el poder de su potencia. Y la mirada de esta artista nos comparte una complicidad femenina con la fuerza vital de lo objetos y los cuerpos. Todo aquí vive por dentro el milagro de la fecundidad. Hay un regocijo de ser mujer en la mirada con la que Flor Garduño plasma en sus fotografías una celebración del mundo, como si con cada foto nos contara de ese gozo de ser ella misma, estar tan atravesada por la vida. Sus imágenes son su evidencia. Sus imágenes se diría que sienten la vida poderosa y tierna que las empuja, que se impulsa dentro de ellas hacia el perfil de la azucena o a la curva sorprendida. Pareciera que en Flor, el desnudo es sobre todo una sustancia primigenia, una arcilla sensitiva, una materia incandescente que indaga desde una total sensibilidad al mundo. Una flor se coloca en el mundo con una delicadez como la que sólo puede tener un desnudo. Nada más sabio y vulnerable y audaz que estos capullos que rozan la textura del muro como dedos, ya romos, ya punteados; o que estos cuerpos femeninos que habitan debajo de una hoja gigante o una penca de maguey, o junto a un tigre. Son casi modelados de la luz o el espíritu, una incandescente sustancia originaria que explora los objetos y el espacio desde su total delicadeza. Fueron ríos de luz o fuego, antes que formas. La belleza de su contorno es consecuencia, superficie de una fuerza vital que es su sustancia. Tanto la flor como el desnudo femenino aparecen en estas fotos como órganos privilegiados de percepción. Nada más delicado que una flor para enfrentarse al mundo, es un órgano femenino por excelencia, un sentido del tacto exacerbado, convertido en ojo, o en oído, en abierta, amplificada huella digital, en papila de la belleza y el espacio. La mano y la flor juegan también en estas imágenes constantemente al intercambio. El cuerpo se desnuda y la flor como que se viste o se posa, aparece, de pronto en el duro tallo vegetal, como si hubiera venido volando de otra parte: El desnudo y la flor son epifanías instantáneas, fiestas de una verdad excesiva, de suavidad y libertad. Tanto la flor en el tallo o ese relámpago de piel que es el desnudo, irrumpen en la realidad con la extrañeza de lo extraordinario. Algo completamente nuevo nos muestran, impensados colores, sensaciones, formas. Flores 1
Una enterrada riqueza interna habla profusa en la rosa, una compostura hierática en los alcatraces: Los senos, en alguna de las imágenes, aunque no sean perfectos, de pronto tienen la suavidad de una magnolia. Si los objetos y las cosas hablan, las flores cantan, son en el reino vegetal un verbo musical del espíritu. Las flores son fragantes síntesis, intensidades delicadamente articuladas a la vez que explosivas. Toda flor encarna el exceso, el lujo, el deseo, el capricho, la poesía. Nada como la flor en una planta, testimonia al poder divino. Esta compilación, continúa diciéndome la entusiasmada voz de Flor por teléfono, es producto de la colaboración de muchas amigas. A veces estas mujeres se han querido retratar como ellas han querido. Fue un proceso circular, muchas de estas amigas quisieron hacer su propia escultura con ellas mismas, su imagen. Una flor habla a la mirada femenina de un ideal: de verdad natural unida a la belleza. Cada rosa o gardenia es para la mujer atrapado secreto: la pureza de un ser interior va desenvolviéndose en la corola y los pétalos. Es el cuerpo desnudo y vulnerable, confiadamente bello, el que quisiera ser tan libremente como lo son las flores. Nada como la flor nos habla de la confianza en el contacto con el propio ser interno. Empezamos a sentirnos el ser, y dejamos que la fuerza de la vida nos indique su propia forma. Hay una enorme fuerza emocional en la obra de Flor Garduño, una capacidad de desnudarse ella misma hasta el fondo, de ser ella misma en pleno, un poder sentir y percibir con una libertad de mil alas. Lo que roza su mirada tiene una fuerza contundente, erótica casi. Una pupila fotográfica es la suya que es como una prolongación de la piel: tiene su misma certeza. Y no es ajena al interno espacio de los sueños. Todos estos desnudos, se me ocurren, podrían ser bitácoras del alma femenina, ejercicios del aprendizaje para convertirse libre y felizmente en el propio ser. Descubrimos, junto con ellos, que existen muchas formas de tener alas. Sólo es espiritual, decía Oscar Wilde, lo que elabora su propia forma. Y estos desnudos son misteriosos de ser tan personales. Reencuentran, por el camino de la libertad, lo sagrado. Fue lo divino, lo que encarnó la aparición ática del desnudo en el siglo v, a.c. En la armonía asertiva de las proporciones varoniles, plasmaba el desnudo su fe en el orden celestial y musical de Apolo. Pero son como espadas de fuego estos desnudos de Garduño, irrupciones de Prometeo, más que símbolos de Apolo. No, no me interesan los cuerpos perfectos, prosigue Flor, en su conversación telefónica. En todas estas fotos lo que intenté es que fuera el desnudo de alguien, no una modelo ideal. Casi siempre que trabajaba con modelos profesionales no sucedía nada, no salían las fotos. En la fotografía tiene, en efecto, que ocurrir algo nuevo. Y que estos cuerpos no sean perfectos nos les impide ser muy bellos, quizás son más bellos porque no son perfectos, porque son tan personales. Y están más desnudos que los desnudos perfectos de modelos, porque es aquí el cuerpo de alguien el que habla, el que se expresa y nos conmueve con la magia de toda verdadera intimidad. Esto no podría dárnoslos nunca un desnudo que sólo está manifestando el hecho de ser un canon impecable. Estas mujeres hablan de ellas mismas. Lo que nos regalan, no es un objeto bello, sino un diálogo. La frescura de la felicidad, de una conversación llena confianza nos envuelve. En inglés el término naked, ha señalado Kenneth Clark, nos lleva a sensaciones de desprotección y desvalimiento, mientras que el término nude nos transmite la idea un cuerpo feliz y equilibrado, balanceado en la perfección de su proporciones. Es el término nude el que habitualmente se utiliza para hablar del desnudo artístico y defender su prestigio. Estos desnudos de Flor, están a la vez naked y son verdaderos nudes, nos manifiestan que son vulnerables, pero no son por ello menos poderosos. No son, bajo la coraza de la perfección eterna y acabada, formas encerradas en sí mismos. Van hacia la creación poética de su propia naturaleza. Flores 2
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